♡ Capítulo 51

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Parte 1
Narra Matias.

Maldita sea, Anashia, haré que seas mía a la fuerza. Desde el momento en que te vi, me di cuenta de que no permitiría que fueras feliz con nadie más. Mi obsesión por ti es tan intensa que no puedo soportar la idea de que estés con otro hombre. Todas las mujeres están dispuestas a estar conmigo, pero tú, Anashia, eres la única que se resiste. No me importa lo que tenga que hacer; no permitiré que te acerques a ningún otro hombre, al igual que hice con Alexei.

Sigo yendo a la librería donde ella trabaja. La observo mientras hace su trabajo, y me irrita verla sonreírle a los clientes. La  veo allí, y no puedo evitar acercarme.

—¿Qué tal, Anashia? —la salude con una sonrisa que no refleja mi verdadero sentir.

—Hola, Matías —responde con un tono que parece educado pero distante—. Mi prometido ya sabe quién eres. Le he comentado todo sobre ti.

—Pero, Anashia, ¿qué te sucede? Solo vengo en son de paz. Tú eres la que no me ha querido cerca. No tengo la culpa de que esté aquí en la librería por mis libros. Veo que te molesta, pero no te preocupes, no pienso molestarte.— Mencioné pareciendo dolido—Qué lástima que le hayas contado a tu novio sobre mí. Eso ya quedó en el pasado. Yo lo he olvidado.

—Lastimosamente yo no he olvidado todo lo que has echo. Así que me dejas trabajar tranquila.

Acepto negando. Me senté sobre el escritorio observando los libros pero mis pensamientos son lejanos, recuerdo que hice lo posible por venir aquí y actuar que me han invitado para las firmas. Incluso tuve que dar mucho dinero y nada más que lo hice por ella. Por una mujer con la que me he obsesionado y el cual haría todo por tenerla a mi lado. Me enamoré como un vil demente, estos tres años la pasé buscando por todos lados, finalmente la encontré en este poblado y no me iré sin ella de eso estoy más que seguro.

Subo al coche y me dirigí a mi apartamento, cuando llego abro la computadora y empiezo a escribir.

<<Tu indiferencia me irrita aún más. Me quedo observándote, deseando que entiendas que soy el mejor hombre para ti. Te sigo mientras trabajas, imaginando cómo podría ser tu vida a mi lado. Pero cuando pasa la hora y te veo irte, me siento frustrado. Me levanto con rabia y me dirijo a mi apartamento, decidido a encontrar la manera de que entiendas que no habrá nadie más para ti. Te daré todo lo que nadie a podido darte, amor eterno, quiero que seas la madre de mis hijos, mi esposa y viviremos felices por siempre. Deja de resistirte Anashia, mi peliroja hermosa, te amo y cada noche sueño contigo, con tus labios sobre los míos, tu cuerpo desnudo lleno se pecas encima del mio, mientras te penetro y gimes por el placer.

—Mierdas —grité enojado, a punto de lanzar la maldita computadora. Marqué el número de la chica que trabaja en el bar que he estado frecuentando.

—Hola, guapo, pensé que nunca me llamarías—dijo ella con una sonrisa coqueta, levante las cejas sonriendo.

—¿Qué te parece si nos vemos esta noche? Pero quiero verte con el cabello suelto y en ondas.

—Vaya, qué fetiche con mi cabello—respondió, divertida.

—Me encantas. Así que ya sabes, te veo en dos horas.

Colgué la llamada y me levanté del escritorio, pero luego regresé para guardar lo que acababa de escribir.

Entré a la ducha a tomar un baño. Hace unos días conocí a Rosalia. Ella es linda, con el cabello rojo como el de Anashia. No tiene tantas pecas, pero me encantó. Tuvimos sexo rápido en el baño del bar. Al parecer, trabaja como cabaretera. Cuando estaba con ella, me acordaba de Anashia. Ahora necesito tenerla en mi poder y hacerla gritar mi nombre. Mientras pienso en Anashia, empiezo a tocarme. La imagino desnuda, con sus curvas delante de mí, sonriéndome. Muerde sus labios antes de acercarse a mí y bailarme. Siento una fuerte sensación mientras la imagino, y sin darme cuenta, termino sobre mis manos. Asqueado, termino de ducharme y salgo con el albornoz puesto. Me recosté en la cama mientras espero a Rosalia. Pero una llamada entrante me hace maldecir y levantarme de la cama.

Veo el nombre de Natalia en la pantalla y, cansado, respondo.

