Capítulo 1

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Cinco años más tarde

—No tengo tiempo para entrevistas, —dijo Lisa Manoban con irritación apenas contenida, mientras entraba sin anunciarse en el despacho del Jefe de Cirugía, la noche del último día del mes de junio. —Y te agradecería que no planificaras cosas para mí sin discutirlo conmigo primero.

El imponente hombre de cincuenta años de edad tras el amplio escritorio de nogal, se alisó el pelo plateado, se colocó cuidadosamente su pluma Waterman en el bolsillo del pecho de su impecable bata blanca almidonada, y trató de ocultar su aversión hacia su inesperada visitante.

Se recostó en la silla giratoria acolchada, y miró fijamente a la mujer de pelo oscuro y bata quirúrgica que estaba demasiado cerca de la parte delantera de su escritorio para ser respetuosa. Llevaba dos buscas colgados de su cinturón, el de trauma que la convocaría en el helipuerto o en la zona de admisión en caso de urgencia, y el de la unidad de cuidados intensivos que la avisaría si uno de sus pacientes sufría una crisis. Era alta y delgada, demasiado atlética e imponente para su gusto. Probablemente Lisa no era consciente del hecho, de que estaba inclinada hacia adelante con los pies separados y las manos apretadas a los costados del escritorio.

—Lo siento, —dijo con su practicada voz burocrática. —Pensaba que mi secretaria se había puesto en contacto contigo.

—Aparentemente no, —respondió ella con un tono que indicaba que no le creía en absoluto. —Mañana es uno de Julio, y tengo tres adjuntos, dos internos de primer año, y un puñado de flamantes residentes en mi unidad de trauma. No puedo dejarlo todo para reunirme con un reportero. Tendrá que hablar otra persona con él.

Preston Smith sonrió, pensando en lo mucho que le gustaría despedir a la arrogante mujer. Lástima que la dirección del hospital, estuviera tan preocupada por el sexo y los perfiles de las minorías de sus jefes de departamento y división. Un claro prejuicio, podría tener un impacto negativo en la distribución de los fondos estatales y federales, y todas las instituciones estaban sintiendo la crisis financiera. Era un hecho que los poderes que controlan su propio presupuesto, no verían con buenos ojos que despidiera a una de las pocas mujeres jefe de departamento de todo el sistema hospitalario universitario. Ignoró convenientemente el hecho de que ella era también una de los cirujanos de trauma más prestigiosos del estado, que incluso había sido objeto de varios artículos en periódicos y revistas. No había podido encontrar nada, profesional o personal, con que poder amenazarla y hacer que se comiera su arrogancia.

Reservada y solitaria, al parecer casada con su trabajo, su reputación era intachable. No le iba a ser fácil eliminarla. —Eres tú la que tiene que hablar con ella, Lisa, —dijo solícitamente, adjudicándose una familiaridad que ella nunca le había dado. —Tú eres la Jefa de Unidad, es a ti a quien quiere.

—De acuerdo, pues que vuelva en septiembre a hablar conmigo, —dijo mientras se daba la vuelta y se dirigía hacia la puerta. Idiota pomposo. Hacía tanto tiempo que no estaba en un quirófano, que se había olvidado de lo difícil que pueden ser las primeras semanas de Julio.

—Pensaba que te interesaría cumplir con esta gente y establecer las reglas del juego, —dijo, —pero tú decides, por supuesto. Tú eres la que sabe lo que necesitas para hacer funcionar tu unidad.

¿Esta gente? Se detuvo y giró lentamente, con los ojos entrecerrados. —¿Hay algo que no me has dicho, Preston?

—La imagen lo es todo en el mercado actual, y no somos la excepción. Nosotros no somos la única unidad de trauma de nivel uno en Manhattan, ni el único centro que lucha contra el cáncer, ni el único que cuenta con atención terciaria, —dijo suavemente, como si ella no fuera consciente de esos hechos. —Tenemos que sobresalir por encima de lo demás, y esto es una oportunidad perfecta.

Suposiciones destrozadas┃ JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora