Narra Sebastián.
Sentía el cansancio y el abatimiento apoderarse de mí cada día más. Esa tarde decidí que era el momento de ir a la capital, a la clínica de mi hermana. Los días pasaban rápido, y aunque estaba feliz por casarme con Anashia, una sombra oscura de inquietud me seguía a todas partes. Sentía que esa felicidad podría desvanecerse en cualquier momento, y aunque no quería admitirlo, sabía que algo no estaba bien.
He atendido a suficientes pacientes para reconocer ciertos síntomas. Dolor de cabeza intenso y persistente, fatiga... Todo me indicaba que debía hacer algo antes de que fuera demasiado tarde. Así que, con esa preocupación en mente, me dirigí al hospital de mi hermana.
Le dije a Anashia que me quedaría unos días con mi madre por una reunión familiar, pero en realidad, iba a descubrir qué me estaba pasando. Necesitaba respuestas.
Cuando llegué a la capital y entré en la clínica, mi hermana, Valentina, me recibió con una cálida sonrisa.
—¡Sebastián! ¡Qué sorpresa verte por aquí! —me dijo mientras me daba un abrazo.
—Valentina, necesito tu ayuda. He estado sintiéndome muy mal últimamente. Dolores de cabeza intensos y un cansancio que no puedo explicar. Necesito que me hagas una radiografía y otros exámenes.
Su rostro se tornó serio por un momento, pero luego me dio una palmadita en la espalda.
—Sebastián, no te preocupes. Seguro es solo el estrés. Vamos a hacerte los exámenes, pero mantén la calma. Todo va a estar bien.
Asentí, tratando de tranquilizarme, pero en el fondo, la inquietud no desaparecía. Esperaba que Valentina tuviera razón y que todo esto fuera solo una reacción a la presión del trabajo y la boda.
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Mientras esperaba en la sala del hospital, mis ojos se posaron en el móvil en unas imágenes de Anashia y del niño. Apreciaba profundamente a ese niño, quien se había ganado todo mi cariño. Recordé cuando Anashia con lágrimas en los ojos, me confesó que había dejado a Alexei haciéndole creer que tenía un nuevo amor. Sin embargo, ninguno de los dos tenía la culpa de lo que sentían. Lastimosamente, ella era la amante y el no podía abandonar a su hija junto a esa mala mujer, eso significaba perder a su única hija. Intenté hacerle entender que debía seguir a su corazón, pero Anashia decidió olvidarse de Alexei, cosa que yo sabía que ella nunca podría olvidarlo.
Cuando Anashia descubrió que estaba embarazada de Alexie, se sintió perdida, preocupada por la enfermedad de su madre. Sintiendo una profunda atracción por ella, le propuse ser el padre de su hijo. Ella, después de mirarme fijamente a los ojos, aceptó. Ese momento me llenó de una felicidad inmensa, aunque sabía que Alexei ocupaba su corazón. Sin embargo, también sabía que Anashia sentía algo por mí.
Resople, pensando en ése William, en cómo nunca imaginé que mi futura esposa hubiera pasado por tanto. Ahora, ese Matías estaba en la comarca de Rivas, pero yo le había puesto un ultimátum. No permitiría que se acercara a Anashia. Conociendo a Anashia, sabía que no se dejaría influenciar por él. Afortunadamente, ella estaba bien y Matías solo estaba ahí por trabajo. Si intentaba algo, me aseguraría de que todos supieran la clase de escritor que era.
Dejando de lado esos pensamientos, me concentré en las personas que entraban y salían del pasillo del hospital. Después de varios minutos, mi hermana apareció y me llamó.
—Hermanito, ven, vamos a realizar los exámenes para que te quites ese nerviosismo y esos malos pensamientos. Tranquilo —dijo con una sonrisa.
Le devolví la sonrisa y la seguí. Al entrar a la consulta, primero a realizar los exámenes de sangre, luego con el cardiólogo para revisar mi corazón, sin embargo yo sentia que el problema estaba en mi cabeza por lo que cuando entre con el nuerologo sentí un horrible nervios, el al verme me recibió y me invitó a sentarme.
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La Amante.
RomansaAnashia creía que ser la otra sería una ventaja para dejar atrás las inseguridades de su pasado, pero aún no estaba segura de querer ser el segundo plato. Ser la amante es como ser un diamante oculto, difícil de exhibir.