Prólogo

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— ¿Sabías que una superficie nunca está completamente limpia? No importa cuántas veces limpies o cuántos productos uses, siempre habrá gérmenes. —Ichiji le dice a su madre. Se ha convertido en un ritual ver las cerdas de la escoba pasar por el mármol inmaculadamente blanco, día tras día, a la misma hora.

Va a extrañarlo ahora que a él y a sus hermanos los obligan a ir a una escuela "de verdad", a la que su abuelo ha insistido a su madre que los inscriba bajo protestas y reproches hacia la educación en casa y sus supuestas desventajas.

¿Desde cuándo la falta de socialización era una desventaja? ¡El viejo debería ocuparse de sus propios asuntos!

Ichiji suspira al escuchar a su madre reírse de sus palabras.

—Estoy hablando en serio, madre. Es alarmante, podríamos enfermar y morir, la suciedad es mortífera.

—Entonces, limpia tú mismo hasta que te parezca suficiente.

—Mi padre dice que nosotros no tenemos que limpiar nada. —responde estoicamente.

—Tú papá piensa lo contrario, querido.

Judge despidió a la chica de la limpieza, Conney, todo para ahorrar dinero.

Sora deja de barrer. —¿Por qué te gusta tanto ver cómo limpio el mármol? Los niños de tu edad tienen otros pasatiempos, no esperan religiosamente a que sean las 11 am para mirar a sus madres hacer estas cosas.

Ichiji parpadea, odia que se metan con sus rituales, que son parte de una necesidad vital para su corta edad. Es consciente de que siempre hace lo mismo, pero no puede parar porque cuando cambia algo de sus hábitos, es como si caminara descalzo sobre un montón de tachuelas, una y otra vez.

Cada día, después de la clase de matemáticas, en la que actualmente están en iniciación con las divisiones complejas y las fracciones, su madre les da un descanso de treinta minutos en el que aprovecha para limpiar la sala de estar, así que Ichiji se sienta en el sofá y la mira. Justo a las 10:59, como si tuviera una alarma interna que no le permitiera tomar su lugar antes o después de esa hora. No sabe cuándo comenzó a organizarse con manías y rituales, aunque algunas cosas varían, el esquema básicamente es el mismo.

—Cuando algo está sucio, me pica la nariz y me lloran los ojos. Investigué y creo que tengo alguna clase de alergia. —El niño describe su dolencia, incapaz de comprender del todo el dolor emocional que lo ha atormentado desde su más tierna infancia. Se aferra a él como un compañero fiel, presente al acostarse y al despertar, tallando su alma como el escultor que moldea la piedra.

—No eres alérgico al polvo.

—Entonces soy alérgico a la suciedad.

Sora rueda los ojos con una sonrisa tierna, los niños siempre tienen sus manías. El chirrido de la puerta al abrirse llama su atención y levanta una ceja. Sanji, con la cara y las manos manchadas de pintura amarilla, corre hacia ella.

—Aquí. —su hijo exclama, extendiendo un papel arrugado en su dirección—Es un Sol.

Un escalofrío recorre a Ichiji al notar las pisadas llenas de tierra mojada y pintura en el mármol. La ansiedad se apodera de él, consciente de que el descanso terminará a las 11:30. Solo quedan 15 minutos para que su madre termine con la limpieza, y cualquier distracción con su hermano puede desbaratar su meticuloso "ritual". Han desordenado todo su sistema.

Sora admira el dibujo del Sol, aplaudiendo la creatividad de Sanji. Pero su gesto de orgullo se desvanece al ver cómo su hijo menor recibe un golpe del control remoto en el rostro.

Clean [KataIchi] [AceSan-Pasado] [KataSan-Pasado] [AceIchi-Pasado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora