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Hitoka Yachi, una estudiante de primer año en la Escuela Secundaria Karasuno, no participaba en ningún club y no tenía amigos debido a su timidez.

Un día, mientras caminaba por uno de los largos pasillos de la escuela, de repente se encontró con unos lentes olvidados en el suelo. Con curiosidad, se los puso y notó que su visión se volvía borrosa de inmediato.

—¿Qué con estos lentes? —se preguntó en voz alta para sí misma, mientras trataba de enfocar la vista.

Antes de que pudiera resolver el misterio de los lentes, un grito la sacó de sus pensamientos.

—¡Oye! —gritó alguien.

El sobresalto hizo que Hitoka se volteara abruptamente, chocando con un chico alto que estaba a centímetros de su rostro. Era un joven de apariencia atlética, con cabello corto y rubio. Sus ojos, intensos y profundos, de un color dorado como el brillo de la luna sobre el agua, parecían examinar cada detalle de su entorno. Hitoka nunca había visto a ese chico en el poco tiempo que llevaba en el Karasuno, pero le pareció atractivo. A pesar de su apariencia un tanto intimidante, Hitoka notó una ligera tensión en su expresión, como si estuviera lidiando con algo más que la simple situación frente a ellos.

—Esos son mis lentes —dijo el chico molesto, acortando aún más la distancia entre ellos. La voz del chico, aunque firme, tenía un matiz de molestia contenida.

Hitoka pudo sentir su respiración cerca, lo que la puso aún más nerviosa. Sin decir una palabra, Hitoka se quitó los lentes y se los entregó al chico. Él los tomó bruscamente y se fue sin decir una palabra.

Enamorada de TsukishimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora