Anashia
—Hola Matías, ¿puedo pasar?
—Eh, sí, pasa, Anashia—dijo nervioso. Me dejó entrar pero se asomó al pasillo antes de cerrar la puerta. Vestía un short y una camiseta sin mangas.
—Dame unos minutos, estaba descansando y me tomaste por sorpresa.
—Claro, tómate todo el tiempo que necesites. Puedo ir a la oficina y encender la computadora.
—Sí, ve—balbuceó, entrando a su habitación. Me encogí de hombros y fui a la oficina. Encendí la computadora y conecté el USB. Matías estaba evidentemente nervioso, aunque no tenía idea de por qué. Además, me desconcertaba ver salir a la mamá de Luna del apartamento de Matías. Algo no me cuadraba. Chasqueé la lengua, tratando de olvidarme de ese asunto que no era mío.
"Claro que lo es", susurró mi subconsciente. Claro que sí, puede que haya algo turbio y quizás deba averiguarlo. Negué con la cabeza y me concentré en la edición, que era para lo que había venido. Solo quedaban dos semanas de trabajo con él.
Cuando Matías entró a la oficina, lucía diferente: menos nervioso y bien vestido.
—Ya estoy listo—comentó. Asentí y volví la mirada a la computadora.
—Puedes echarle un vistazo.
—Sí, claro—se acercó a mí y yo traté de alejarme un poco. No quería malos entendidos con él, y me ponía nerviosa tenerlo cerca después de aquella vez, ya se de lo que es capaz y no iba permitir que sucediera de nuevo.
—Perfecto, Anashia, eres muy buena en esto. Pero la edición necesita más redacción y corrección. Mi idea debe estar más desarrollada y aún no veo que fluya bien. Necesito que cada borrador tenga más de 3000 palabras.
¡Era en serio!
—Matías, hice todo lo necesario. De hecho, creo que va más tu idea que la mía; casi no aporté nada de lo que vi en las playas de Montelimar —respondí, algo molesta. Solo hice lo que él me pidió.
—Necesito más fluidez. Puedes empezar desde el sábado. Por ahora, estoy ocupado; debo ir a la editorial del Ruben Diario.
Negué, guardando los documentos y saqué la memoria USB.
—Te he mandado un documento a tu correo.
—¿Qué documento?—pregunté sin mirarlo, mientras guardaba mis cosas y me preparaba para salir corriendo de allí. No quería seguir respirando el mismo aire.
—Es el contrato que firmaste conmigo.
—Pero, ¿por qué? Solo necesito entregarte las últimas correcciones; prácticamente ya renuncié.
—En serio, me dejas sorprendido. Está bien, Anashia, solo cumple y ya.
—Bien, eso haré. Me voy.
Salí del apartamento de Matías a toda prisa. Entré al elevador y marqué el número. Solté un bufido exasperada. Sé que la edición está buena, pero él quiere seguir reteniéndome.
Al bajar, cruce la calle y me subí a la ruta que me llevaría a casa. Mientras tanto, coloqué los audífonos y me puse a escuchar música movida; con música suave podría quedarme dormida y quién sabe dónde iría a parar.
¡Ay no! Solo imaginar lo que me pueda suceder me pone la piel de gallina, especialmente con tantas muertes en nuestro país, secuestros, jovencitas violentadas e incluso niños, algunos macheteados por sus secuestradores, trata de personas y un sinfín de cosas. Negué, abrumada.
Una señora me observaba y soltó una risa burlona. Elevé las cejas y la ignoré. Miré la carretera; el día seguía agitado, el atareo del día era cansado, por otro lado me encuentro ansiosa por llamar a Alexei, en cuanto llegue lo llamare.
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La Amante.
RomanceAnashia creía que ser la otra sería una ventaja para dejar atrás las inseguridades de su pasado, pero aún no estaba segura de querer ser el segundo plato. Ser la amante es como ser un diamante oculto, difícil de exhibir.