Capítulo 29.

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Everybody's Changing – Keane

Paul

Antes de irme del hospital pasé por el área de finanzas. Cuando les dije que iba para poder formar un acuerdo para el paciente de la habitación 3098 me negaron la información. Cuando les dije que iba a liquidar la cuenta y que necesitaba formar un acuerdo para su traslado, me dieron acceso a todo.

Liquidé la cuenta entera de Ellis, pagué por una ambulancia para que lo trasladara a la Unidad de Quemados en Parkland. Tal vez seguía estando lejos de Houston pero al menos estaría a menos horas de distancia. Sé que nada de esto era mi responsabilidad y también sabía que este dinero jamás se regresaría. Pero nada de esto se comparaba con lo que Nerea era capaz de hacer para conseguir el dinero que necesitaba para poder cuidar de Ellis.

Debo admitir que la conocía bien. Conocía su sonrisa, conocía su fuerza y su bondad. Sabía que era capaz de ver un documental entero de Jeffrey Dahmer y que no toleraba ver la película de Hashiko porque lloraba. También sabía que ella intentaría hacer lo posible por liberar esta carga de mi vida, pero ella no sabía de lo que yo era capaz de hacer para que ella no huyera tan fácil de mí.

Después de haber quitado del camino la cuenta del hospital, me dirigí al hotel. En cuanto llegué, me saludaron con sonrisas de la recepción. La gente se portaba demasiado amable cuando actuabas como si tuvieras todo el dinero del universo.

—Buenos días señor Lee —saludó la recepcionista.

—Buenos días Karina —saludé leyendo su gafete de identificación—. ¿Llegaron mis suegros?

—Así es señor, les enviamos el desayuno como pidió. También enviamos la ropa limpia de su pequeña hija —agradecí inclinando la cabeza y ella me entregó la tarjeta electrónica.

—Me marcharé en una hora, ¿podrías pedirme un taxi para entonces? —ella asintió—. Solo me iré yo, el resto de mi familia se quedará. ¿Podrías por favor poner todo a mi cuenta? No aceptes dinero de ellos.

—Sí señor, con todo gusto.

—De acuerdo. Gracias Karina.

Cuando llegué a la habitación, la primera que me recibió fue mi suegra. En cuanto me vio, abrió los brazos y me recibió así. Ella jamás había sido tan cariñosa, no sabía qué mosco le había picado, pero estaba seguro de que esto no se volvería a repetir. Puse la frente sobre su hombro y solté un suspiro. Ella me dio unas palmaditas en la espalda y luego se separó de mí.

Sarah estaba de pie frente al sillón de la estancia. Al verme sonrió y alzó las manos. Estaba vestida con un conjunto de pants y sudadera con el estampado de piñas que había comprado para ella. Me acerqué y me senté en el sillón. Estiré las manos hacia ella y la apoyé sobre mi abdomen. Ella sonrió y comenzó a tocar mi rostro con sus manos y a balbucear contándome todo lo que había hecho esta mañana.

—¿Qué comiste? ¿Sopita? ¿En serio? —pregunté divertido mientras ella seguía alegando sus aventuras.

La alcé en mis brazos y cuando la escuché reírse también lo hice.

—¿Dónde está Sarah? —la alcé— ¡Aquí está! —dije bajándola y haciéndola carcajear— ¿Dónde está Sarah?

Repetí el juego hasta que sentí que mis hombros comenzaban a doler. Luego sentí que alguien me veía, mi suegro estaba sentado cerca de la barra de la cocina y no decía nada, solo me observaba. Me levanté y dejé que Sarah siguiera jugando con el muñeco de felpa que le había comprado ayer.

—Ven muchacho —dijo él en cuanto me acerqué— tenemos que salir a dar un paseo.

—¿Puedo desayunar primero?

El Corazón de NereaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora