《Sebastián 》
Quedé viendo a Alexis, sabiendo muy bien quién era él. Las casualidades de la vida habían traído al único amor verdadero de Anashia a mi presencia. No estaba seguro si me reconocía, pero su mirada me decía que sí sabía quién era yo.
Después de un rato, quedé dormido por un largo tiempo. Cuando abrí los ojos, el tipo aún seguía ahí. Se acercó a mí y me preguntó cómo me encontraba, a lo que le respondí que me sentía mucho mejor.
—Muchas gracias, Alexis Servantes.
Él sonrió y asintió.
—Mucho gusto, Sebastián Valencia.
—Así mismo, soy el doctor Sebastián. Pensé que no me ibas a reconocer.
—Lo mismo pensé, pero discúlpame que sea inquisitivo. No debería preguntar esto, pero ¿en verdad tienes un tumor en la cabeza?
Me sentí triste y bajé la mirada, sintiéndome apenado. Sin embargo, ¿por qué iba a esconderlo si me había ayudado?
—Sí, tengo un tumor en la cabeza. Lastimosamente voy a morir si no me lo operan a tiempo.
Lo siento mucho, por otro lado, discúlpame. La verdad, me siento apenado contigo. También sabes que el amor de mi vida es la mujer con quien te vas a casar, ella sabe de esto.
—No te preocupes, no es necesario que lo digas. Ella no sabe nada, por favor no se lo comentes por nada del mundo por si la vez— Susurre con la voz débil. No quisiera que ella supiera mi mal no por ahora.
—Creo que deberías de irte del país en busca de mejores especialistas, no deberías de ocultar algo tan delicado a tu futura esposa.
Alexei me estaba comentando que no debería ocultarle algo tan delicado a mi futura esposa. Tal vez Anashia me apoyaría, o podríamos buscar un especialista e irnos fuera del país. Pero lo interrumpí antes de que continuara:
—No, no lo creo. Soy médico, he visto muchos casos de tumores malignos y, en muchos intentos, los pacientes mueren. ¿Crees que yo pueda sobrevivir? Lo dudo. No tengo idea de por qué tengo esto, pero solo quiero casarme con ella y ser feliz hasta donde pueda.
—¿Pero no piensas en tu hijo? —preguntó.
Al escuchar eso, lo miré soprendido. Claro que pienso en él, pero supe en ese instante que Alexei no sabía que el hijo de Anashia era suyo. Él pensaba que ese niño era mío.
—Sí, pienso en ellos, en los dos, en mi familia y en mi hermana. En todos. Sin embargo, ¿qué puedo hacer yo si este es mi destino?
—No debería ser así. Se nota que eres un buen hombre, Sebastián. Deberías tratar de ir al extranjero, hacerte exámenes y una buena cirugía en Francia o en Rusia, donde están los mejores médicos.
—No sé qué decirte. He investigado de varias maneras, pero lastimosamente el tumor que tengo en la cabeza es demasiado grande y está aumentando de tamaño. No me cuidé, no busqué ayuda a tiempo, y ahora que sé que tenía los síntomas, es demasiado tarde.
—No digas eso. Sé que Anashia te quiere mucho y se pondrá muy triste si te sucede algo.
—Gracias, Alexei. Eres un buen hombre. Me da tristeza saber que nunca pudiste estar junto con ella. Tal vez el destino algún día los una, ¿no lo crees?
Alexei sonrió tristemente, suspiró y luego dijo:
—Es triste hablar de esto contigo. Perdóname, no debería, ya que es tu novia, tu futura esposa.
—Tranquilo, no te preocupes por esas cosas. Debo aprender a aceptar. ¿Sabes? Te quiero pedir un favor.
—Dime.
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La Amante.
Любовные романыAnashia creía que ser la otra sería una ventaja para dejar atrás las inseguridades de su pasado, pero aún no estaba segura de querer ser el segundo plato. Ser la amante es como ser un diamante oculto, difícil de exhibir.