Capítulo 11

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—¿Qué está haciendo aquí?—Preguntó Lisa al cerrar la puerta de la sala de guardia, y descubrir a Jennie apoyada en la pared del pasillo desierto. Encontrarla de forma tan inesperada, le recordó la petición de Maddy de llevar a la directora con ella en su próximo viaje al norte, y por un breve instante se imaginó Jennie Kim detrás de ella en la moto, su cuerpo pegado a su espalda, sus brazos alrededor de su cintura, sus manos metidas en la curva de sus muslos. Podía sentir el calor de las manos de la castaña en ella. Sus piernas temblaron de forma inesperada, y se metió las manos en los bolsillos delanteros, como para ocultar la respuesta.

—Esperando a Rosé,—respondió Jennie, extrañamente nerviosa al encontrarse con la mujer a la que acababa de pasar las últimas horas estudiando. Las duras y poderosas imágenes de la cirujana en la cinta, palidecieron en contraste con lo que provocaba su cercanía. Sintiendo la necesidad de decir algo más, agregó. —Está en el vestuario del quirófano. Ducha, se está dando una ducha.

—Ah, —respondió Lisa con cuidado levantando una ceja. —¿Tiene algún problema de tuberías en su apartamento?

Riendo, Jennie explicó: —Antes la he arrastrado hasta aquí desde el gimnasio, y hemos tardado bastante más de lo que esperábamos. Nos hemos puesto a revisar las grabaciones, y se nos ha echado el tiempo encima.

—Lo siento, no hay baño en su sala de guardia. Le daré la llave de la mía, para que pueda ducharse si quiere.

—Gracias, —respondió Jennie, la perspectiva de ducharse en una habitación, con Manoban cerca, o viceversa le resultó extrañamente inquietante. Tratando de disipar la imagen de ellas en una pequeña habitación con vapor, y una de las dos desnuda, se apresuró a preguntar: —¿Qué está haciendo aquí? Pensaba que no le tocaba guardia hasta mañana.

Fue el turno de Lisa ser pillada con la guardia baja. Sonrió con cierta timidez. —Estaba comprobando un par de cosas. He estado fuera de la ciudad unas horas, y quería asegurarme de que todo estaba bien por aquí.

—Entonces, —dijo Jennie, —las dos estamos trabajando, —y añadió en voz baja, —¿por qué no me sorprende? —Sin embargo, se preguntó si Lisa estaba realmente trabajando, teniendo en cuenta lo que llevaba puesto. Vestida completamente de negro, llena de polvo y despeinada, parecía mucho más una artista del Soho, o una camarera de uno de los clubes que a Rosé le gustaba frecuentar, que un médico. Era difícil unir aquella visión, con la de la mujer a la que había visto llevar a cabo una obra maestra de alta precisión, sólo momentos antes. Había sin embargo una cosa de la que estaba segura. La cirujana era intrigante, y sexy, pensó, recordando la forma en que las manos de Manoban se habían movido entre la carne y el hueso. Sin pretenderlo, su mirada viajó desde esas manos, que ahora descansaban en los bolsillos de sus pantalones vaqueros de baja altura, por el largo trecho de su torso, para descansar brevemente en la tentadora silueta de sus pechos, bajo la suave seda de la camiseta, siguiendo a lo largo de la columna esculpida de su cuello, admirando sus labios perfectos, hasta finalmente llegar a sus ojos. Unos profundos ojos azules que parecían un láser agudo y penetrante, y que la estaban mirando directamente a ella. Jennie se sonrojó, sintiéndose inesperadamente expuesta. Dios, le he dado un repaso y ella lo sabe. ¡Yo nunca hago eso!

Totalmente conscientes, ambas mujeres dieron un paso más cerca, hasta que estuvieron a unos pocos centímetros de distancia. —Debería descansar un poco. Es viernes y mañana hay luna llena. Vamos a tener una noche complicada. —dijo Lisa en voz baja, observando el rápido latido bajo la piel de marfil de la garganta de Jennie:

—¿Eso cree?—preguntó Jennie, con una voz extrañamente ronca que casi no reconoció. El aire entre ellas echaba chispas, y su piel comenzó a temblar.

—Cuente con ello,—murmuró Lisa, cautivada por la forma en que los labios de Jennie comenzaban a oscurecerse e hincharse, y su cuello se teñía de un rosa pálido. Un torrente de fuego la recorrió, la dejó sin aire en los pulmones y casi gimió en voz alta.

Suposiciones destrozadas┃ JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora