05 de julio (06:02 AM)
—¿Qué tal has dormido?—preguntó Rosé mientras se unía a Jennie en la cafetería del hospital. Puso un café, un pequeño cartón de leche, y una caja de cartón de cereales en una bandeja, y lo coloco sobre el asiento vacío al lado de ellas. —Teniendo en cuenta que ni siquiera quisiste quedarte a terminar nuestra segunda cerveza, debías estar hecha polvo.
Había tratado desesperadamente de averiguar que había provocado el cambio de actitud en Jennie la noche anterior. Después de maniobrar a través de la masa de gente para llegar al baño, y esperar en la barra para conseguir dos cervezas frescas, finalmente había llegado donde Jennie sólo para descubrir que su amiga quería irse inmediatamente. Jennie le indicó que iba a coger un taxi, y que solo la estaba esperando para decirle que se iba, que no hacía falta que la acompañase. Pero Rosé decidió irse también. No estaba pensando en ligar con nadie, y aunque hubiera tenido suerte, estaba demasiado cansada, por lo que no tenía sentido seguir dando vueltas.
No se le pasó por alto que algo había ocurrido en su ausencia. Jennie parecía espantada, pero de una manera positiva y no había dicho más de dos palabras, durante todo el trayecto hasta el hospital para recoger el coche de Rosé. No importó lo mucho que insistiera, Rosé no consiguió que Jennie dijera ni una palabra en el viaje de vuelta tampoco. Finalmente se había rendido y la dejó tranquila en su silencio.
—He dormido bien, —respondió Jennie sin entrar en detalles. Estaba tomándose su segunda taza de café, y tratando valientemente de terminarse un gofre, porque sabía que podría pasar mucho tiempo antes de que pudiera volver a comer, y definitivamente no quería ninguna razón para no ser fuerte cuando tuviera que serlo. Lo último que quería era marearse por el hambre frente a Manoban. —Me siento como nueva.
No tenía intención de hablar con Rosé, de lo que ni siquiera quería pensar ella misma. Cuando llegó a casa la noche anterior estaba demasiado excitada para dormir. Milagrosamente durante el paseo hasta el coche de Rosé, y el corto trayecto había conseguido controlar su estado agudo de estimulación, pero tenía miedo de que si se metía en la cama despierta, todo lo que iba a hacer, era pensar en lo increíblemente erótica que había sido la cara de Manoban al llegar al clímax, y con el alto nivel de deseo que seguía machacando sus terminaciones nerviosas estallaría en llamas y no podría dormir.
No sin alivio. Sabía que no tardaría mucho, no teniendo en cuenta lo caliente que se había puesto en menos de una hora antes, unos cuantos toques bien colocados, un poco de presión y llegaría. Justo lo que necesito, se había gruñido a si misma, masturbarme pensando en una mujer que tengo que ver todos los días. Dios. En vez de eso, se decidió por una ducha para librarse del humo a cigarro, el almizclado olor de la barra y su propia excitación generalizada.
—Me alegro, —dijo Rosé, atacando sus cereales con vigor. Así que no piensa decirme lo que está pasando. Bien.
Jennie murmuró algo evasivamente, con su mente todavía en la noche anterior. La ducha la había relajado, y la ayudó a poder dormir, pero por desgracia no había hecho nada para erradicar un asunto pendiente que se iba cociendo a fuego lento en su imaginación. Una hora antes del amanecer, se había despertado de golpe, por su propio grito, cuando el escenario intensamente sexual que había estado soñando culminó en un violento orgasmo. Jadeando, con el corazón acelerado, se presionó la palma contra el calor entre sus muslos, se acurrucó de lado y gimió en la oscuridad. Con los ojos bien abiertos, buscó en la oscuridad la cara de Lisa Manoban.
—¿Qué?—Preguntó Jennie, vagamente consciente de que Rosé le estaba diciendo algo. Nunca le había sucedido nada parecido. Siempre había disfrutado del sexo y el orgasmo normalmente era fácil de lograr con una pareja considerada, pero no podía recordar ni una sola vez que alcanzara el clímax durante el sueño. Pero, tampoco podía recordar ninguna otra ocasión en que su cuerpo hubiese reaccionado, de la forma en que lo hizo la noche anterior, durante una sencilla conversación. Para ella, el sexo por lo general, solía ser una cosa de cabeza.
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Suposiciones destrozadas┃ JENLISA
RomanceLa Dra. Lalisa Manoban jamás permitiría que su unidad de traumatología fuera tema de un documental. Las luces y las cámaras no tienen sitio en un hospital. No hace falta decir que a la doctora no le hizo ninguna gracia cuando Jennie Kim, una cineast...