AnashiaMamá llevaba días sintiéndose mal, así que la llevé al hospital Alemán para que le hicieran un chequeo médico. Mientras caminaba por el amplio predio del hospital, me dirigí hacia el árbol de nancite.
—Wao, está lleno de fruta—dije para mí misma mientras observaba a mi alrededor. Al hacerlo, vi a una pequeña niña a mi lado. Era delgadita y llevaba un gorro en su cabecita. Mi corazón se encogió al ver las ojeras marcadas en sus ojos.
—Yo las recojo y se las doy a mi mami para que prepare jugos de nancite y les dé a mis hermanitos—dijo con una voz suave.
—Son ricas. Me llevaré unas cuantas para preparar un delicioso jugo—le respondí. La niña sonrió feliz—. ¿Estás enfermita?
—Sí, tengo cáncer y prácticamente vivo aquí.
Quería llorar al oír eso. De repente, sentí un nudo en la garganta.
—Lo siento pequeña.
—¿Te doy lástima?—cuestionó ella, colocando sus manitas en mi mejilla. Sin darme cuenta, mis lágrimas se derramaron.
—Eres muy pequeña y me da una inmensa tristeza verte así.
Ella asintió, bajando su cabecita. La abracé mientras lloraba. Pobrecita, Dios mío, por favor sana a todos los enfermos con cáncer.
—Lo sé, solo tengo diez años, pero nací de esta manera y quizás muera porque no soporto el tratamiento de la quimioterapia y mi mami no tiene mucho dinero y todo esto me tiene muy débil.
—No digas eso. No vas a morir, solo aguanta y pídele a Dios siempre que te sane. Sí, tienes que tener fe, y veras que Dios mandara ángeles para que ayuden a tu mamita.
La pequeña asintió y limpió sus ojitos. La ayudé a levantar las frutitas del suelo, las que estaban en buen estado. Luego, se fue al ver a su mamá llegar junto a un pequeño niño y una joven. Me dolió el pecho al ver a esa criatura, con tanto futuro por delante, padecer de esa enfermedad tan maligna.
Voy hacia el consultorio donde estaba mi madre. Al parecer ya se ha realizado los exámenes, así que la espero en las bancas de los pasillos. Miro mi móvil, aburrida, al ver que no hay ni una llamada por parte de Alexei. Quizás está ocupado, debo ser paciente, él tiene demasiados problemas. Luego de esperar más de una hora, mamá aparece.
—¿Qué pasó, mamá?
—Debemos venir el lunes para los resultados y me dieron tratamiento.
Bufo molesta y niego con la cabeza.
—¿Hasta el lunes para saber por qué tienes ese dolor?—Mi mamá asiente, agarrándome la mano para que nos fuéramos del hospital. Ni modo, no podemos hacer nada. Es público para el pueblo, así que a aguantarme hasta el lunes.
—Vamos, mamá, debes tener mucha hambre.
—Ay sí, mi niña. Vamos.
Salimos del hospital para coger un taxi e ir directo a la casa. Era sábado, por lo que tenía que seguir trabajando con la edición de los libros de Matías. Sin embargo, primero está la salud de mamá, luego el trabajo.
***
Al llegar a casa le dije a mamá que se fuera a recostar. Se negó, pero le exigí que debía tratar de reposar. Me sentía molesta por no poder saber qué tenía, ya que teníamos que esperar hasta el lunes por el resultado. Por suerte, le dieron tratamiento.
Eran más de las doce del mediodía, así que saqué una libra de pollo y lo puse a descongelar. Luego, hice una sopa de pollo, corté las verduras y preparé un poco de arroz en la arrocera. Al finalizar el almuerzo, entré a la habitación y mamá estaba concentrada en sus telenovelas.
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La Amante.
RomanceAnashia creía que ser la otra sería una ventaja para dejar atrás las inseguridades de su pasado, pero aún no estaba segura de querer ser el segundo plato. Ser la amante es como ser un diamante oculto, difícil de exhibir.