《Anashia》
La semana había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Llevé a mi madre al hospital para que empezara su tratamiento. Había muchas personas y el médico me pidió que esperara unas semanas para que me llamara.
—Doctor, pero mi madre no puede seguir esperando. Necesita comenzar su tratamiento ahora mismo — mencioné, al borde de la desesperación. ¿Cómo podían dejar atrás a mi madre? Era injusto.
—Entiendo su preocupación, señorita, pero no puedo hacer nada más. Podría considerar llevarla a un hospital privado si desea agilizar el proceso y la intervención quirúrgica.
Traté de respirar tranquilamente y buscar una solución. Sentía cómo los días pasaban y mi madre seguía debilitándose.
—Debo obtener una orden médica; la llevaré a otro hospital —digo decidida.
—Espero que comprenda. Tenemos muchos pacientes con casos similares que han estado esperando semanas, incluso meses, para ser tratados.
Asentí, observando a mi alrededor. El médico tenía razón. No era culpa suya. Me entregó unos papeles sellados que indicaban que mi madre necesitaba tratamiento urgente.
Salí del hospital y me acerqué a mi madre, pero antes me detuve al ver a la madre de la pequeña niña.
—Señora, ¿cómo está? —pregunté. La miré con tristeza en los ojos, mi corazón se encogió.
—Mi niña está cada día peor. Ahora está en cirugía y no sé qué pasará. Tengo miedo de perderla —explicó entre lágrimas, y las mías comenzaron a caer.
—Debemos orar y confiar en Dios —Declaré, tomando su mano. Ella asintió, agradecida. Me despedí con palabras de ánimo y una oración hacia nuestro Creador.
—Mamá, tenemos que buscar otro hospital. Tenemos una orden y hay muchos pacientes esperando —Expliqué a mi madre, que sonrió como si nada, intentando parecer fuerte por mí.
Mientras caminábamos hacia afuera a esperar un taxi, un hombre se cruzó en nuestro camino, visiblemente agitado y apurado, con una bata de hospital puesta.
—Lo siento —se disculpó, pero luego me miró fijamente.
—No es nada —susurré, leyendo su nombre en la bata: "Clínica de Oncología Astorga. Doctor Valencia, especialista".
—Está bien, necesito un taxi —dijo, visiblemente ansioso.
—Disculpe, doctor, ¿dónde queda esa clínica de oncología? —pregunté.
El doctor detuvo su prisa y me miró.
—Está en la avenida Los Robles, carretera Panamericana. Voy para allá. ¿Quiere venir?
Sonreí asintiendo, pero mi madre apretó mi mano negando.
—Pero es privada, ¿verdad? —pregunté.
—Sí, es privada —murmuró, mirándome—. Pero quizás puedan ofrecer planes de pago. Es tu madre la que está enferma, ¿verdad? —preguntó, a lo que asentí...El doctor suspiró.—Vamos —replicó, deteniendo un taxi vacío.
Nerviosa, subí con mi madre.
—Hija, no tenemos dinero.
—Podemos pagar en cuotas, mamá, no te preocupes. Necesitas empezar la quimioterapia. No pienso rendirme, ni tú tampoco.
—Eres fuerte, y eso es lo importante. Nadie debería rendirse ante esa enfermedad—Declaro el doctor.
—Gracias a Dios que se cruzó en nuestro camino. Quizás en la clínica podamos encontrar más esperanza.
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La Amante.
RomanceAnashia creía que ser la otra sería una ventaja para dejar atrás las inseguridades de su pasado, pero aún no estaba segura de querer ser el segundo plato. Ser la amante es como ser un diamante oculto, difícil de exhibir.