My Electric Love; Kakashi Hatake

Capítulo 43

ᴇʟ ᴍᴜɴᴅᴏ ʏᴀ ɴᴏ ꜱᴇ ᴇꜱᴛÁ ᴀᴄᴀʙᴀɴᴅᴏᴄᴏᴍᴏ ꜱᴏʟÍᴀ ʜᴀᴄᴇʀʟᴏ ᴛᴏᴅᴏ ᴇʟ ᴛɪᴇᴍᴘᴏ

Haber vuelto a la aldea me tenía nerviosa, al borde de algo que no podía definir del todo. Apenas había dormido, y las ojeras eran una prueba irrefutable de ello. Frente al espejo, me detuve a observar mi reflejo. Era como si viera a otra persona, alguien que no reconocía del todo, pero que de alguna manera sabía que siempre había sido yo. Mi cabello, largo y suelto, caía como una cascada desordenada, enmarcando un rostro que ya no podía esconder los años ni las experiencias acumuladas. Antes, solía preocuparme por mantener todo bajo control: mi apariencia, mis emociones, mi lugar en el mundo. Ahora, había aprendido que algunas cosas simplemente no pueden ser controladas, y esa lección había llegado de las formas más dolorosas.

Hace tiempo, durante uno de mis viajes lejos de la aldea, me encontré con Jiraiya. Fue una de esas coincidencias que parecen insignificantes en el momento, pero que más tarde se revelan como puntos de inflexión. Recuerdo que, mientras compartíamos una comida en silencio, él me miró con esa expresión sabia y despreocupada que siempre llevaba consigo.

—¿Sabes, Jin? —dijo, rompiendo el silencio—. El mundo no siempre tiene sentido, y las cosas que suceden rara vez lo hacen por razones que entendemos en el momento. Pero eso no significa que no haya un propósito. A veces, simplemente necesitamos tiempo para verlo.

En ese momento, no entendí sus palabras. Me parecieron vagas, casi irritantes. Había estado cargando con tanto dolor, tanto resentimiento, que la idea de aceptar las cosas como eran me parecía una rendición. Pero ahora, mientras miraba mi reflejo, algo dentro de mí finalmente encajaba. El mundo no siempre tiene sentido. Las pérdidas, las cicatrices, los giros inesperados... todo ello formaba parte de algo más grande, algo que nunca podría controlar por completo. Había dejado de preguntarme "¿por qué a mí?" y, en su lugar, había comenzado a preguntarme "¿qué hago con esto?".

Observé las calles de la aldea desde mi ventana. Los niños corrían, los comerciantes levantaban sus puestos, y los shinobi se preparaban para un día más de misiones. Todo parecía tan normal, tan lleno de vida, y por primera vez en mucho tiempo, no me sentí como una espectadora. Sentí que, aunque fragmentada, seguía siendo parte de este lugar.

Hoy era la primera prueba de los exámenes Chunin, y mi rol como supervisora me obligaba a enfrentar algo que durante años había evitado: estar cerca de aquellos que aún tenían todo por delante. Mientras observaba a los genin, me di cuenta de cuánto había cambiado mi perspectiva.

Naruto destacaba entre ellos, como siempre. Su energía era inagotable, su determinación imposible de ignorar. Pero lo que realmente llamaba mi atención era la chispa en sus ojos, ese fuego que me recordaba tanto a mí misma. Y, al mismo tiempo, ver eso me dolía. Porque sabía lo que le esperaba. Sabía que el camino hacia la grandeza estaba lleno de pérdidas y cicatrices, y aunque quería protegerlo, entendía que no podía hacerlo.

Pensé en las palabras de Jiraiya otra vez, en cómo el mundo tiene una forma de moverse según un propósito que no siempre comprendemos. Quizá, en lugar de intentar proteger a Naruto de todo, mi papel era simplemente estar ahí, observando desde la distancia, lista para intervenir si alguna vez me necesitaba.

Me volví hacia el espejo una vez más y observé mi reflejo con una mezcla de aceptación y melancolía. Ya no veía solo las cicatrices y el cansancio. Veía a alguien que había aprendido a vivir con lo que no podía cambiar, alguien que finalmente entendía que algunas preguntas no tienen respuestas claras, y que está bien que sea así.

La Jin que dejó la aldea hace años habría luchado contra esto, habría buscado una forma de controlar lo incontrolable. Pero ahora, con cada paso que daba, sentía que estaba más cerca de aceptar lo que realmente significaba ser fuerte: no resistirse al mundo, sino caminar con él.