Doce meses más tarde
—¿Quién es? —preguntó Lisa, subiéndose su camisa quirúrgica por la cabeza.
—Soy yo, —dijo una voz profunda desde el pasillo fuera de la sala de guardia.
Apresuradamente, se bajó la camisa y fue hacia la puerta. —¿Qué quieres? —preguntó impaciente, mirando hacia fuera. —Ya son las seis y veinte.
Era evidente que él sabía la hora que era. Estaba elegantemente vestido con un traje negro de gala, y llevaba su pelo rubio impecablemente peinado como siempre. Levantó una ceja ante su evidente estado de no disponibilidad, y dijo: —Sé exactamente la hora qué es. Estaba comprobando que estuvieras lista.
—No, Jackson, no estoy lista. ¿Parezco preparada? ¿Estás pensando en ayudar a vestirme? Porque si no es así, ¿podrías por favor irte y dejarme en paz?
Jackson Wang estaba disfrutando del nerviosismo de Manoban. No era frecuente en ella; nunca había llegado a verla perder el control ni siquiera un poco. "Nerviosa" simplemente no era una palabra que se pudiera aplicar a Lisa Manoban. —Bueno, si quieres, probablemente podría complacerte.
—Jackson, tal vez alguna vez te haya dicho que te he echado de menos, pero a estas alturas ya no me acuerdo. No tientes a tu suerte, o puede que vuelvas a hacer guardias en la planta de medicina general.
—Jisoo se acaba de ir. Estaba espectacular. Bonito medio de transporte, también, —dijo entrando en la sala de guardia, e ignorando por completo sus amenazas vacías.
Lisa levantó una ceja. —Déjame adivinar. ¿Un Rolls Gris en perfecto estado?
—Exacto.
—Por favor, por favor, dime que mi abuela no conducía.
—No, una rubia un poco desaliñada. —Cuando Lisa gimió, se rió y se compadeció de ella. —No, conducía una magnifica chofer castaña con pómulos como Jodie Foster. Y la pareja de Jisoo estaba estupenda también. Rosé está muy sexi.
—Las tres juntas en la ciudad con el Rolls. Es aterrador. —Puso una mano en el pecho de su compañero y lo empujó. —Vete.
—¿Dónde está tu ropa? —preguntó sin moverse.
—El sastre está al caer. —Exasperada, agregó. —Ahora adiós. —Señaló hacia el pasillo y le dio un empujón en esa dirección.
—¿A qué hora viene a recogerte?
—Dentro de veinte minutos y todavía tengo que ducharme. Así que haz el favor de perderte.
—Sí, doctora, —dijo en tono burlón, retrocediendo finalmente hacia el pasillo. —Te veré allí.
—Sí, sí, —murmuró, cerrando la puerta rápidamente detrás de él, y quitándose por fin la camisa. Se desató los pantalones, y estaba a punto de quitárselos cuando llamaron a la puerta de nuevo. —No estoy bromeando, —le gritó desde su lado de la puerta. —Desaparece ahora mismo, a menos que tengas la intención de venir aquí y ayudarme a quitarme el resto de la ropa.
Por un momento, hubo un silencio sepulcral y, a continuación, Jennie habló desde el pasillo. —Estoy intentando decidir quién crees que podría estar aquí de pie, y la única en quien razonablemente puedo pensar es en Jeon Somi, y si ese es el caso, voy a matarte.
Lisa abrió la puerta por segunda vez y se asomó. —¿Qué estás haciendo aquí? Todavía no es la hora. ¿O lo es?
Jennie no respondió. Se apoyó en el marco de la puerta, protegiendo a su amante de la vista de los transeúntes en el pasillo, y se quedó mirando. Lisa estaba de pie a unos metros de distancia, casi desnuda, con sus pantalones de quirófano hasta la mitad de sus caderas, el pecho y el estómago al descubierto. A pesar de que Jennie la había visto entrar a la ducha desnuda aquella misma mañana, y ahora probablemente se preparaba para hacer lo mismo, el cuerpo desnudo de Lisa despejaba cualquier otro pensamiento de su mente. Sus manos se estremecieron con el impulso de tocarla. Luchó por controlarse pero sabía que era en vano. —¿A quién esperabas?
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Suposiciones destrozadas┃ JENLISA
RomanceLa Dra. Lalisa Manoban jamás permitiría que su unidad de traumatología fuera tema de un documental. Las luces y las cámaras no tienen sitio en un hospital. No hace falta decir que a la doctora no le hizo ninguna gracia cuando Jennie Kim, una cineast...