Capítulo 16.

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Reckless – Madison Beer

Nerea.

Estaba en el suelo de la sala con Demian. Él estaba tratando de aprenderse las letras y su nombre completo. Mientras escribíamos en un cuaderno, él me miraba y yo sonreía de vez en cuando.

—¿Cómo te llamas entonces?

—Demian Cole Lucas - Scott —murmuró— y tú te llamas Nerea Calypso Scott.

—Muy bien —respondí mientras seguía ordenando las vocales frente a él—. ¿Sabes cómo se llama papá?

—Ellis Tadd Lucas —sonreí y besé su frente.

—Que inteligente eres, bebé —halagué y él levantó sus pulgares—. Ahora vamos a ordenar las letras y después me vas a decir cómo se llaman. ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Nos entretuvimos durante al menos dos horas tratando de descifrar una manera práctica para que él pudiera aprender a ordenar las letras de su nombre. Luego a identificarlas por sí solas. Cuando terminamos, me miró y sonrió.

—Mamá, ¿jugamos?

—Sí —respondí— ¿A qué quieres jugar?

—Quiero jugar a la pelota, ¿puede jugar papá con nosotros? —hice una mueca—. Es que quiero que papá venga a casa a jugar.

Me quedé un segundo en silencio y después apreté los labios, la verdad es que no había forma en que Ellis pudiera venir aquí. Además, se suponía que estaba trabajando. No habíamos convivido los tres desde que nos separamos. Así que no estaba segura de cómo abordar estos temas.

—Mi amor, juguemos tú y yo... cuando vayas con papá juegas también con él, ¿sí? —él bajó la cabeza—. Papá está trabajando en este momento, no puede venir aquí.

—Llámalo, preguntemos si viene.

Demian me vio anhelante de respuestas. A veces esa miradita tierna que me hacía me rompía el corazón. Sé que no vernos juntos le afectaba, pero pocas veces lo manifestaba como ahora. Tomé mi teléfono y busqué el número de Ellis. Después de dudar un momento, marqué. Tardó tres timbres en contestar.

—Hola. ¿Qué sucede?

—Hola —saludé y solté un suspiro—. Demian te echa de menos, quiere verte.

—Mañana nos vemos.

—Lo sé, se lo dije pero está llorando —mi hijo se subió al sillón para poder pegar su oreja con la mía—. Quiere saber si tienes tiempo para jugar un poco con él, aquí en casa.

—Todavía estoy trabajando —murmuró en respuesta. Demian agachó la cabeza y pequeñas lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro—. Saldré tal vez en treinta minutos.

—¿Puedes llegar a casa a verlo antes de que vayas a tu departamento? —pregunté limpiando la cara de mi hijo—. Por favor...

Después de unos segundos tensos, contestó:

—De acuerdo, nos vemos en un rato.

Esos treinta minutos fueron eternos, Demian estaba parado en la entrada de la puerta principal, esperando que la camioneta de su papá apareciera. Mientras esperábamos comíamos un poco de fruta y hablábamos sobre su escuela y sus nuevos amigos. No me había dado cuenta de lo fácil que era conversar con él, siempre tenía algo nuevo qué contarme o algún interés especial. Hoy tenía muchas ganas de que le regalara una guitarra o una batería o cualquier instrumento musical. Yo le prometí que si se portaba bien, le regalaría algo en su cumpleaños próximo.

El Corazón de NereaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora