Capítulo 26: Vampiro

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Capítulo 26: Vampiro 

A veces, Ichiji intenta conseguir endorfinas de la manera más fácil, que es simplemente saliendo a correr para tratar de relajar el cuerpo y la mente, sucede cuándo no está dispuesto a pasar la noche con alguna clase de perdedor que es más cuestionable que él otro.

Sucede cuando se pregunta: ¿Cómo terminó desperdiciando su vida así? Olvidándose de los estándares, las reglas y la meticulosidad medida.

Sucedió cuándo se dio cuenta de cuál era la forma correcta de detener el hambre.

Y también sucedió hace mucho tiempo. Cuando se quedó completamente solo y después, otra vez obtuvo el poder de tomar una decisión. Fue una responsabilidad muy grande para alguien que estaba acostumbrado a ser el seguidor disfrazado del líder.

Decisiones.

La palabra lo hace recordar al señor Charlotte cuándo lo critico por su falta de voluntad y su rol como oveja o pastor. ¿Qué es más fácil? Porque a Ichiji ambos roles le parecen abismalmente difíciles de ejercer.

Piensa en los hombres que le invitan bebidas en bares, y en cómo las acepta, ignorando que no tienen una identificación y le susurran al oído. Y en cómo es algo que debería ponerlo nervioso, precavido, o enfadado por la violación a su espacio personal. Pero que solo lo hace sonreír porque son estúpidos y completa y absolutamente, suyos para manipular.

Un ganar-ganar, ellos ganan compañía, él gana corazones con los que alimentarse. Se nutre. Se hace fuerte. Vitamina su cuerpo y también su ego.

—Yo no soy el patético perdedor. —su respiración está acelerada y es visible en las pequeñas nubes de vapor que se elevan con cada una de sus exhalaciones.

Puede pretender ser cortés, pasar por humano y tomar todos sus elogios. Pero es un monstruo oculto en una máscara cuidadosamente construida. Su cuerpo no quiere nada de amor o de lujuria, solo le ordena beber. Es igual a los vampiros que protagonizan las historias de terror.

Pone las manos en las rodillas y aspira, sus pulmones están calientes, los músculos de sus piernas se tensan y se relajan rítmicamente. La ligera llovizna golpea el pavimento mojado. Forma charcos en los que mira su imagen reflejada en el agua anegada, de color azul pizarra, plana y vacía.

El dolor le muerde las costillas; es un dolor interno que exige ser sentido. Se desliza por sus venas, espesa y ricamente. Lo acaricia en la cabeza y le besa cada uno de los dedos. Se sumerge profundamente, convirtiéndose en su hogar. El dolor se ríe y lo apuñala y apuñala hasta que quiere gritar, luchar y apuñar de vuelta.

El sonido de sus zapatillas de deporte golpeando el suelo se mezcla con el agua que cae de los techos de los edificios, se dice que esto es lo que necesita: El aire en su cara, la claridad y el dulce viento revoloteando alrededor de su cabeza. Su cabello está recogido en una cola de caballo diminuta y tiene los auriculares puestos. Escucha a Erik Setie, siempre ha sido un fanático de la melancolía de Satie. Se mira en el reflejo de los vitrales: Está bien, solo se ve un poco desordenado. Pero está bien. Sigue siendo ese sujeto que usa ropa costosa, tiene las uñas pulidas y huele caro.

¿Pero por qué es que no se reconoce del todo?

Relájate, Vinsmoke.

Trota más fuerte. Se entrega a los acordes delicados del piano, se funde con el Gymnopédies N. 1. Los arpegios son suaves y etéreos, consiguen seducirlo. Los árboles retorcidos y las sombras alargadas de la noche avanzan con él.

Limpia su frente y jadea, los rezagos de lluvia caen en su cabeza, la noche es fría. Se detiene unos segundos para respirar y cuenta mentalmente hasta diez antes de retomar la actividad. Está cerca de su departamento y está preparado para cruzar por el puente y volver a su rutina: Se duchará, leerá un libro, beberá café y dormirá.

Ve el semáforo ponerse rojo y se prepara para avanzar, pero antes de poner un pie en la acera y antes de que el color cambie por completo, un auto que luce como el Aston Martin del señor Charlotte derrapa a su lado. El agua salpica violentamente bajo los neumáticos del vehículo y empapa las ropas de Ichiji.

Durante unos segundos se quedan mirando cómo si fuera una película muda. Katakuri lo observa por la ventanilla, Ichiji ni siquiera parpadea o se mueve. No tiene tiempo para la indignación, o para recordar todos los contaminantes con los que acaba de ser empapado de la cabeza a los pies. Esos ojos carmesís torturados son todo lo que ve.

El semáforo cambia a verde.

Da un paso hacia atrás, tambaleante.

Katakuri se ha ido.

Ichiji se siente como un espectáculo que hay que evitar. Un cuerpo en la acera. Una idea de último momento.

Es una especie de amarga decepción la que lo inunda. Siente que es un niño pequeño que perdió el camión de helado. Se siente cómo si tuviera nueve años y su mejor amigo lo hubiera cambiado por el niño de las crayolas amarillas. Es una sensación aguda y premonitoria. Constante, crónica, nunca se detiene.

Es el sentimiento de que el profesor Charlotte es un gigante y va a aplastarlo.

Clean [KataIchi] [AceSan-Pasado] [KataSan-Pasado] [AceIchi-Pasado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora