Dieciséis

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Nervios es la palabra perfecta para describir a Hitoka y a Kei en estos momentos. Llevaban más de cinco minutos sin decirse nada, o quizás llevaban más de cinco minutos simplemente parados ahí. A su alrededor, el bullicio de los estudiantes corriendo por los pasillos anunciaba que las clases pronto iban a comenzar, pero ninguno de los dos se movía. Se miraban fijamente, ninguno capaz de romper el silencio y dar el primer paso. Sin embargo, tarde o temprano, alguien tenía que hacerlo.

Tch —Kei chasqueó la lengua, y Hitoka se estremeció de sorpresa. —Hitoka.

—¡Sí! —era la segunda vez que Kei la llamaba por su nombre, y si antes estaba nerviosa, ahora estaba casi al borde del colapso.

—Me enfermas.

—¿Perdón? —la expresión de Hitoka pasó del nerviosismo al dolor en un instante.

—Me provocas dolor de estómago.

—¿Eh? —Hitoka frunció el ceño, sin entender lo que estaba pasando. Solo sabía que le dolía. Le dolía y mucho. El chico que le gustaba le estaba diciendo que le enfermaba. ¿Cómo no le iba a doler?

—Aunque... —Kei ladeó la cabeza, tratando de ocultar su nerviosismo. —Los chicos lo describieron como las famosas mariposas en el estómago. —confesó, ruborizándose y tapándose el rostro con la mano.

Sus palabras colgaron en el aire, creando un momento de expectativa entre ellos. Hitoka se quedó sin aliento, sus ojos clavados en Kei, tratando de descifrar el significado detrás de sus palabras. Kei, por su parte, se sintió abrumado por la vulnerabilidad de su confesión. A pesar de su habitual fachada de indiferencia, en ese momento se sentía expuesto, como si estuviera desnudando su alma frente a ella. El rubor subió por sus mejillas, tiñéndolas de un color rosado mientras se tapaba el rostro con la mano, como si quisiera ocultar la vergüenza que lo embargaba. Hitoka sintió un estallido de ternura en su pecho al verlo tan vulnerable, tan humano.

—Tsukishima... —susurró, su voz apenas un murmullo en el silencio cargado de emoción que los envolvía. —¿Estás diciendo...?

Kei asintió, bajando la mano lentamente para revelar su rostro, sus ojos encontrándose con los de Hitoka en un momento de intensa conexión. Había miedo en sus ojos, pero también había esperanza, una chispa de posibilidad que iluminaba su mirada.

—Me gustas, Hitoka —su voz era suave ahora, su tono cargado de sinceridad. —No puedo decir en qué momento exacto comenzaste a gustarme, pero lo importante es que me di cuenta de que me gustas.

Hitoka bajó la cabeza para ocultar su rubor, pero en realidad era para esconder las lágrimas de emoción. ¡Sus sentimientos eran correspondidos! No se esperaba eso. Para ella, ya era un gran paso que ellos dos hubieran tenido conversaciones privadas, pero nunca pensó que él podría gustar de ella.

—Dime, Hitoka —Kei tomó la mano de la rubia y se agachó un poco para estar a su altura. —¿Yo te gusto? ¿O podrías llegar a gustarme?

—¡T-Tsukishima-kun! —su voz temblaba con emoción, con la promesa de un futuro que no se había atrevido a imaginar antes.

—Kei —la corrección de Kei fue firme, pero suavizada por la ternura en sus ojos.

—¡K-Kei-kun! —Hitoka sintió un rubor intenso subir por sus mejillas, la emoción amenazando con desbordarse.

—Kei —la insistencia de Kei era firme, pero había una nota de juego en su voz.

—Kei —Hitoka repitió el nombre, esta vez con más confianza, con más seguridad.

—¿Sí? —la sonrisa de Kei era suave ahora, sus ojos brillando con complicidad.

"¡Me está manipulando! ¿Cómo puedo estar enamorada de él?" Pensó Hitoka, anonadada. Hitoka se tomó un momento para reunir su valentía, para enfrentar lo que estaba por venir.

—Tú también me gustas —fue lo que finalmente logró decir, su voz apenas un susurro en el aire cargado de emoción.

Kei le dedicó una sonrisa tierna, su mano acariciando suavemente su cabello. Entonces, en un gesto de ternura, le dio un beso en la frente, sellando el momento con un dulce gesto. El sonido de la campana rompió el momento mágico, recordándoles que la realidad seguía adelante. Hitoka fue la primera en dar unos pasos hacia atrás, pero Kei la detuvo con suavidad.

—Hitoka Yachi.

—¿¡Sí!?

—Ahora eres mi novia —dijo, y luego la soltó, dándose la vuelta para dirigirse a su salón de clases.

—¿Eh? —Hitoka trató de entender lo que estaba pasando—. ¿No se suponía que tenías que preguntarlo?

—No fue una pregunta, fue una afirmación, y no tienes otra opción —le dijo con su característica sonrisa mientras se volteaba.

"¿Cómo es que puedo estar enamorada de él?" Se volvió a cuestionar Hitoka.

Trató de decir algo, pero prefirió quedarse callada. Después de todo, ahora era la novia de Kei Tsukishima. Era lo que había querido, que sus sentimientos fueran correspondidos, aunque hubiera preferido que él se lo hubiera preguntado para que fuera un poco más romántico. Pero recordó que se trataba de Kei Tsukishima y que no podía esperar mucho más.

—Hasta luego, novia mía —le dijo Kei, retomando su camino.

La rubia se quedó ahí parada, viendo cómo su novio se iba. Sí, definitivamente estaba disfrutando de esto. ¡Kei Tsukishima era su novio!

Enamorada de TsukishimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora