Treinta y dos

311 24 0
                                    

El torneo nacional de primavera estaba a punto de comenzar, y todo el equipo estaba en plena preparación para dar lo mejor de sí en la cancha. Sin embargo, surgió un pequeño inconveniente que amenazaba con alterar los planes: Hinata había perdido su bolsa, la cual contenía sus zapatos para jugar voleibol. 

—La bolsa naranja, ¿verdad? —preguntó Hitoka acercándose a Hinata—. La de la marca infantil.

—Sí, esa misma —confirmó Hinata, con un tono de preocupación en su voz—. Era de Natsu, pero es resistente y del tamaño perfecto.

—Cuando estabas en el baño, me distraje apenas un momento, solo pudo ser entonces... ¡Lo siento! —exclamó Yamaguchi al darse cuenta de lo que sucedió por su culpa.

—¡No es tu culpa! —respondió Hinata, alzando la voz en un intento de tranquilizar a su amigo, aunque su mirada reflejaba cierta ansiedad por recuperar su bolsa extraviada.

—Bien, cálmense —comentó el profesor, intentando poner fin a la algarabía—. Llamaré al gimnasio donde calentaban para ver si alguien lo encontró.

—¿Le compraremos otro? —preguntó Ennoshita, con una expresión preocupada.

—Si es necesario —respondió Daichi, evaluando la situación con serenidad.

—¡Lo siento! —se disculparon Hinata y Yamaguchi al unísono, evidenciando su pesar por la situación.

—Tranquilos, nadie se murió —les comentó Suga al ver la expresión seria del capitán.

—¿Y tu celular? —preguntó un sereno Kageyama.

Hinata se revisó y se dio cuenta de que no lo traía consigo; se había quedado dentro de su bolso. Rápidamente, Yamaguchi marcó el celular de Hinata para tratar de resolver la situación, sintiéndose un poco culpable.

—Un niño la tomó por accidente —habló Yamaguchi—. Su madre dijo que esperaran en el gimnasio.

—Qué alivio, no está lejos —intervino el profesor, ya más calmado.

—Pero Shimada fue a recoger a los del vecindario —le recordó el entrenador Ukai.

—Yo iré —dijo Kiyoko, tomando por sorpresa a Hitoka.

—En ese caso, debería ir yo —respondió rápidamente la rubia.

—Confío en mi velocidad y mi resistencia —comenzó a decir Kiyoko—. No tomará mucho, pero tal vez te sientas perdida sin mí, aunque tendrás que acostumbrarte.

Hitoka se encontraba en una encrucijada de emociones. Por un lado, estaba agradecida por el gesto de Kiyoko al ofrecerse a ir al gimnasio a recoger los zapatos perdidos. Era una muestra de apoyo y preocupación que la reconfortaba, especialmente en medio de la tensión que se vivía por el torneo nacional de primavera. Sin embargo, también sentía una punzada de tristeza al pensar en la partida inminente de Kiyoko.

Ella era más que una simple compañera de equipo; era su confidente, su apoyo incondicional en los momentos difíciles y su amiga más cercana. Saber que pronto se iría le dejaba un vacío en el corazón. Pero Hitoka sabía que debía enfrentar la realidad. La vida continuaba y tenía que aprender a manejar las responsabilidades de ser manager sin depender tanto de la presencia reconfortante de Kiyoko.

Mientras reflexionaba sobre esto, Hitoka se sintió reconfortada por la confianza que Kiyoko tenía en su capacidad para manejarse sola. Aunque temía sentirse perdida sin ella, sabía que debía aceptar el desafío y aprender a confiar en sí misma. Con determinación, decidió enfrentar lo que viniera con valentía y determinación.

—Está bien —respondió Hitoka finalmente, tratando de sonar segura aunque por dentro no lo estuviera del todo.

—Volveré antes de que empiece el partido —añadió Kiyoko, tratando de infundir confianza en sus compañeros antes de partir.

Enamorada de TsukishimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora