Anashia.
Había pasado la semana, mi móvil sonó más de veinte veces en este día. Estaba molesta y no quería saber nada de ese mentiroso. Me siento como una tonta ilusa.
—¿Cómo pude creerle?— me preguntaba en voz alta mientras miraba el teléfono con frustración—Está claro que solo quiere estar bien con su amada esposa, sigale entonces.
Llevaba dos días sin parar de llorar y hoy, aunque era viernes y tenía planeado salir en busca de trabajo, estaba enojada, pero necesito recuperar más dinero para la mensualidad de la casa.
—¡Qué idiota fui! —exclamó con rabia—Ahora sí que no pienso ser su amante. ¡Que se joda!
*****
Pasaron los días, pero el peso de la mentira del hombre que amaba aún seguía apretándome la garganta como un nudo imposible de deshacer. Había confiado en él, creí que me amaba, que no sentía nada por ella, y de repente...
¡Mierda!
Bajé en la parada para entrar al bullicioso mercado Oriental. Necesitaba buscar materiales para decorar álbumes para los niños de mi clase. Además, decidí aprovechar y comprar ropa y maquillaje, ya que aquí son mucho más económicos que en las grandes tiendas.
Mientras camino entre la gente, busco los materiales que aún me faltan.
—Anashia. —Escuché una voz femenina a mis espaldas...
—Macarena —saludé con un abrazo, maravillada por lo radiante que se veía con su embarazo.
—¡Cuánto tiempo, Anashia!
—En verdad, sí. Estás hermosa. ¿Cuántos meses tienes ya? —pregunté con genuino interés.
—Siete meses, y aún sigo en movimiento. Mi marido se molesta porque no me quedo en casa.
—Han pasado más de tres años, estás casada y pronto serás mamá —admití con una pizca de envidia—Solo miraba tus estados en Instagram.
—Ay si amiga, tantos años...¿Y tú? -preguntó con cierta duda.
—Estoy sola. Aún no ha aparecido el hombre de mis sueños —mentí, avergonzada de admitir que sí está, pero es casado.
—Anashia, cuando menos lo esperes, aparecerá... —asintió, tratando de consolarme.
Platicamos más de media hora mientras devorábamos un quesillo y una Coca-Cola.
Pasaron más de dos horas desde que salí del mercado y llegué al multícentro. Mientras caminaba por el área, en busca de algunos papeles en migración me topé nuevamente con el tipo que había chocado, ese tal Matías.
—Hola me saludo— Amablemente, estaba bien trajeado me pregunto si es empresario o trabaja aquí.
—Nuevamente nos encontramos— Susurro apenada.
—Pero esta vez no hemos chocado— Comento sonriendo, se le notaba sus hoyuelos, vaya que tipo más guapo.
—Eh, si— Río por su comentario...
—Estas ocupada—niego mirando la gran fila.— Te puedo invitar a comer algo.
—Si, esta bien, gracias.
Me invitó a comer en el restaurante que estaba justo aquí, llegamos y nos sentamos.
Durante la conversación, mientras saboreábamos nuestros platos, le revelé que me llamo Anashia y que estaba ocupada haciendo unos papeles, ya que necesitaba trabajar los fines de semana. Con una sonrisa, Matías me dijo que estaba buscando a alguien que le ayudara a editar sus libros en línea, solo escribir en la computadora, y que ofrecía un buen sueldo.
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La Amante.
RomanceAnashia creía que ser la otra sería una ventaja para dejar atrás las inseguridades de su pasado, pero aún no estaba segura de querer ser el segundo plato. Ser la amante es como ser un diamante oculto, difícil de exhibir.