♡ Capitulo 44

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Anashia

Era feliz, tener a mi pequeño Angel era lo quizás siempre anhele para completar mi vacía vida. El correteaba por toda la residencia, era feliz a mi lado y al lado de su abue como el decía al ver a mi madre.

—Es nuestro tesero más grande—Comento mamá atrapando a su nieto.

—Sí, lo amo él y tu son lo que más amo en la vida.

—Y donde me dejas a mi— Comento Sebas, acercándose y dejando un beso en mi mejilla. El niño se le acercó alegre y lo abrazo.

—Papi ya ha regresado, como estas.— Le empezó a hablar y yo sonreí suspirando. Mi mamá se notaba más alegre desde que nació mi pequeño, el vino a alegrar nuestros días. Recuerdo cuando le comente que estaba embarazada, mamá sonrió alegremente y no me reprochó nada, ella era la que pasaba todo el día junto a mi hijo, estos dos años han sido los mejores, desde que supe que el venía creciendo en mi vientre fui la mujer más feliz de la vida.

Por lo que decide alejarme de todo incluso de la escuela. Así que decidí comprar este pequeño terreno con mis ahorros y al vender la casa que nos dejó papá. De esa manera vine aquí y en estos tres años logré hacer mi hogar. No obstante
La ayuda que me pasaba el hotel y la ayuda de Sebastián. Por otro lado en esta comarca soy maestra, conseguí trabajo los días sábados ahora lídear con jóvenes universitarios y de igual manera amo mi profesión por lo que la paso magnífico con los chicos de mi curso.

Era de noche y miraba a mi hijo detalladamente, era muy parecido a su padre, sonrie feliz porque siempre puedo apreciarlo y ese hueco que estaba vacío se lleno con la llegada de Angel.

—Hija, ya debes descansar. Mañana te toca ir a la universidad.

—Sí mamá, no te preocupes, voy a descansar, voy a preguntarle a Sebastián si vendrá a la casa.

—Ve cariño—Asentí saliendo de la habitación. Entro a la cocina mientras marco el número de mi prometido.

—Cariño, buenas noches. Lamento no llamarte pero el turno está lleno.

—Tranquilo cariño, creaste— quise saber ya que el suele dejar la cena apartada para no dejar un paciente esperando.

—Bueno solo fue un sándwich, hay comida pero no quiero. Hubo una fuerte accidente y teníamos que hacernos cargo.

—Bueno, trata de comer y por lo menos descansar.

Colgué la llamada y suspiro, preparo un té de manzanilla con naranja. Pobre Sebastián desde que dejó la clínica privada se vino a Rivas y desde entonces casi no toma descanso, el es muy bueno y humilde a pesar de tener dinero prefierio entregarse a su profesión en esta pequeña comarca. De ves en cuando va a la clinica de sus padres. Espero que cene mientra trabaja, la última tenía un fuerte de dolor en su pecho quizás era aire ya que suele saltarse las comidas.

Al día siguiente, estaba preparando mi plan de clases cuando Sebastián llegó y me dio un beso en la cabeza. Sin decir una palabra, se metió en la habitación. Inmediatamente fui tras él.

—¿Qué te pasa? —le pregunté.

Sebastián me miró y negó con la cabeza.

—Estoy cansado. Necesito recuperar energía. Voy a dormir. Despiértame a las seis de la tarde, por favor. Necesito fuerzas para mi turno.

—¿Te duele la cabeza? —le pregunté mientras le tocaba la frente.

—Sí, un poco. Creo que es solo cansancio.

— Pero, ¿por qué tienes turno? Pensé que hoy tenías libre.

—Anashia sabes muy bien que en el hospital público siempre se necesitan más doctores. No puedo faltar.

—Entiendo —dije, aunque me preocupaba su estado.

—. Acuéstate un rato a mi lado. ¿Dónde está el niño? ¿Con tu madre?

Asentí sin quitar la mirada de él. Realmente se notaba cansado.

—Sí, están en la piscina, divirtiéndose un poco. Ya sabes cuánto le encanta al niño estar en el agua.

Lo miré y él me devolvió la mirada, luego me besó en la comisura de los labios. Siempre que hacía eso, mi mente viajaba a otro lugar, recordando esos ojos verdes, ese cabello negro alborotado y ese cuerpo tonificado. Pensaba en Alexis, el amor de mi vida. Quería borrar esos pensamientos y dejarme llevar por Sebastián, quien era un buen hombre. Lo miré y él comenzó a acariciarme bajo la blusa, dejando besos por toda mi piel. Cerré los ojos y me dejé llevar por la pasión que me provocaba, aunque no lo amaba profundamente, sí lo quería. Había aprendido a querer a Sebastián porque él se lo había ganado.

Después de pasar un rato con Sebastián, él quedó profundamente dormido. Me sentí preocupada al verlo así, sin saber qué le pasaba, aunque parecía simplemente agotado por todo el trabajo que tenía encima. Traté de no pensar demasiado en ello y le di un beso en la frente antes de cubrirlo con las frazadas. Después, entre a tomar una ducha  rápida y me vestí rápidamente y salí de la habitación. Para seguir con mi plan de clases.

Más tarde, preparé la cena. Tortillas de harina, café selecto junto a frijoles blancos. A las seis en punto, Sebastián se despertó por sí mismo. Se duchó rápidamente, se cepilló y, sin cenar, se apresuró a prepararse para ir al trabajo. Le preparé un poco de comida para llevar y le pedí que se cuidara. Como siempre, Sebastián respondió con una sonrisa alegre y me dio un beso en la cabeza antes de salir corriendo. Siempre tan responsable, especialmente cuando se trataba de cuidar a los enfermos en el hospital.

Al dia siguiente me desperté temprano, mi hijo ya estaba fuera de la cama jugando al lado de mi madre mientras ambos desayunaban, a lo que tranquilamente entre a la ducha, me cepillé y tome un baño, al salir me vestí con unos Jeans liso, estilo campana y la camiseta del colegio, me hice una coleta alta, para luego bajar y desayunar, aquella mañana, sintiendo el fresco aire de la comarca llenando mis pulmones Salí de la casa. Era un día especial, uno de esos en los que sentía una inmensa alegría. Caminé hacia la pequeña escuela del pueblo, donde los niños ya me esperaban con sonrisas y energía desbordante.

Al entrar al aula, los saludé con entusiasmo y comenzamos nuestra jornada. La enseñanza siempre había sido mi pasión, y ver sus ojos brillando de curiosidad y alegría me llenaba de satisfacción. Pasamos la mañana inmersos en historias y juegos educativos, el tiempo volando mientras compartíamos risas y aprendizajes.

Después de clases, me dirigí a la librería donde trabajaba por las tardes. Era un lugar tranquilo y acogedor, lleno de libros que contaban historias de mundos lejanos y aventuras extraordinarias. Mientras organizaba las estanterías y atendía a los clientes, me sentía en paz, rodeada de ese universo de palabras. Me encantaba incluso el olor de los libros.

—Anashia; que sorpresa— Susurro una voz conocida a mis espaldas, giré y lo miré nerviosa pero sin mostrárselo.

La Amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora