♡ Capítulo 37

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Alexei

Nunca pensé que mi vida podría llegar a este punto, pero aquí estoy, sosteniendo la mano de Natalia mientras salimos del hospital. No amo a esta mujer, pero no puedo ignorar la culpa que me carcome por dentro. A mi lado, ella apenas es una sombra de la persona que alguna vez conocí, sus ojos llenos de rencor y su corazón endurecido por el odio. Odio hacia Anashia, el amor de mi vida, y hacia mí, aunque nunca lo admitiría en voz alta.

Las semanas desde la pérdida del bebé han sido un torbellino de emociones y silencios incómodos. Natalia insiste en que Anashia la empujó deliberadamente, provocando el aborto, y ahora quiere demandarla. No sé cómo enfrentar esto, pero sé que debo proteger a Anashia, aunque eso signifique desafiar a Natalia y todo lo que conlleva.

Finalmente llegamos a la mansión, un lugar que alguna vez fue un refugio, pero que ahora solo parece una prisión. Abro la puerta y Luna, nuestra pequeña, corre hacia su madre con los brazos extendidos, buscando consuelo y cariño. En lugar de eso, Natalia la regaña con dureza.

—¡Cuidado, Luna! ¡Podrías lastimarme! —gruñe Natalia, alejándola bruscamente.

—¿Por qué eres así con ella? Deberías ser más paciente —le digo, tratando de mantener la calma, aunque por dentro me hierva la sangre.

Natalia me fulmina con la mirada, su rostro se retuerce en una expresión de furia contenida.

—Todo esto es por culpa de tu amante —escupe las palabras con veneno—. ¡Por culpa de esa mujer perdí a mi hijo!

Luna, al escuchar esas palabras, comienza a llorar desconsoladamente. Su pequeño cuerpo tiembla y mi corazón se rompe al verla así. Llamo a Karla, la niñera, para que se lleve a Luna, pero Natalia no ha terminado.

—La que mató a tu pequeño hermano fue la amante de tu padre —Declara con una frialdad hacia Luna, su expresión me deja helado.

Mi hija, sin entender del todo, solo sabe que su mundo se está desmoronando. Llora aún más fuerte, y en ese momento, algo dentro de mí se rompe. La discusión con Natalia se vuelve inevitable.

—¡Basta, Natalia! ¡No puedes seguir diciendo esas cosas delante de Luna! —le grito, incapaz de contenerme más.

—¡Es la verdad! ¡Esa mujer es una asesina! —me grita de vuelta, su voz llena de rabia.

Luna, abrumada por el caos, sale corriendo del salón, sus sollozos resonando en el vasto pasillo de la casa. La culpa, la impotencia y el dolor se mezclan en mi pecho, al ver a mi hija llorar por culpa de nosotros dos.

—Cuando te recuperes quiero el divorcio, no te tolero más.—Declaré dirigiéndome en la dirección que corrió mi pequeña.

—Atente a las consecuencias, porque Luna se quedará conmigo y esa mujer irá a la cárcel.—Soltó malhumorada, haciendo que detuviera mis pasos.

—No amas a la nena, ¿por qué razón pedirías la custodia? Sé que mi amante no tuvo nada que ver.—Mencioné, cansado de esta mierda.

Natalia soltó una risa irónica, mostrándome que está más loca que nunca.

—Tengo pruebas suficientes. Te alejas de ella por las buenas o será por las malas.

Negué, caminando a toda prisa hacia el jardín, ignorando las estupideces de Natalia. Se nota lo falsa que es; ni siquiera sufre por la pérdida de su hijo.

Iba acercandome a mi hija, quien lloraba abrazada a Karla. Detuve mis pasos al escuchar lo que decía.

—Mi papito no es malo y mi maestra tampoco lo es. Pero mi mami dice que mi hermanito murió por culpa de mi maestra—, hipeaba llorosa mi pequeña.

—Cariño, eres muy pequeña para entender a los adultos. Tu papi es un buen hombre y la maestra igual.—Karla le dio un beso en la mejilla a mi niña y le acarició su cabello rubio.

—Nani, no le digas a nadie, pero mi mami es muy mala. No me quiere, pero yo sí la amo mucho.

—No le diré a nadie, cariño. Pero tu mami está muy estresada, nada más... ya no llores, me pones triste.

—Está bien, nani. No voy a llorar más.

Me conmovió ver el amor que Karla le tiene a mi pequeña. Por otro lado, me duele verla tan triste y, sobre todo, comprensiva. No quisiera alejarme nunca del lado de mi hija. Tendré que llevármela a Los Ángeles cuando empiece el proceso de divorcio, no puedo dejar a mi hija en manos de Natalia, más al ver el problema que tiene con su ira.

Voy hacia mi hija y, al verme, ella se acercó y me abrazó con tanto amor.

—Mi niña, perdóname por todo. Te prometo que no vas a llorar más.

—Sí, papi. Te quiero mucho.

Asentí, cargándola en mis brazos y llevándola dentro de la casa hacia su habitación. Karla sonreía, mirando a mi niña con cariño.

Al llegar a la habitación, la dejé en su cama y hablamos un poco sobre los días que fue a la escuela y lo que más le gusta hacer cuando está ahí con sus compañeros. Reímos juntos mientras jugábamos; mi hija es lo más bello que me ha pasado en la vida. Sin ella a mi lado, sería vivir un infierno.

****

Durante los días siguientes, llamé repetidas veces a Anashia, pero ella no respondió en ningún momento. Le mandé mensajes y ella contestó de manera cortante: nuevamente intente llamarla hasta que por fin respondió.

—Alexei, por ahora no puedo estar en contacto contigo. Necesitamos tiempo. Lo de tu esposa aún me tiene consternada. Sabes que me llegó una solicitud de demanda por parte de ella y mi mamá está enferma, así que necesitamos alejarnos. Si me amas, te ruego que lo hagas.

—Anashia, te juro que no sabía eso. Hablaré con Natalia para que retire la demanda. Lo siento, amor, siento que todo esto es por mi culpa —dije, escuchando a Anashia sollozar—. Cariño, háblame.

—No puedo con esto, Alexei. Mi mamá tiene cáncer y no puedo estar en la cárcel. ¿Quién estará con ella? Dímelo —su voz se quebró. Me tapé la boca, consternado por la noticia.

—Iré a tu casa ahora mismo.

—¡No! —gritó Anashia, llorando más fuerte—. Déjame en paz... ya no puedo más... hazlo por mí. Por tu hija. Ella es la que más sufrirá por nuestra culpa, ¿entiendes?

Negué con la cabeza, sintiendo que el alma se me escapaba del pecho.

—No puedo dejarte.

—Pues yo te dejo y espero que entiendas. Alexei, mi madre me necesita fuerte para ella.

—Lo sé, cariño. Déjame apoyarte.

—Ya tengo un apoyo y lo mejor es que esto quede aquí. Adiós —espeta colgando la llamada. Me puse las manos en la cabeza y lloré... porque el destino se empeñaba en alejarnos y ahora la enfermedad de su madre.

—Mi Anashia, no me rendiré contigo... te amo y siempre te amaré. Esperaré que todo se calme y, cuando esté divorciado, la buscaré.

La Amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora