Siete

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—Hemos jugado nueve sets y al fin ganamos uno. Ya no queremos hacer más penalizaciones —comentó Daichi.

Hitoka tenía una botella de agua y una toalla en las manos, las cuales Kiyoko le había dado para que se las entregara a Kei. Estaba nerviosa mientras observaba cómo los chicos salían de la cancha y se acercaban a ella. Con un suspiro, se dirigió a Kei.

—¿Necesitas una toalla? —le preguntó sonriente. No podía evitarlo, estar cerca de él la hacía feliz.

—Oh, sí —respondió Kei, tomando la toalla y quitándose los lentes para secarse el sudor. Hitoka no podía dejar de mirarlo; pensaba que era tan lindo.

—Aquí —dijo, pasándole la botella. Kei le devolvió la toalla y tomó un trago de agua. Hitoka, dándose cuenta de que lo miraba demasiado, bajó la mirada nerviosa.

—Gracias —dijo Kei con tono seco, como si no le importara nada. Se volvió a poner los lentes y se fue, dejando a Hitoka parada con una botella vacía y una toalla empapada.

—Por las conversaciones cortas se empieza —comentó Kiyoko, acercándose a Hitoka. La rubia lanzó la toalla con las demás y dejó la botella donde correspondía. Quería haber hablado un poco más con Kei.

—¡No te desanimes, Hitoka-chan! La esperanza es lo último que se pierde.




—¿Ustedes no se han ido todavía? —les preguntó Hitoka a Hinata y Kageyama.

Le sorprendió ver a los dos juntos en el gimnasio. Habían tenido una pequeña discusión en el viaje a Tokio y no se habían hablado desde entonces. Pensó que al llegar a la escuela cada uno se iría por su lado, pero aquí estaban, levantando la malla.

—Yachi-san, ¿podrías ponernos el balón en juego solo por un momento? —le preguntó Hinata.

—¿Y yo puedo hacer algo como eso?

—Solo lanza el balón por encima de la cabeza de Kageyama.

—¡Lo haré!

Hitoka hizo lo que Hinata le pidió. Lanzó la pelota sobre la cabeza de Kageyama, quien se la acomodó a Hinata para que rematara, pero este no lo hizo. Después de varios intentos, Hinata y Kageyama comenzaron a discutir. Hitoka estaba asustada y no sabía qué hacer.

—¡No peleen! —dijo, viendo cómo discutían, pero ambos la ignoraron. De repente, Hinata golpeó a Kageyama, quien no dudó en responderle. Hitoka salió corriendo en busca de ayuda y vio a Kei, el único integrante del equipo cerca.

—¡Tsukishima-kun! —gritó, tomándolo de la mano. Kei se sorprendió al sentir el contacto y ver que era Hitoka. —¡Ellos van a morir! —gritó en pánico. Kei miró confundido a Hitoka, pero después de unos segundos escuchó los gritos de Hinata y Kageyama.

Tch —chasqueó la lengua. "Estos dos idiotas," pensó.

Aun tomados de la mano, corrieron al gimnasio. Kei, al ver la pelea, golpeó a ambos, quienes dejaron de pelear y miraron molestos al rubio. Kei, con su expresión habitual de indiferencia, no mostró ninguna emoción. Kageyama tomó su mochila y se fue, seguido por Hinata. Hitoka y Kei quedaron solos.

—Gracias por ayudar, Tsukishima-kun —le agradeció Hitoka, nerviosa.

—Para la próxima no exageres tanto —se quejó Kei. Hitoka asintió.

—Bueno, voy a recoger —dijo Hitoka, y comenzó a recoger las pelotas. Segundos después, escuchó una mochila caer, asustándola. Era Kei, desinstalando la malla.

—¿Tsukishima-kun? —dijo, confundida.

—No te voy a dejar recoger el desastre que hicieron estos dos idiotas sola —dijo sin mirarla, con su tono habitual. Hitoka sonrió y continuó recogiendo.

Después de unos minutos, terminaron de limpiar el gimnasio.

—Bueno, ya me voy —comentó nerviosa Hitoka.

—Te acompaño —dijo Kei, indiferente.

—No te preocupes, puedo tomar el autobús —dijo rápido Hitoka. Aunque quería que Kei la acompañara, temía que fuera incómodo.

—A esta hora ya no pasan autobuses —dijo Kei, obvio. Hitoka miró su reloj rápidamente.

—¿¡Es tan tarde!?

—Ven, te acompaño —dijo Kei, tomándola de la mano, haciendo que Hitoka se ruborizara.

—Gracias —dijo con una pequeña sonrisa.

—¿Qué pasó? —preguntó Kei sin mirarla.

—Hinata y Kageyama estaban practicando, pero Hinata no pudo rematar ninguna pelota. Después de un rato, empezaron a discutir y terminaron golpeándose —comentó triste Hitoka.

—Oh —articuló Kei.

No volvieron a hablar, lo que puso nerviosa a Hitoka. "Seguro ya piensa que soy aburrida. ¡Di algo! Pero no digas algo estúpido," pensó.

—Estás temblando.

—¿Ah? —Hitoka miró su mano y vio que estaba temblando porque Kei aún la sostenía.

—¿Pasa algo? —preguntó Kei con su tono habitual.

—Tengo frío —dijo rápido Hitoka. También temblaba por el frío de la noche.

—Debiste haber traído un abrigo —comentó Kei, suspirando.

—Se supone que deberías darme tu abrigo como todo un caballero.

—¿Y que yo me muera de frío? No, gracias —Hitoka asintió levemente.

Sabía que Kei era frío y algo cruel al hablar. Tenía poco o ningún respeto por sus compañeros y se irritaba por estar cerca de ellos. Incluso era grosero con Yamaguchi. ¿Por qué sería diferente con ella? Pero, aun así, Hitoka se había enamorado de Kei Tsukishima.

Kei soltó bruscamente la mano de Hitoka y detuvo su caminar para buscar algo en su mochila. Hitoka también se detuvo. Kei sacó una bufanda y se la puso cuidadosamente.

—Listo —dijo Kei al terminar. —No te iba a dar mi abrigo.

—Gracias —dijo nuevamente la rubia, nerviosa. Aparentemente, "gracias" era la palabra que más le decía a Kei.

Tch —chasqueó la lengua Kei, retomando su camino. Hitoka no se movió, todavía asimilando lo que había pasado.

Cuando Kei se dio cuenta de que Hitoka no estaba caminando, extendió su mano sin mirar atrás. La sonrisa de Hitoka se amplió y corrió hasta él para tomarle la mano y seguir su camino.

Kei no sabía qué le pasaba. No entendía por qué no la soltó cuando lo tomó de la mano, por qué la ayudó a recoger el gimnasio, por qué se ofreció a acompañarla, o por qué le puso la bufanda y le extendió la mano. Pero una cosa sí sabía: le gustaba hacer todo eso.

Enamorada de TsukishimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora