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Capítulo 40: Un nombre para la enfermedad

Capítulo 40: Un nombre para la enfermedad 

—Tengo una propuesta de dinámica. —Vívi dice sonriendo, parada en frente de todas las personas en la sala que la miran con ojos cansados, sin entender su nivel de entusiasmo.

Katakuri tiene el ceño fruncido y se ha mantenido chasqueando la tapa de su bolígrafo sin cesar, cómo si con eso el tiempo fuera a irse más rápido.

En el otro extremo del auditorio lo más alejado de él, está Ichiji, quien cumple perfectamente con su palabra de ignorarlo. No le ha dado ni una pequeña mirada en días; actúa como si no existiera.

Después de que Ichiji lo mando a la mierda no sin antes soltar un poco de su propia mierda, todos los escenarios que Katakuri conjugo en su cabeza consistían en un Ichiji deteriorado, mejillas apretadas y ojos arrepentidos cada que se cruzaran en los pasillos, pero no está preparado para lo poco afectado que parece. O es un muy buen actor o simplemente, es el mejor en este juego de poder.

—Ha habido algunas quejas sobre dos maestros que parecen llevarse mal y están incomodando al resto —Vivi se inclina en el atril, haciendo un gesto de decepción; su largo cabello azul cae en cascada frente a su pecho.

Katakuri piensa que Vivi habla de Ichiji y de él.

Ichiji finge no estar incómodo. Cruza una pierna con elegancia y pone el talón sobre su rodilla contraria, solo para ver cuántos minutos llevan perdidos en el reloj de su muñeca.

—No es mi estilo evidenciar este tipo de casos, pero...Sra. Tsuru y Sr. Fujitora, ¿Por qué no vienen aquí y se dan un abrazo de reconciliación del que podamos ser testigos todos?

—¿Puedo irme de aquí, director Akagami? —declara Ichiji. Esos dos ancianos ni siquiera pertenecen al gremio de Artes y Ciencias. Además, no existe una riña entre ellos; simplemente son viejos. Si Ichiji tuviera su edad, seguro tendría la misma cara de patata estreñida que tienen ellos.

—Tsuru le oculto el bastón y Fujitora se robó su sándwich del refrigerador durante dos días seguidos — Coby, el asistente técnico, susurra en el oído de Robin lo suficientemente alto para que todos escuchen.

Oh, así que sí hay una riña entre ellos. Ichiji parpadea.

—Con todo respeto, esto es absurdo. Me obligaron a hacer una actividad de este tipo cuando tenía nueve años y eso fue hace mucho tiempo. Estoy muy ocupado como para seguir aquí.

Shanks coloca una mano en su hombro y le regala su mejor sonrisa resplandeciente.

—No, no puedes irte. Deja que la señorita Nefertari se desahogue, es inofensiva y todos necesitamos que pierda energía por nuestro propio bien. —Shanks tiene la esperanza de que un día Vivi despierte sin la intención de hacer de sus trabajos un episodio de Friends. Es decir, ella no es ninguna Rachel Green.

—Y ahora quiero que todos tomen un papel de aquí y escojan un número —dice Vivi, acercándose con una caja de cartón repleta de papeles de colores—. Y que trabajen el resto de esta semana escribiendo una carta para el maestro que les toque, diciendo alguna cualidad suya que admiren. Sean agradables; no saben la lucha que otra persona puede estar teniendo en estos momentos —guiña un ojo, como si su sabia frase no fuera un post que leyó hace cinco minutos en Facebook.

—Shanks, tengo que aplicar un examen en cinco minutos. —Robin se une a la ola de suspiros.

—Nadie. Se. Irá. De. Aquí. —Shanks enfatiza su sonrisa.

La anfitriona es la primera en meter una mano en la caja. Le enviara una carta al señor Charlotte, lo cual la hace evidentemente feliz. —Y para que lo sepan, no he hecho trampa, yo no escribí los nombres, me ayudo Coby.