Capítulo 10

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—¿Estás segura de que no puedes quedarte más tiempo?

—Tengo que volver, —dijo Lisa mientras se sentaba a horcajadas sobre su moto, sosteniendo su casco bajo el brazo. —Mañana estoy otra vez de guardia.

—Sé perfectamente que no tienes que hacer tantas guardias, no desde que eres la jefa. —señaló Maddy, apoyándose en la valla, y cubriéndose con una mano los ojos del sol de la mañana. Había oído a su nieta rondar por la casa durante toda la noche, y se preguntaba si había dormido algo. Hacía años que no la había visto tan agitada e inquieta, no desde los primeros meses después de que Lisa se había ido a vivir con ella, cuando todavía tenía su apartamento en Manhattan. Llegó un momento en el que pensó que ninguna de las dos volvería a dormir nunca más. —Puedes permitirte que otros lo hagan por ti.

Lisa se encogió de hombros, pero no discutió. —A veces, aunque no esté allí tengo el mismo trabajo, simplemente se va acumulando y me esperaba.

Y no sabes qué hacer contigo misma si no estás trabajando, pensó Maddy. Dio un paso adelante y le acarició el brazo de Lisa . —Vuelve pronto.

—Lo haré,—respondió Lisa poniéndose el casco. —Llámame si necesitas algo. Y hazme una lista de las cosas que necesitas que arregle. —Se inclinó para besar la mejilla de la otra mujer. —Te quiero, —murmuró.

—Y yo a ti, —respondió Maddy. —Te tendré preparada esa lista.—Lo haría, aunque podía permitirse el lujo de contratar a personal de mantenimiento para mantener el lugar en buenas condiciones. Pero sabía que su nieta necesitaba una excusa para salir de vez en cuando de las exigencias y las repercusiones de su trabajo.

—¿Por qué no traes a esa directora de cine la próxima vez? Me gustaría saber cómo son las cosas en la industria hoy en día, —añadió Maddy casualmente. No pudo ver la sorpresa en los ojos de su nieta, porque Lisa ya había bajado la visera gris humo sobre su cara.

—Claro, —respondió Lisa automáticamente, casi riéndose de lo absurdo de esa idea. No podía imaginar porque una mujer cosmopolita y ocupada como Jennie Kim, tendría algún tipo de interés en pasar una tarde con ella, y una envejecida y solitaria reina del cine, en medio de la nada sentadas en un porche viendo crecer el maíz.

 No podía imaginar porque una mujer cosmopolita y ocupada como Jennie Kim, tendría algún tipo de interés en pasar una tarde con ella, y una envejecida y solitaria reina del cine, en medio de la nada sentadas en un porche viendo crecer el maíz

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—Es muy bueno, Jennie, —dijo Rosé, reclinándose en su silla con un suspiro. Las dos habían estado sentados hombro con hombro, frente al monitor que Lisa había dispuesto para ellas en la sala de guardia, durante una buena parte de la tarde y la noche. Habían instalado un equipo para examinar las cintas de video que Rosé había grabado, y habían estado revisando las imágenes del trauma, que habían tenido dos noches atrás. —Estaba allí, y todavía hoy hay imagines que me hacen contener la respiración.

—Sí,—murmuró Jennie distraídamente, consultando el registro y codificación de los marcadores digitales para encontrar una escena que quería volver a ver. Silenció el sonido en el ordenador y observó, Jisoo Kim y Manoban estaban inclinadas sobre la pequeña niña rubia, consolándola, después la cirujana la examinaba de forma rápida y con soltura. —¿Has visto eso? —preguntó. —Mira la diferencia de aquí... hasta aquí...

Suposiciones destrozadas┃ JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora