𝐗𝐈⚜

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⠀⠀⠀—Quiero irme a casa. —Annelise ignoró a su hermana como si estuviera escuchando llover. Había dicho aquello con el mohín lastimero con el que Marie siempre conseguía lo que quería. Y ella, como siempre, había silenciado las quejas de su hermana como si fueran gotitas de lluvia sobre el cristal.

⠀⠀⠀—¿Qué tal ha ido el combate contra los chicos del instituto? ¿Al final te dejaron competir con gente mayor? —Marie frunció el ceño.
Sabía que no quería hablar del tema, pero ¿Es que acaso no se podía hablar de algo solo porque Annelise no quería? Tragó saliva y trató de no sonar enfadada.

⠀⠀⠀—No. Pero Shu me ayudó a colarme. —Una sonrisa satisfecha se reveló cuando se quitó el casco. Tenía las mejillas encendidas y dos trenzas rubias cruzadas sobre la cabeza, sujetas con horquillas. —Dijo que fuera detrás de él y se apuntó con mi nombre. Cuando mi oponente me vio a mí en vez de a Shu, se confió; y gané.

Annelise a veces pensaba que Shu disfrutaba de la compañía de su hermana porque era lo más parecido a un hermano pequeño que había en la casa. Reiji no quería ni mirarle, y no mostraba ninguna amabilidad con él. Y su hermana pequeña era amable con casi todo el mundo. Además, Marie parecía más hermana de Shu que hermana suya.
Pero todos fingían no darse cuenta.
Reiji fingía no darse cuenta.

⠀⠀⠀—Ven aquí, se te va a quedar la marca de las trenzas en el pelo. Busca un cepillo y ven aquí.

Ella se quitó los zapatos y corrió rápida como un rayo a por el último cepillo que había visto, el del tocador de Yui, que apenas usaba. No le importaba robar un millón de cepillos para pasar tiempo con su hermana. Agarró un cojín y lo puso en el suelo para no ensuciarse el taje entallado y a medida de esgrima que Lou le había regalado. Annelise debió haber leído su mente, porque a continuación, dijo;

⠀⠀⠀—Tu abuela se pondría hecha un basilisco si te viera toda despeinada y con las trenzas deshechas.

⠀⠀⠀—No es verdad. —Marie giró la cabeza, pero Annelise volvió a colocarla mirando al frente. —Ella misma me regaló este traje. Y también es tu abuela.

⠀⠀⠀—No me lo recuerdes.

Annelise sabía que caminaba sobre hielo fino. La bruja de Louisianna había arrastrado a Marie hacia sus alas de arpía y la había mantenido entre sus garras desde meses después de que la adoptasen. Y ahora, ni Arthur ni ella podían hacer comentarios mínimamente críticos contra la anciana, o Marie se apagaría y no abriría la boca ni para decir “buenos días”.

⠀⠀⠀—Hoy es su cumpleaños, ¿La has llamado? —Annelise rodó los ojos y comenzó a desentramar las trenzas con los dedos. —Llámala antes de mañana. Se pondrá contenta.

⠀⠀⠀—No voy a llamar a esa bruja que me quiere mandar a Siena hasta que una de las dos nos muramos. —Podría jurar que la barbilla de Marie temblaba.

⠀⠀⠀—Solo quiere que te despejes un poco. En Siena hace mejor tiempo que en París, quizá te pondrías mejor si…

⠀⠀⠀—Arthur nunca debió decirte nada sobre mi enfermedad.

La habitación se quedó en silencio y Marie se tragó la ira hasta que las ganas de gritar le arañaron la garganta.

No es justo. No es justo. No es justo. No es justo.” Quiso arrancarle el cepillo de las manos y peinarse sola.

⠀⠀⠀—No digas eso. Yo he ido a visitarte al hospital.

⠀⠀⠀—Ese tipo de cosas no son para que las vea una niña pequeña. —Bromeó Annelise levantándose de la butaca y retomando el estudio arquitectónico de la iglesia de la mansión.

𝐒𝐢𝐥𝐯𝐞𝐫 𝐁𝐥𝐨𝐨𝐝𝐥𝐢𝐧𝐞 ⚜ 𝐃𝐢𝐚𝐛𝐨𝐥𝐢𝐤 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐫𝐬 𝐱 𝐎𝐜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora