Una tenue luz brillaba en la cocina, y varios platos cubiertos esperaban en la mesa. El aroma del pollo y manzanas al horno casi llenó de lágrimas los ojos de Jennie. El reloj marcaba las doce y media.
—Tengo tanta hambre, —anunció con fervor.
—¿Quieres comer aquí, o vamos a tomar algo a nuestra habitación? —Preguntó Lisa, levantando la tapa de una cacerola y apreciando el olor.
Jennie la miró especulativamente. —¿Nuestra habitación?
—¿Piensas en serio que te voy a dejar dormir en cualquier parte, excepto conmigo esta noche? —preguntó Lisa con una expresión divertida en su rostro. —Y no sé si el Rolls cumplirá su propósito por la noche.
—Bueno... yo no había pensado en nosotras... ya sabes, durmiendo juntas. Aquí, quiero decir.
—No me había dado cuenta de que fueras tan tímida, —se rió Lisa, disfrutando del rubor que cubrió las mejillas de Jennie, y deleitándose también de los signos de su reciente acto sexual. El pelo de Jennie estaba despeinado, la camisa arrugada, y sus labios morados e hinchados. Al recordar la manera en que esos labios se habían burlado de ella, la habían atormentado, y finalmente entregado a ella, la boca se le secó y sus rodillas se debilitaron. Joder, estoy tan perdida. De pronto se olvidó por completo de la cena, y avanzó hacia Jennie, con ojos voraces.
—Si nos metemos en la cama juntas, tengo la intención de pasar la mayor parte de la noche haciéndote el amor, —anunció Jennie, reconociendo el cambio en los ojos de Lisa, de divertidos a depredadores. Supuso que tenían unos cinco minutos antes de estar de nuevo desnudas. Si Lisa la tocaba, menos que eso, porque su piel ya estaba ardiendo. —Maddy es tu abuela. Tú elijes.
—La habitación de Maddy está en el primer piso, —anunció Lisa con voz áspera, haciendo retroceder a Jennie contra el mostrador, con los brazos alrededor de su cintura. La besó en el cuello. —Y todo lo que quiero es mi piel frotándose con la tuya, las próximas veinticuatro horas. Por lo menos.
—Bueno, entonces... —respondió Jennie sin aliento, deslizando una mano en el bolsillo trasero de los pantalones vaqueros de Lisa y apretando, —vamos a tener que comer algo. Rápidamente. Porque no vas a tener que esperar mucho para tenerme.
La habitación, con su gran cama con dosel, chimenea y armarios de roble, era muy parecida a la que Jennie había utilizado sólo unos pocos días antes, pero tenía un acogedor toque humano que la otra habitación no tenía. La gran alfombra oriental al lado de la cama, estaba desgastada por el paso de los años, y un montón de libros descansaban sobre la mesita de noche debajo de una lámpara de lectura. La puerta del gran armario estaba abierta, y pudo ver varias camisas, pantalones vaqueros, y trajes más formales dispuestos en el interior.
—Es aquí donde realmente vives, ¿no es así?
—Sí, —respondió Lisa, con tono distraído mientras se desabrochaba la camisa con prisa. Habían comido rápidamente, y ni siquiera podía recordar el que. Sentía un deseo tan fuerte en su interior, que creía que estaba a punto estallar en llamas.
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Suposiciones destrozadas┃ JENLISA
RomanceLa Dra. Lalisa Manoban jamás permitiría que su unidad de traumatología fuera tema de un documental. Las luces y las cámaras no tienen sitio en un hospital. No hace falta decir que a la doctora no le hizo ninguna gracia cuando Jennie Kim, una cineast...