—¿Qué deseas, mujer?

—Siempre eres áspero conmigo—comwnto ella, claramente ofendida.

—Así soy. Habla rápido, que no tengo todo tu tiempo.

—Grosero. Por desgracia, tanto para ti como para mí, Alexei ya sabe que le fui infiel contigo y que el bebé que esperábamos hace tres años era tuyo.

—¡Mierda!—grité, furioso—. Eres una bruta. ¿Cómo es posible que ni siquiera puedas retener a un hombre?

Bufé irritado. Ahora todo el mundo puede enterarse de lo que soy, y no puedo permitir que mi nombre esté en juego. Mi familia no debe enterarse y mucho menos los editores de España y china.

—William, deja de gritarme. Eres un maldito idiota.

—Y tú, una puta. Busca cómo callar a Alexei o sabrá que gracias a ti, su padre murió cuando lo llamaste para amenazarlo.

—Eres un imbécil. Me estás chantajeando.

—Sí. Así que busca cómo resolver ese asunto o todos sabrán la verdad sobre ti.

Colgué, a punto de tirar todo en la habitación. Mi carrera como escritor y empresario podría irse a la ruina por culpa de mi pasado.

Doy vueltas por toda la habitación, esperando a esa mujer, necesito quitarme el estrés de una ves por toda.

Cuando llegó la mujer llamada Rosa, abri la puerta y ella entró en el apartamento con una actitud coqueta que no podía pasar desapercibida. Me la quedé mirando mientras se acercaba, y sin pensarlo mucho, la tomé de la cintura, guiándola rápidamente hacia mi habitación. Una vez dentro, la miré detenidamente, intentando dejar de pensar en Anashia. Pero, por más que lo intentaba, la imagen de Rosa se desdibujaba en mi mente, sustituida por la imagen de Anashia. Negué borrando nuevamente esa imagen, por el momento disfrutaré mi encuentro con esta chica.

Ambos sonreímos mientras nos desabamos.

La desnudez de Rosalía me envolvía, y el impulso de fundirme en ella se hacía cada vez más urgente. Sin embargo, me detuve por unos segundos al ver su rostro, que momentáneamente me recordó al de Anashia.

—Con calma, tendremos toda la noche —comentó ella.

—De eso no hay duda, preciosa —respondí, intentando centrarme en el momento.

Rosalía sonrió levemente. Sin embargo, algo cambió cuando comencé a decirle que mencionara mi nombre. Ella, con una mezcla de curiosidad e incertidumbre, mencionó.

—Te llamas William, ¿no?

—Asi es pero dime Matías. Ese es mi nombre de escritor. Quiero escucharlo de tus labios —le pedí, con un tono de urgencia.

El sonido de mi voz parecía alterar el ambiente. Rosalía gimió, y la habitación se llenó del eco de nuestros cuerpos entrelazados. Pero entonces, en un arrebato de confusión y desesperación, la llamé Anashia. Su reacción fue instantánea:

—¿Cómo me has llamado, quien es Anashia? ¡Estás loco! Te has confundido.

— Pero para mí eres Anashia—espetó, con una mezcla de angustia y confusión.

—No, no, mi nombre es Rosalía —insistió ella—. Si estás pensando en otra mujer mientras haces esto conmigo, estás equivocado. Lo mejor que puedo hacer es irme. Págame lo que me debes y me iré.

—Tú no te vas a ningún lado Anashia —le grite, mi voz cargada de una determinación que ni yo entendía.

—¿Estás loco? Yo no me llamo Anashia ¡Así que suéltame! Si eres un hombre casado, no me metas en problemas.

—No soy casado —respondí, en un grito de desesperación—. Pero quiero casarme contigo. Puedes seguir con ese doctor, pero él no te ama.

—Maldito enfermo. Me voy de aquí—Replico levantándose de la cama.

Mi furia creció descontroladamente. Rosalía intentó levantarse, pero la golpeé fuertemente, ella grito pidiendo ayuda por lo que la agarré por el cuello y la asfixié hasta que su cuerpo quedó inerte sobre la cama. Al darme cuenta de lo que había hecho, observé el cuerpo sin vida de la mujer. Mi mente se tambaleó, y me sorprendí al ver que ella no era Anashia. Mi corazón latía desbocado mientras trataba de comprender lo que acababa de suceder. Sin saber qué hacer, me quedé allí, mirando el cuerpo sin vida de Rosalía, y me di cuenta de la horrible confusión en la que me había sumido.

Asesine a una mujer por mi obsesión.

La Amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora