—¿Qué crees que están haciendo?
—No sé, —admitió Rosé, metiendo sus pies debajo del mostrador, para tratar de obtener una visión más clara de Jennie y Manoban. —Al principio pensaba que estaban jugando, —le respondió a Jackson, que estaba sentado a su lado terminando unos papeles, —pero no se tarda más de diez minutos en acabar una partida, ¿verdad?
El rubio asintió. —Por lo general, a menos que una de ellas no sea muy buena, y Manoban lo es.
— Bueno, han puesto las piezas en el tablero seis veces en la última hora, y las dos se ven muy... sombrías, — apuntó Rosé. —¿Crees que esto podría conducir a un derramamiento de sangre?
Observando la expresión decidida en el rostro de la cirujana, Jackson se encogió de hombros. —Es muy posible. Manoban no toma prisioneros .
Mientras Rosé intentaba decidir si debía interrumpirlas, posiblemente para salvar a su buena amiga de un trauma psicológico, Jennie susurró por sexta vez, en voz demasiado baja para que nadie la oyera, —Jaque mate.
Lisa se quedó mirando el tablero, jugando la próxima media docena de movimientos en su mente con el mismo resultado inevitable, dándose cuenta ahora de donde se había dejado a sí misma expuesta. Finalmente murmuró:
—Bueno, esto es una mejora. De hecho, he realizado siete movimientos en esta partida, antes de equivocarme.
—Podemos parar, —ofreció Jennie. No importaba que no hubiera tocado un tablero en años, no había manera de que no pudiera jugar de la manera en que lo hacía. Esa era una de las razones por las que nunca necesitó entrenar.
—¿Por qué?, —preguntó Lisa, alzando los ojos hacia Jennie, con una pizca de desafío en su voz. —¿Tiene miedo de que pueda ganarle la próxima vez?
Por un momento, Jennie no estuvo segura de cómo responder. Decidiendo que la diplomacia era probablemente lo mejor, empezó a decir, —Dra. Manoban...
—Lisa, —interrumpió Lisa.
—Lisa, —dijo Jennie con una sonrisa, —He pensado que podrías querer un descanso...
—No, no lo has hecho. Has pensado que debo estar cansada de que me des una paliza, y no crees que tenga ninguna oportunidad de ganarte. ¿Cierto?
—Bueno...
—Pero podría suceder, ¿verdad? —persistió Lisa. —Quizás no en la próxima partida, ni en la décima, o la vigesimoquinta, pero en la centésima podría suceder.
Riendo, Jennie asintió. —Es posible. ¿Por qué no? Pero, ¿estás pensando en hacer de este el trabajo de tu vida?
—Tal vez, —respondió Lisa, le gustó la forma en que se echó a reír, nunca la había visto tan relajada y eso le gustó. —Quiero que sepas que estoy muy lejos de darme por vencida.
—¿Siempre eres tan persistente?, —preguntó Jennie.
—Sólo cuando realmente me importa.
Había algo en su tono de voz y la forma en que la miraba, que hizo que el corazón de Jennie se acelerara. Se sonrojó y se maldijo por ser tan condenadamente susceptible a la intensa belleza de la cirujana, y su encanto ineludible. Probablemente sea así con todo el mundo. Pero, ¿por qué todo lo que dice hace que me derrita? Maldita sea... soy yo la que necesita un descanso.
—¿Quieres que lo dejemos? —preguntó Lisa en voz baja, muy consciente de sus muslos tocándose ligeramente cuando se inclinaban sobre el tablero.
—Oh, no, —dijo Jennie tan tranquilamente. —No, si tú no quieres.
ESTÁS LEYENDO
Suposiciones destrozadas┃ JENLISA
RomanceLa Dra. Lalisa Manoban jamás permitiría que su unidad de traumatología fuera tema de un documental. Las luces y las cámaras no tienen sitio en un hospital. No hace falta decir que a la doctora no le hizo ninguna gracia cuando Jennie Kim, una cineast...