♡ Capitulo 13

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Alexei

Estaba a punto de chocar con un auto debido a la  velocidad con la que manejaba. Estaba furioso por el comportamiento de Anashia. Intenté explicarle con detalles, pero ni siquiera me dejó hablar.

Nuestra relación era una locura, pero la amaba desesperadamente. La necesitaba como a nadie más, aunque intentara alejarme de ella, no podía. La tenía en mis sueños, en mis pensamientos, y la quería a mi lado sin importar nada.

Al llegar al hotel, hablé con Dylan sobre el incidente con el hombre que había abordado a Anashia. Le pedí que cancelara la habitación del sujeto.

—¿Quieres decirme que ese idiota de Ricardo intentó seducir a mi empleada, quien además es tu amante? Y la amenazo.

No quise que sonara así, pero asentí avergonzado.

—La amo con locura. Quizás pienses que soy un mal esposo, pero mi matrimonio fue por la voluntad de mis padres. Anashia fue mi primer amor y creo que será el último, incluso estando al lado de una mujer a la que nunca amaré.

—Lamento escuchar eso. Hubo una época en la que estuve casado sin amor.

Quedé atónito por su confesión. No lo sabía.

—¿Quieres decir que estuviste sin amor?

—Sí, al igual que tú, fui infiel. Pero nunca amé a mi esposa, y volví a encontrar a mi antiguo amor. Al final, mi esposa resultó ser una mujer despreciable, me engañaba con mi propio padre.

Vaya que cosas no.

—Entiendo. Aunque Natalia no me es infiel y tengo a mi querida hija, a veces me siento culpable por engañarla.

—No hay mal que dure mil años, estimado Alexei.

Tiene toda la razón. Pero por ahora esperaré a que nazca mi hijo. Y por otro lado ese Ricardo se las verá conmigo no debió tocar terreno ajeno.

Después de nuestra conversación, me sentí un poco más aliviado. Parecía que Dylan entendía mi situación más de lo que yo esperaba. Su confesión sobre su pasado sin amor me hizo sentir menos solo en mis propios dilemas.

Cuando llegué a casa, busqué a mi hija pero no la vi; debía estar con la niñera.

—Has llegado temprano— dijo Natalia, tratando de abrazarme, pero me aparté.

—Sí, ¿cómo te has sentido?— Quería saber, aunque todavía estaba molesto por haber visto que recibió la llamada de Anashia. Quizás ella sabe algo, pero debo esperar; no quiero que vuelva a cometer la locura de hace unos días.

—Vas a llevar a la niña a la escuela este lunes— pregunta Natalia.

—Sí, lo haré. Esta semana no pude hacerlo por tu condición.

—Lo siento, no volverá a pasar. Solo quédate a mi lado— Pidio ella. La miré incrédulo. Realmente, Natalia no estaba bien de sus sentidos.

—En tu estado, deberías preocuparte solo por tu bienestar y dejar de comportarte como una joven enamorada—comenté, sin apartar la mirada de ella.

Ella me miró enojada por lo que acababa de decir.

—No entiendo por qué me tratas tan indiferente, incluso para dormir a mi lado es difícil.

No quise continuar con esta absurda conversación, sentí un nudo en el estómago. La situación con Natalia se estaba volviendo cada vez más complicada, y mis propios sentimientos hacia Anashia solo agregaban más peso a mi carga emocional. Necesitaba tiempo para reflexionar sobre cómo manejar todo esto sin lastimar a quienes me importaban.

***

Después de esa incómoda conversación con Natalia, decidí buscar a mi hija. La encontré en su habitación, jugando con sus muñecas.

—¡Papá!—exclamó con alegría al verme. Corrió hacia mí y me abrazó con fuerza.

—Hola, mi pequeña princesa— dije devolviéndole el abrazo. Me sentí reconfortado por su cálido gesto.

Pasamos un rato juntos, hablando y riendo mientras jugábamos con sus juguetes. La inocencia y la alegría de mi hija eran un bálsamo para mi alma atribulada.

—Papá, ¿puedo decirte algo?— preguntó ella, mirándome con sus grandes ojos curiosos.

—Por supuesto, cariño. ¿Qué pasa?—respondí, acariciando su cabello.

—Extraño a mi maestra y a mis amigos de la escuela— confesó con tristeza.—Quiero volver a la escuela para jugar con ellos.

Su declaración me llenó de ternura y también me hizo sentir un poco culpable. Mi hija estaba sufriendo por la situación en la que nos encontrábamos, y me di cuenta de que necesitaba hacer algo al respecto.

—Lo entiendo, cariño—le dije con suavidad.— Voy a hablar con tu maestra para ver si podemos organizar algo con tus compañeritos cuando llegues a la escuela el lunes, ¿Te parece? .

Una sonrisa radiante iluminó el rostro de mi hija. Asintió emocionada, agradecida por mi promesa.

Esa tarde, me comprometí a hacer todo lo posible para que mi hija recuperara un poco de normalidad en su vida, incluso en medio de nuestras complicaciones familiares.

Por otro lado, mientras pasaba tiempo con mi hija, una parte de mí estaba desesperada por ver a Anashia. Había sido un maldito impulso mentirle diciendo que estaría de viaje, y ahora me sentía más arrepentido que nunca, como un idiota.

****

La noche llegó y la llamé, pero nuevamente Anashia ignoraba mis llamadas. El silencio del otro lado de la línea era como un puñal clavándose en mi corazón. ¿Por qué me evitaba? ¿Qué había hecho para merecer este castigo silencioso? La ansiedad y la preocupación se apoderaron de mí mientras imaginaba que nunca ella quera volver estar conmigo.

Intenté mantener la compostura frente a mi hija, pero por dentro, estaba hecho un manojo de nervios. Necesitaba desesperadamente respuestas, pero temía enfrentarme a la realidad de que quizás Anashia ya no quería tener nada que ver conmigo.

****

Al finalizar la cena, le pedí a la niñera que le diera un baño cálido a mi hija y la acompañara a dormir. Entré en mi habitación y tomé un baño ligero. Al salir  envuelto en la toalla, me sorprendió ver a Natalia desnuda en mi cama...

¿Qué pretendía ella, apenas llevaba unos días de salir del hospital? Estaba cansado, y no sentía absolutamente nada por ella. Ni siquiera verla así me animaba.

—Natalia, ve a tu habitación. ¿Qué haces aquí?— Quise sonar tranquilo mientras ella se levantaba y se acercaba a mí, tocando su abultado vientre y acariciándolo.

—Quería pasar la noche al lado de mi esposo. Llevas meses sin hacerme el amor—dijo con voz suave.

Negué con la cabeza, alejándome.

—Ve a descansar—le pedí, buscando un albornoz para cubrir su desnudez.

—Alexei, en serio, ¿no me vas a tocar? ¿Qué soy entonces, una estatua?

—No eres eso, pero por favor, entiende. No pierdas tu dignidad— susurré, tratando de evitar que se sintiera mal. Sin embargo, cometí un error, ya que comenzó a gritar y lanzar cosas por la habitación antes de salir, maldecirme en el proceso.

Estaba harto de esta situación y sentía que me estaba ahogando en un pequeño lago sin salida. La tensión en mi matrimonio se volvía cada vez más insoportable, y no sabía cuánto más podría aguantar antes de estallar.

La Amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora