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Desperté con una sensación de pesadez que me envolvía, como si estuviera flotando en un mar de niebla. Mis párpados pesaban toneladas, pero luché por abrirlos, necesitaba ver, necesitaba asegurarme de que estabas bien.
Estaba allí, junto a mí, tu rostro preocupado iluminado por la tenue luz de la antorcha. Sentí un alivio instantáneo al verte a salvo, a pesar de la situación en la que nos encontrábamos.
—Kakashi, por fin despiertas —dijiste con un suspiro de alivio. Tu voz era como un bálsamo, calmando mis preocupaciones y despejando mi mente.
Traté de incorporarme, pero un dolor punzante me recordó lo que había sucedido. La herida en mi mejilla palpitaba con intensidad, y mi cuerpo entero protestaba con cada movimiento. notaste mi intento y me detuviste con delicadeza.
—No te muevas demasiado, estás débil. El veneno que te lanzaron estaba diseñado para paralizar y después matar, pero logre neutralizarlo a tiempo —explicó, su tono sereno contrastando con la gravedad de la situación.
Asentí débilmente, dejando que tus palabras se hundieran en mi mente. No entendía porque esa necesidad de arriesgar tu vida en el proceso para salvarme.
—Gracias, Jin, —musité, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar mi gratitud.
Simplemente sonreíste, una sonrisa cálida que iluminaba tu rostro cansado pero radiante.
—Estamos juntos en esto, Kakashi, —respondiste, y tu voz resonó en mi cabeza.
—Ven Kakashi, te vas a lastimar si duermes en el piso sin una almohada— Palmear tu regazo indicando que recostaba mi cabeza, y eso hice.
Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que la calma de la noche nos envolviera.
—Descansa ahora, Kakashi. Mañana estarás mejor, y estaremos listos para volver a la aldea para que nos traten las heridas,—dijiste suavemente, acariciabas mi cabello. Asentí y cerré los ojos, dejándome llevar por el suave tacto de tu mano.
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