Capítulo 23: La miseria ama la compañía—Profesor Charlotte. —es una sonrisa suave y lenta, un contraste demasiado notorio con la vena saltona y azul de su cuello que evidencia el nerviosismo. —Sabía que eras tú, no necesitaba mirar hacia atrás para reconocer el sonido de tus pasos. Así que...—dirige sus ojos a la bolsa de ropa que Katakuri lleva de forma descuidada. —¿Ibas a la lavandería?
Aunque Ichiji es seguro de sí mismo, siempre se ve inseguro en su presencia y Katakuri no sabe si le gusta o no todo ese poder que le regala.
—Vivo aquí. — ¿Por qué carajos contesto eso? ¿Por qué siente que debe darle una explicación?
Los labios del pelirrojo se curvan en una pequeña "o". —Vamos a vernos muy seguido entonces, estoy alquilando un departamento al otro lado del puente. —da un paso hacia adelante, ese paso, es un acercamiento para la perdición de Katakuri.
Están parados uno al frente del otro. Resaltando la diferencia abismal en sus estaturas y sus musculaturas. La garganta de Katakuri pica, el estómago le gruñe en hambre. Quiere aplastar a la pequeña cosa roja hasta que de su boca se borre la sonrisa astuta.
El silenció entre ellos se siente sofocante. Ichiji mete delicadamente un mechón de sedoso cabello detrás de su oreja y observa la maravillosa extensión de cielo estrellado. Katakuri entiende la razón por la que lo hace: No recuerda cuándo fue la última vez que vio tantas estrellas en el cielo.
—Una vez escuche que los dioses griegos ponían a las personas en las estrellas. —Katakuri susurra. —Solo lo hacían con las personas que consideraban excepcionales. Solo que hay muchas estrellas allí ahora mismo, no sé si se equivocaron porque no todos somos tan especiales.
—Yo estaba pensando en la constelación de Andrómeda — Ichiji enarca una ceja. —Según la narrativa, era una princesa etíope que fue encadenada a una roca como sacrificio para un monstruo marino como castigo por la arrogancia de su madre. Si a todos nos hicieran algo así por culpa de nuestros progenitores, sería una masacre, ¿no crees?
Katakuri se queda callado, por más que comparta su opinión.
—¿No te parece gracioso? Sé que debo alejarme de ti y de tu poco peculiar forma de reaccionar conmigo. Pero hay algo magnético llevándonos al mismo lugar.
Katakuri piensa en una palabra para llamar eso: Inevitabilidad. —Está es una ciudad pequeña. —es lo único que responde, de una manera más racional.
—Sí, puede ser eso...
Ichiji continúa siendo amable, parece un acto de piedad, pero se siente cómo si lo estuviera arrancado a pedazos, mandíbulas mecánicas desprendiendo musculo. Ichiji da otro pasito hacía él, se está asegurando de que no quede mucho que roer.
—Pobre profesor Charlotte. Hay algo malo contigo, es cómo si lo que eres por dentro, no correspondiera con lo que eres por fuera.
Katakuri detesta cuándo Ichiji utiliza ese tono con él.
Lo detesta aún más cuándo Ichiji extiende sus dedos y sigue los riachuelos de lluvia deslizándose por su cara. Katakuri entrecierra un ojo al sentir a Ichiji deslizar el dedo sobre su párpado y jugar con las largas pestañas negras.
Rojo.
Todo lo que ve a través de su pupila es rojo.
Es cómo esa puta canción de David Poe. «Mi amor es como una rosa roja: Codiciada, costosa y difícil de cultivar. Mi amor es tan rojo como la escena de cualquier crimen, rojo, rojo...»
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Clean [KataIchi] [AceSan-Pasado] [KataSan-Pasado] [AceIchi-Pasado]
FanfikceHistoria en la que Katakuri ve al fantasma de su prometido muerto impartiendo la clase de literatura, o historia en la que Ichiji conoce al prometido de su gemelo muerto, siendo el profesor de arquitectura. "Dos profesores torturados se conocen en l...