—Perdona por no haberte devuelto las llamadas, —dijo Jennie mientras se unía a Rosé en la cafetería un poco antes de las siete de la mañana —Llegué a casa muy tarde. —Y yo no quería hablar con nadie.
Dejaron a Maddy por la tarde, y el viaje de regreso a Manhattan transcurrió sin incidentes. Si una cortés distancia podía ser considerada sin incidentes, especialmente después de haber estado pegadas la una a la otra, durante más de una hora en la moto. Sus buenas noches fueron igualmente civilizadas y adecuadas.
—Nos vemos mañana, —se despidió Lisa, sin bajarse de la motocicleta con el motor ronroneando debajo de ella.
—Sí. Gracias por presentarme a Maddy, —respondió ella, de pie en la acera, con las manos en los bolsillos de los pantalones prestados, y su propia ropa enrollada bajo el brazo. —Me ha encantado hablar con ella.
—Ella también ha disfrutado mucho, —respondió Lisa, mientras daba vueltas y más vueltas al casco en sus manos. —Bueno, —dijo poniéndoselo finalmente. —Buenas noches.
—Buenas noches.
Jennie la vio alejarse, acelerando y haciendo rugir el motor en el silencio de la noche, se reprendió a sí misma por sentirse tan decepcionada. ¿Qué diablos te pasa? ¿Qué esperabas que Lisa te dijera? Nos acostamos juntas. Vale, está bien. La gente lo hace todo el tiempo. Es natural, normal y no tiene por qué significar nada más allá del momento.
Cuando se dio la vuelta y entró, seguía castigando a sí misma mentalmente por esperar algo más.
—¿Jennie?
—¿Hmm? —preguntó Jennie distraídamente, con su mente todavía en la imagen de Lisa desapareciendo en la noche y la soledad que había venido después. Un sentimiento extraño para ella. Centrándose en Rosé, se disculpó de nuevo, —lo siento si te he preocupado.
—No pasa nada —le aseguró Rosé rápidamente. —Cuando no supe nada de ti, pensé que necesitabas un descanso de todo esto.
—No de ti, —le corrigió Jennie con firmeza. Estudió a su amiga por encima de su taza de café. Rosé parecía tan agotada como se sentía ella, a pesar de que había dormido seis horas seguidas, después de que finalmente había decidido irse a la cama. El sueño no le había hecho sentirse mejor. Eso probablemente fue, porque sus sueños estuvieron poblados por figuras sin rostro, conduciendo a través de carreteras oscuras y tétricos paisajes, que la habían impregnado con una sensación de peligro. Jesús, había sido el clásico sueño angustioso. Qué original. Molesta consigo misma, mentalmente se sacudió el malestar persistente y se concentró en Rosé. —Decías en tu mensaje que querías hablar de algo. ¿Hay algún problema con el proyecto?
—No, —respondió Rosé con un movimiento de cabeza. Por supuesto, eso sería lo primero que pensaría Jennie. A pesar de su afecto, rara vez hablaban de cosas personales. Jennie nunca parecía necesitarlo, y su perfecta vida ordenada, hacía que Rosé se sintiera como si fuera una mierda cada vez que tenía un problema. Jennie nunca había dicho eso, ni siquiera lo había sugerido, pero de alguna manera, cada vez que Rosé comparaba su propia vida con la de Jennie, se sentía inadecuada. —Es... uh... esto no funciona.
—¿Está todo bien?
—Sí, —respondió Rosé en un tono que sugería todo lo contrario, hurgando en la tostada de su plato. —Supongo que sí.
—Rosé, sé que estás mintiendo. Dilo de una vez.
—Bueno, es sólo que... lo que sucedió con Aarón. En cierto modo me afectó.
—Normal, —dijo Jennie suavemente. —Fue horrible. Y aterrador.
—Quiero decir, —continuó Rosé como si no hubiera oído la respuesta de Jennie, con la mirada un poco desenfocada al parecer reviviendo el momento. —Las cosas se han puesto difíciles, una o dos veces. ¿Recuerdas cuando pensamos que los tanques iban a empezar a disparar, justo donde estábamos colocando nuestras cámaras?
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Suposiciones destrozadas┃ JENLISA
RomanceLa Dra. Lalisa Manoban jamás permitiría que su unidad de traumatología fuera tema de un documental. Las luces y las cámaras no tienen sitio en un hospital. No hace falta decir que a la doctora no le hizo ninguna gracia cuando Jennie Kim, una cineast...