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Jennie POV'S

La habitación es aceptable. Nada demasiado deplorable como para querer salir corriendo y no volver jamás, pero sí lo suficiente para que te preguntes si las sábanas están limpias, o sí alguna vez las almohadas fueron reemplazadas por unas nueva. Al menos agradezco que la cama sea de dos plazas.

Suelto un suspiro mientras dejo el bolso sobre el suelo a un costado de la puerta. Le doy nuevamente un leve vistazo a la habitación. Es con lo que tendré que conformarme, me repito. A fin de cuentas, elegí este lugar por su bajo costo.

Libero mis pies de las zapatillas y recojo mí cabello en una coleta alta. Hace un calor de los mil demonios, no pienso pasar ni un minuto más sin el aire acondicionado.

Con pasos tranquilos me encamino al gigantesco aparato frente a la cama. Está bastante viejo y descuidado, igual que todo lo demás. En puntitas de pie me estiro hacía el botón de encendido, no me sorprendo cuándo parece no funcionar. Pero sí me enfado.

—Mierda—Farfullo. Le doy un golpe seco con la palma de la mano. No es como si aquello fuera a hacer mucho, pero nunca se sabe—¿Cuánto polvo tiene ésto?—La garganta me quema cuando inhalo un poco de tierra. Frunzo el ceño mientras sigo hablando para mí misma.

Empiezo a arrepentirme, debí quedarme en casa con Ava preparando una rica torta de chocolate.

Pero no puedo, porque hay algo más grande e importante que me arrastra de vuelta a la ciudad; Jisoo.

Aprieto los dientes con fuerza cuando entiendo que por muchos golpes que le dé al vejestorio, no está dispuesto a funcionar.

Me decido por abrir una de las ventanas corredizas que da hacía el pasillo de afuera, no corre ni un poco de aire pero es mejor que nada.

Es raro que en Boston el clima sea tan caluroso, creí que eso era más propio de Westford, pero aquí estoy. Muerta de calor y sin poder dejar de darle vueltas a lo que pasó hace unas cuántas horas atrás.

Lisa.

Me obligo a apartar todo lo que tenga que ver con ella de mi cabeza, necesito que las cosas estén bajo control por los próximos dos días. El mínimo error podría significar que mis padres se enteren que jamás tuve intenciones de ir a Stockbridge, y la pelinegra es esa gran distracción que no me puedo dar el lujo de tener.

Tomo el celular del bolsillo trasero de mí pantalón y reviso una vez más la dirección del consultorio del Doctor Sebastian. Tiene una clínica privada, pero a parte de eso maneja algunas consultas en lo que creo que es una casa vieja, que a diferencia del motel se muestra cómo un sitio de categoría.

¿Por qué tener dos consultorios?

Frunzo el ceño leyendo una vez más la información que salta en internet; los sábados atiende nada más que hasta el mediodía.

Quizás le pueda pedir a Rosé que estemos allí a eso de las diez. Me pregunto sí la rubia conoce al Doctor Manobal, pero por la reacción que Lisa tuvo conmigo al mencionarlo, intuyo que no es alguien sobre quién esté muy dispuesta a hablar. Incluso con su mejor amiga.

Pero nunca se sabe.

Me vuelvo a la puerta cuándo se escuchan dos golpes secos sobre el material de madera. Dejo el celular sobre una de las pequeñas mesas de noche.

Me muero de hambre, y por lo que Rosé mencionó iría en busca de las pizzas, de las que por supuesto no me dejó ni siquiera pagar la mitad. Pero sí se quejó cuando le dije que quería una hawaiana, mí favorita.

Un poco más y la exagerada se larga a llorar mencionando que debería ser ilegal que tal cosa existiera. Todo una dramática, pero al final aceptó. Resuelvo que mañana le invitaré el desayuno, no ha dejado de cumplir con cada uno de mis caprichos.

HEAVEN | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora