—Lo siento, no puedo darle ese número.
—Mire, —dijo Jennie, tratando valientemente de contener su temperamento, al tiempo que se recordaba a sí misma que no era culpa de Naomi Riley que ella no pudiera encontrar Lisa. —Es importante que hable con ella. Si no me puede dar su número, ¿qué tal si se pone en contacto con ella y le dice que me llame?
—Sí, puedo hacer eso. Pero tengo que advertirte, que es muy posible que haya salido de la ciudad y no responda.
—¿Podría darme el número de su abuela, entonces? —Intentó Jennie.
—Me temo que no es posible, —respondió la secretaria de Lisa, con un tono claramente más frío. —Srta. Kim, son las cinco pasadas, la doctora Manoban abandonó el hospital poco después de que terminó en quirófano. Ha estado de guardia la noche anterior, y no espero que vuelva al hospital durante al menos veinticuatro horas. Todo lo que puedo hacer por usted, es intentar ponerme en contacto con ella.
—Está bien, lo entiendo. Apunte mi número, 212-555-1783. Si la localiza dígale que es importante, por favor.
Dos horas más tarde, Jennie seguía paseándose por los confines de su apartamento, esperando a que sonara el teléfono. Lo racional sería simplemente esperar hasta la próxima vez que estuviera de guardia con el equipo de trauma y tratar de encontrar tiempo para hablar con Lisa. ¿Qué más daban cuarenta y ocho horas más o menos? Excepto que sabía que no podía. Lo único en lo que podía pensar era en los últimos momentos en la azotea, la forma en que se había sentido abrazando el cuerpo de Lisa contra el suyo. El hambre que aún no se había ido.
Pero no solo estaba ansiosa por ver a Lisa, por las sensaciones físicas que recordaba y anhelaba. Aquellos segundos fugaces, cuando el dolor y la decepción habían parpadeado a través de los ojos normalmente cautos de Lisa, la atormentaban. No podía soportar aquel malentendido ni un momento más. Ni siquiera le importaba que aquello no tuviera ningún sentido; muy pocas cosas lo tenían, casi desde que la había visto por primera vez. Tal vez desde el primer instante en que había abierto los ojos, sola y dolorida, y había encontrado algo sólido a lo que agarrarse en la mirada fija y serena de Lisa Manoban.
Cuándo había empezado, dónde había empezado, cómo había empezado, nada de eso importaba ya. Lo único que sabía era que quería estar con ella.
Cuando aceptó que Lisa no iba a llamar, Jennie entró en su dormitorio, y metió algo de ropa en una bolsa de viaje. Cogió las llaves del coche, una chaqueta ligera y se dirigió hacia la calle confiando en que su sentido de la orientación no la hubiese abandonado.
Jennie llamó tímidamente a la puerta, conteniendo la respiración mientras trataba frenéticamente de pensar en un saludo, o algún tipo de explicación que tuviera sentido. Desgraciadamente no lo hizo, y cuando Maddy abrió la puerta, Jennie se limitó a decir. —Ya sé que es tarde, pero, ¿está aquí?
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Suposiciones destrozadas┃ JENLISA
RomanceLa Dra. Lalisa Manoban jamás permitiría que su unidad de traumatología fuera tema de un documental. Las luces y las cámaras no tienen sitio en un hospital. No hace falta decir que a la doctora no le hizo ninguna gracia cuando Jennie Kim, una cineast...