Capítulo 19.

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Pyro- Kings of Leon

Paul

Nunca en todo el tiempo que tenía de vida, me había llevado mal con una persona adulta. Sé muy bien que no podía caerle bien a todo el mundo, pero la forma en la que la mamá de Nerea me hacía sentir era muy diferente, era como si tratara de no solo hacerme sentir incómodo, sino que trataba de hacer que me fuera. Conforme la tarde avanzaba, su hostilidad iba incrementando, Nerea lo notaba porque ella no me veía, sino que veía a su madre como tratando de hacer que se callara.

Cuando mi suegro pidió que lo acompañáramos, no dudé en seguirlo, la verdad solo quería apartarme de la mujer. Su mal humor estaba acabando con mi paciencia y aunque trataba de permanecer tranquilo, tampoco era idiota y me gustaba que hicieran trizas de mí.

El sendero al granero era muy bonito, el piso estaba hecho de adoquín y en los cordones había flores. La verdad es que era una granja muy bonita. Por donde miraras había pasto. Los árboles que bordeaban el lugar eran nogales, el invierno estaba terminando por lo que comenzaban a dar hojas, estos lucían gigantescos y muy verdes. Me preguntaba cómo se vería este lugar en invierno, cuando todo se cubría de nieve.

Cuando llegamos al granero, Demian comenzó a hacer una explicación exhaustiva de cómo se llamaba cada animal, cada cuando comía y lo mucho que adoraba a tu-cuac, un pato malhumorado que persiguió a Emily por un par de metros mientras se acostumbraba a su presencia.

Julian nos veía con cierta diversión, explicaba el mantenimiento de la granja, lo que le costaba y de cómo la leche que obtenían la donaban. Muchos de los animales que llegaban aquí eran rescatados, tu-cuac tenía un ala lastimada, Ellis -el cerdo- tenía la trompita a la mitad. Él parecía un buen hombre, por lo que no entendía cómo es que Adam me había advertido de él y no de su madre.

Demian volvió a la casa dejándonos a solas con Julian, cuando el niño desapareció de nuestra vista y su abuelo se aseguró de verlo llegar a la casa, él nos guio hacia la parte de atrás del granero donde se encontraban los caballos.

—Sea la razón que sea por la que están aquí... —comenzó mi suegro— solo quiero disculparme por la manera en que mi viejita está actuando. Bueno, contigo no tiene ningún problema —señaló a Emily—, seguramente te adora. Eres la primer y única chica que Adam ha traído aquí. Supongo que no es ajeno a ti el hecho de que no nos llevemos bien.

—Algo he escuchado —murmuró Emily caminando hacia el establo—, pero Adam no dice mucho.

—Eso es lo que pretendía discutir, trayéndolos aquí.

Julian caminó hacia donde estaba una hielera y sacó de dentro tres cervezas oscuras, nos entregó una a cada quien y se sentó en una banca cercana. Había dos mecedoras cerca, fueron las que ocupamos nosotros. Abrí la cerveza y él se acercó para brindar.

—Soy el hijo mayor de una familia de doce hijos —nos contó— cuando mi padre llegó a este país, nos enseñó cómo trabajar en el campo. Recuerdo que tenía cinco años la primera vez que supe cómo piscar frijol, fresas y algodón... No sé si sepan cómo es ese trabajo, pero la mayoría del tiempo estás agachado o de rodillas. Como yo era muy pequeño me era más fácil estar a la altura de la siembra. No era el único niño que había en la pisca, siempre había más... hijos de los compañeros de mi padre. A pesar de ser de la misma edad, no nos llevábamos nada bien. En aquellos tiempos nuestros padres nos obligaban a competir... Peleábamos a golpes y quien ganara tenía el derecho de darle un trago a la botella de Coca-Cola que alguien tenía.

Tragué saliva, me costaba disipar el nudo que se formaba en mi garganta. Emily observaba al hombre con cierto temor, no porque le diera miedo sino era la situación lo que la hacía sentir horrorizada.

El Corazón de NereaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora