Capítulo 48: La metamorfosis

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Capítulo 48: La metamorfosis 

Katakuri es un hombre amable y protector. Es el tipo de sujeto que se asegura de que camines del lado seguro de la acera, que insiste en pagar todo y que, si nota que tiemblas, se quita la chaqueta y la pone sobre tus hombros. Niega ser un caballero, así que Ichiji supone que simplemente es su forma de ser cuando no está empeñado en alejar a las personas.

Esa noche, después de la función de teatro, caminan hombro con hombro por el centro de la ciudad. La brisa nocturna acaricia sus mejillas y las luces parpadeantes de las farolas proyectan sombras a su alrededor. Los turistas hablan en distintas lenguas, un saxofonista callejero da su espectáculo y Katakuri le deja unos billetes, su sonrisa es calmada y agradable. Habla de forma sutil, y sin poder evitarlo, deja expuesto su lado de arquitecto nerd cada vez que encuentra algo interesante a sus ojos.

Se detiene con las manos enterradas en los bolsillos del pantalón y admira la arquitectura de la iglesia más grande y más vieja de toda la ciudad.

—Esos son arcos góticos —señala con la mirada las ventanas altas y estrechas de la iglesia—. Fueron diseñados para dirigir la mirada hacia el cielo, hacia lo divino. En Francia, durante la Edad Media, las estructuras no eran solo lugares de culto, sino también manifestaciones de poder y devoción. Y allí, esos son capiteles. Durante el Renacimiento, arquitectos como Brunelleschi y Alberti se inspiraron en los antiguos romanos.

—Sí, es fascinante —responde Ichiji. Le gusta cuando la voz de Katakuri suena así de emocionada; cree que podría escucharlo durante horas y no se cansaría, aunque jamás lo admitiría. Katakuri se ve estoico y prolijo, con ese porte de finura y rudeza, una mezcla que aún no puede entender.

—Sí, lo es —dice Katakuri amenamente, gesticulando con su mano—. Estos muros han visto guerras, revoluciones, momentos de paz y de caos. Seguirán aquí incluso cuando nosotros nos hayamos ido. Son lo que va a quedar de nosotros.

—Pareces algo pensativo, ¿pasa algo? —pregunta Katakuri con voz suave varios minutos después. Su compañero se ha vuelto callado, pero tranquilo, así que ha estado esperando pacientemente a que Ichiji haga el primer movimiento.

—Hoy, durante clase, uno de mis alumnos escribió un ensayo —responde Ichiji, sus ojos fijos en la luna amarilla.

Katakuri lo mira de reojo, Ichiji intenta ser transparente, pero difícilmente lo es. Es una ilusión óptica que lo hace pensar que es un rompecabezas resuelto, pero realmente, las piezas no están amoldadas totalmente. —¿Y bien? Deja de ser tan misterioso por un instante y suéltalo.

—En el ensayo, Chopper hablaba sobre su abuelo muerto —continúa Ichiji, moviéndose con gracia hasta quedar frente a él—. Dijo que el hombre, cuyo nombre era Hiruluk, solía tener un huerto. Un día, descubrió una crisálida colgando de una de sus plantas. El anciano dedicó varios días a comprobar si la mariposa había salido. Pero una mañana, en la que pretendía tomar café y descansar antes de seguir trabajando en el huerto, su curiosidad ganó y buscó a la mariposa. La crisálida estaba casi transparente y las alas de la mariposa eran visibles debajo de la delgada envoltura.

Se detienen para cruzar cuando el semáforo cambia a verde. Sus dedos se tocan superficialmente.

—El abuelo de Chopper observó cómo luchaba la mariposa por...Horas.

—¿No tenía nada mejor que hacer?

—No.

El semáforo cambia a rojo y cruzan hacía el puente. La brisa nocturna mueve sus cabellos, y las luces reflejadas en el río, son hermosas.

Clean [KataIchi] [AceSan-Pasado] [KataSan-Pasado] [AceIchi-Pasado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora