Treinta y cinco

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—No puede ser — murmuró Hitoka, con el corazón apretado, mientras observaba cómo la pelota caía al suelo, seguida del sonido penetrante del silbato que marcaba el final del partido. Karasuno había perdido.

Los chicos se acercaron a dar las gracias a sus oponentes y al árbitro antes de retirarse de la cancha, con gestos de cansancio y decepción evidentes en sus rostros. Hitoka se quedó allí, sintiéndose impotente, sin saber cómo acercarse para consolar a sus amigos, y especialmente a su novio. Había presenciado cómo habían dado todo en la cancha, cada uno luchando con determinación y pasión, y el peso de la derrota se sentía en el aire.

Se acercó lentamente al grupo, tratando de encontrar las palabras adecuadas para ofrecer consuelo, pero su mente estaba en blanco. Vio a Kei, con la mirada fija en el suelo, la mandíbula tensa y los puños apretados, y su corazón se encogió aún más. Quería estar allí para él, pero no sabía cómo.

—Tsukishima, ¿está bien tu pierna? —preguntó Daichi.

—Sí, está bien —respondió Kei, aún desconcertado por la realidad. No podía asimilar que habían perdido.

—Si no fuera por tu bloqueo, nunca habríamos llegado a las nacionales —comentó Daichi, reconociendo la contribución de Kei al equipo.

—Gracias —respondió Kei, sorprendido por el comentario de su capitán. Dudó un momento antes de continuar—. Yo... Quiero regresar y revisar el video de los bloqueadores de Kamomedai —añadió, sintiendo la necesidad de analizar el juego y aprender de la derrota. Daichi no pudo contener una risa ante la solicitud de Kei.

—¿¡Es que acaso son ustedes focas!? —exclamó Daichi, provocando la confusión en Kei, quien no entendía el sentido de sus palabras.

—Creo que se refiere a crecer deprisa. Las focas bebés crecen realmente rápido —explicó rápidamente Asahi al notar la expresión confundida de Kei. Daichi seguía riendo mientras continuaban caminando.

—Deja de verme así —intervino Kei, deteniendo su paso y observando cómo Daichi y Asahi seguían adelante, este último aún riendo. Kei se había quedado atrás a propósito, no por la broma de Daichi, sino porque aún no veía a su novia.

—Kei —llamó la rubia, notando que él la buscaba con insistencia. Hitoka caminaba detrás de él, sintiéndose un poco nerviosa ante la situación. No sabía cómo acercarse ni qué decirle, ya que nunca antes los había visto perder en partidos de práctica.

—¿Dónde estabas? —preguntó Kei con preocupación en su voz.

—Venía detrás —respondió ella en un susurro, jugueteando nerviosamente con la manga de su abrigo. La ansiedad se reflejaba en cada movimiento de la chica, y Kei lo notó de inmediato.

—Gracias por estar aquí —dijo Kei con una sonrisa sincera, expresando su gratitud.

—Siempre estaré —respondió ella, devolviéndole la sonrisa con determinación.





Ya habían transcurrido dos días desde su derrota. Los chicos optaron por quedarse en Tokio para presenciar todos los partidos restantes del torneo. Decidieron tomarse un breve descanso antes de regresar a los entrenamientos para prepararse nuevamente para las nacionales. Por eso, acordaron aprovechar al máximo esos días en Tokio para levantar un poco el ánimo.

Kei y Hitoka fueron los que más disfrutaron de ese tiempo juntos. De manera secreta, Hitoka terminó durmiendo en la cama de Yamaguchi, mientras que éste se unió a Hinata y Kageyama en sus escapadas por la ciudad. Kiyoko también se convirtió en cómplice de sus travesuras, asegurándose de que pudieran aprovechar al máximo esos últimos días juntos en Tokio.

Enamorada de TsukishimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora