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—Cinco días a partir de ahora, espero que lleguen bien y con los dos pergaminos.
—Son fuertes, confío en ellos —respondiste sin apartar la vista de los formularios que revisabas con detenimiento.
—Yo igual. Algo me dice que ellos van a lograr grandes cosas.
Te mire de reojo, y no puedo evitar notar cómo la luz del atardecer acaricia tu rostro, suavizando las líneas de cansancio que apenas intentabas disimular. Estabas completamente concentrada en los papeles, pero había una leve tensión en tu postura, algo que revela que tus pensamientos están muy lejos de aquí.
—Iré a entregarle esto al Hokage —dijiste finalmente, enderezándote y estirando los hombros—. ¿Nos vemos después?
—Te acompaño —respondi, antes de que pudieras negarte.
No dices nada, pero un leve asentimiento me basta para saber que aceptas.
Caminamos juntos por las calles de la aldea, el silencio entre nosotros era cómodo, aunque cargado de algo más. La aldea está tranquila, y el sonido de nuestras pisadas es casi lo único que rompe la calma. Es curioso cómo un trayecto tan familiar puede sentirse diferente cuando estoy contigo.
Te adelantas un poco, los formularios aún en tus manos. Aunque intentabas mantener esa fachada imperturbable que tanto te caracteriza, puedo ver la sombra de preocupación que se cuela en tus gestos. Tus dedos juegaban con los bordes de los papeles, y tu mirada, aunque enfocada, parece perdida en algo más profundo.
—Sigues pensando en ellos, ¿verdad? —pregunte, rompiendo el silencio con cuidado.
Te detuviste por un instante y me miraste, como si no esperabas la pregunta. Luego asentiste, dejando escapar un leve suspiro.
—No puedo evitarlo. Es una prueba difícil, y aunque confío en ellos, no puedo dejar de preocuparme.
—Es normal —digo, intentando aliviar el peso que sé que sientes—. Pero tienen más potencial del que crees. Naruto, Sasuke, Sakura... incluso con sus diferencias, han demostrado que pueden superar cualquier cosa si trabajan juntos.
Tus ojos se encontraron con los míos, y en ellos veo algo que va más allá de la simple preocupación. Es una mezcla de esperanza y temor, como si confiar te costara más de lo que estás dispuesta a admitir.
—Tienes razón —respondiste con una pequeña sonrisa, pero habia algo melancólico en tu tono—. Aunque preocuparse también es inevitable, ¿no? Es parte de lo que significa... importarles.
Esas últimas palabras quedaron suspendidas entre nosotros, cargada de significado. No dije nada más, pero nuestras miradas permanecieron fijas por un momento más de lo necesario. Luego, sin una palabra, reanudamos el camino.
Cuando llegamos al edificio del Hokage, te detuviste en la entrada y te giraste hacia mí.
—Creo que puedo manejar esto sola —dijiste, aunque tu tono no era tan firme como usualmente lo es.
—Lo sé —respondí, pero no hago ningún movimiento para retroceder.
Te quedaste quieta, y siento que hay algo que quisieras decir, algo que no te permites expresar. Finalmente, das media vuelta y entras, dejando que las puertas se cierren tras de ti.
Me quedé unos segundos mirando las puertas para después irme.
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