Veinticuatro

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Por alguna extraña razón, los compañeros de Hitoka no la dejaron salir durante el receso. A pesar de sus intentos, la pequeña no lograba persuadirlos para que le permitieran salir.

Ante la imposibilidad de salir, Hitoka decidió hacer lo mejor que podía con la situación y aprovechar el tiempo para estudiar para los exámenes. Sin embargo, en medio de sus libros y apuntes, recordó la promesa que había hecho con Kei de estudiar juntos durante el receso. Con determinación, recogió todas sus cosas y se acercó una vez más a la puerta del salón de clases, decidida a cumplir con su compromiso a pesar de las dificultades para salir.

—Permiso, por favor —repitió Hitoka, rogando a sus compañeros que le dejaran pasar, pero estos no dijeron nada y simplemente la ignoraron, continuando con sus conversaciones. Decidió intentar pasar entre ellos, pero la puerta estaba bloqueada. En el intento, uno de sus compañeros la empujó tan fuerte que cayó al suelo—. ¡Oye! —exclamó Hitoka mientras uno de sus compañeros tomaba su libro. 

—Yachi, haznos un favor y deja de molestar —le dijo de forma despectiva.

—Solo quiero estudiar afuera —explicó, levantándose y tomando sus cosas del suelo. Se acercó a su compañero para recuperar su libro, pero él, siendo más alto, lo mantenía fuera de su alcance.

Sus compañeros se burlaban de la situación, y el chico le lanzó el libro a uno de sus amigos, provocando que Hitoka corriera tras él. Sin embargo, el libro cambió de manos varias veces, y Hitoka luchaba por recuperarlo.

—¡Devuélvanme mis cosas! —gritó Hitoka al ver cómo todos tomaban sus pertenencias. —¡Devuélvanme mi libro! —suplicó, forcejeando una vez más con su compañero, quien se burlaba de su altura.

El joven siguió alzando el libro cuando de repente sintió cómo se lo arrebataban. Al girarse, se encontró con la mirada asesina de Kei Tsukishima, lo que lo hizo retroceder de miedo. Kei era conocido por su reputación de serio y distante, pero en ese momento, su expresión era especialmente intimidante.

—Kei, perdón por no estudiar contigo por un momento. Lo olvidé, pero cuando lo recordé, no pude salir y...

Antes de que pudiera terminar su disculpa, Kei tomó la mano de Hitoka, callándola de inmediato. Su gesto fue tan repentino y decisivo que todos los presentes quedaron sorprendidos. Luego, la atrajo hacia sí, rodeándola con sus brazos protectores en un gesto inesperado de cercanía y protección.

—Si le hacen algo a Hitoka, se las verán conmigo —amenazó Kei con voz firme, su tono dejando claro que no estaba dispuesto a tolerar ninguna falta de respeto hacia ella.

Los compañeros de la rubia estaban atónitos y, sobre todo, sorprendidos. ¿Qué hacía Kei, conocido por su actitud indiferente hacia los demás, protegiéndola de esa manera? La escena era tan inusual que algunos de ellos se miraron entre sí con expresiones de incredulidad y temor.

—¿Aun quieres estudiar? —le preguntó el rubio con ternura, agachándose a la altura de su novia. Hitoka asintió en respuesta, pero sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y agotamiento. —¿Y tus cosas? —añadió, notando que la rubia no llevaba consigo sus pertenencias.

Hitoka se quedó en silencio por un momento, jugueteando con sus dedos nerviosamente mientras desviaba la mirada. Kei observó atentamente su gesto, leyendo entre líneas su incomodidad.

—No tienes que decirlo si no quieres —intervino Kei, leyendo las emociones en el rostro de Hitoka. Pero ella le respondió con una tímida sonrisa y un gesto de agradecimiento—. ¿Dónde están las cosas de Hitoka? —preguntó Kei, dirigiéndose a los compañeros de la rubia, cuyas expresiones variaban entre la sorpresa y el nerviosismo.

Enamorada de TsukishimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora