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Capítulo 1: Lebensmüde

Capítulo 1: Lebensmüde

Katakuri inhala profundamente de su cigarrillo. El humo se acumula en su boca, es un sabor agrio que se combina con el sabor fuerte del vodka. No sabe si ha comenzado a fumar porque de alguna manera siente que hacerlo lo mantiene cerca de Sanji o por la falsa sensación de alivio, pero el humo del tabaco invade sus sentidos y lo saborea en sus labios, de la misma forma en que solía saborearlo a él.

Su partida lo ha convertido en un autómata. Es un espíritu de carne sobrenatural, indiferente, inmutable, apático.

Apaga el cigarrillo y lo pisotea debajo de sus zapatos. Entonces, se mira en el espejo del baño; trae una barba de días, espesa e hirsuta. Sus ojos están secos por la falta de sueño y la dureza de su rostro se ha remarcado significativamente, sabe que se ve intimidante.

Pero no le puede importar menos: Tiene trabajo que hacer.

I.

Katakuri suspira, su cabeza palpita abrazándose a una inminente migraña y él se aferra al termo de cafeína hirviente con toda la fuerza de sus dedos mientras avanza sintiendo el escozor en su palma.

La bufanda negra que cubre la mitad inferior de su cara también esconde labios partidos y piel cicatrizada. La bufanda es una barrera que parece cortar su comunicación con el exterior y solo le permite contestar con leves asentimientos, pues incluso un hombre como él se cansa de la máscara hercúlea de sonrisas insípidas y neutralidad practicada que le ha sentado bien dos años a la fecha.

Lebensmüde. Piensa en esa palabra que tienen los alemanes para describir una vida cansada y sombría. Es exactamente como él se siente: Cansado.

El campus es el despertador que alerta a su sistema. La ausencia de sueño es menos notoria si pretende que es su elección permanecer despierto por largas noches y duras madrugadas, ha perdido el sueño o al menos la motivación para descansar. Camina con paso seguro, —o eso intenta—, entre la espesa neblina matutina sin molestarse en responder los saludos de los estudiantes o miembros facultativos, o de moverse cuándo ellos corren en dirección de la biblioteca, las oficinas o los salones.

Los chicos de la rama de pintura trabajan bajo el sol, los pilares de ladrillo rojo del jardín están cubiertos por pintura desconchada. Es el intento de la administración de embellecer el edificio. No puede evitar la mueca de desagrado por los girasoles amarillos en el cemento. Sanji pensaría que son hermosos, pero él piensa que son una perdida de tiempo. Nunca fue tan notorio que miraban el mundo con distintos ojos, hasta ahora.

Entra al auditorio de lecturas en dónde se hará la primera junta de profesores de la división a la que pertenece: Artes y Ciencias, él dirige la facultad de arquitectura.

Con el primer pie que pone en el salón, las voces se apagan, corta el aire, el oxígeno, quisiera hacerlo con el tiempo. Piensa que será fácil, solo una breve presentación de personal, estudios y logros académicos, cortesía artificial.

Regresa educadamente el saludo de Shanks, el director de la división y toma un lugar. Sus ojos irritados se tratan de acostumbrar a la luz.

La mano de Shanks se posiciona en su hombro derecho y mueve el mentón en un ademán, señalando el último asiento.

—Deberíamos presentarnos. Este periodo tenemos nuevos compañeros sumándose a nuestro equipo.

Katakuri aprieta la boca.

Siente que le han sacado el aire con un puñetazo.

Porque ahí, sentado a solo unos metros, esta su prometido muerto.