Capítulo 26

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Lisa no estaba segura de cuánto tiempo duró el beso, pero cuando finalmente volvió a darse cuenta de lo que la rodeaba, sus piernas temblaban, y se había olvidado de todos y cada uno de los motivos por los que estar con Jennie Kim era una mala idea.

—Lo estás haciendo otra vez, me estás volviendo loca, —murmuró Lisa, rozando con sus labios el borde externo de la oreja de Jennie.

—Oh que bien, —susurró Jennie contra su cuello. —Tenía la esperanza de que pasase.

—Lo has conseguido entonces.

—¿Hay alguna manera de que podamos seguir haciendo locuras? —Preguntó Jennie, apoyándose en el cuerpo de Lisa, adorando su fuerza sólida. —¿O hay que volver a casa y ser sociables? Maddy esperaba que te convenciera para ir a cenar.

Lisa deslizó sus manos bajo la camisa de Jennie y acarició suavemente con los dedos su abdomen y sus costados, rozando varias veces la parte inferior de sus pechos. Sonrió cuando Jennie se apretó aún más contra ella, respondió en voz baja: —La única cosa de la que tengo hambre por ahora es de ti.

—Jisoo dice que tienes unas manos increíblemente hábiles y rápidas, —jadeó Jennie, metió la mano entre sus cuerpos, y acarició a Lisa por encima de sus pantalones vaqueros.

Lisa tragó audiblemente, sus ojos se nublaron al sentir las caricias de Jennie. Con voz ronca, le preguntó: —¿Eso dice?

—Ajá, —afirmó Jennie, pellizcando la costura de los pantalones de Lisa con las uñas y apretando ligeramente. —Eso es lo que dice.

—Bueno, es muy inteligente..., —Lisa cogió aire con dificultad, presionando con insistencia su centro contra la mano de Jennie, meciéndose en su palma. Estaría en problemas si no tenía cuidado, pero se sentía demasiado bien para parar, y había estado esperando ese momento desde que se habían separado dos noches antes. —Así que si eso es lo que dice, debe estar en lo cierto.

—Demuéstramelo.

Jennie apretó y Lisa gimió, cerró los dedos alrededor de los pechos de Jennie, satisfecha al oírla gemir fuertemente. Revisó desesperadamente el granero, pero no pudo encontrar un lugar lo suficientemente limpio, y lo suficientemente cómodo para hacer el amor con Jennie, hasta que bajo la bóveda vio a la respuesta. Cerró las piernas, cogió la mano que la estaba llevando rápidamente a un punto álgido, y la apartó de su cuerpo. Enredó sus dedos con los de Jennie, y dijo con urgencia. —Vamos.

—¿Qué? —preguntó Jennie con asombro, desconcertada, con su atención todavía centrada, en la manera en que los dedos de Lisa habían apretado sus pezones. Pero no tuvo más remedio que seguirla, porque Lisa ya estaba tirando de ella a través del granero.

—Espera, —murmuró Lisa tanto a sí misma como a Jennie, cerrando sus piernas temblorosas lista para estallar en llamas en cualquier momento. Sacó un llavero del bolsillo delantero de sus vaqueros, y apuntó con el mando a distancia al elegante Rolls Royce sedán gris oscuro.

—Tienes que estar bromeando, —exclamó Jennie mientras las luces brillaban dos veces, y el ruido sordo de los seguros de las puertas abiertas llegaba a sus oídos. —Creo que nunca lo he hecho en el asiento trasero de un coche, ni cuando era adolescente, y ya estoy demasiado vieja para hacer ejercicios gimnásticos ahora.

—No tienes idea de lo que son por dentro, —dijo Lisa. Se apresuró a abrir el maletero del coche, y sacó una gran manta de franela. —Para casos de emergencia, —comentó al abrir la puerta trasera. Extendió la manta en el asiento, se volvió y estiró la mano diciendo: —¿Quiere venir conmigo, Srta. Kim?

Riendo en voz alta, Jennie cogió la mano que le ofrecía, y se deslizó en el espacioso asiento trasero junto a Lisa. —Esto es una locura. Lo sabes, ¿verdad?

Suposiciones destrozadas┃ JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora