𝐗𝐈𝐗 ⛧

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𝐕𝐈𝐕𝐈𝐑𝐈́𝐀 𝐏𝐎𝐑 𝐘 𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐄𝐒𝐓𝐎
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Una sonrisa de satisfacción se abre camino entre los labios cincelados de Edmund y hunde la boca en el cuello de Eyra hasta delimitar su mandíbula suave y desembocar en un beso, denso, profundo y contundente que priva a Eyra de su respiración. Cuando los dedos blancos de la joven trazan sus clavículas afiladas, apenas hay rastro ya de los relieves y cicatrices que los lobos cosieron en su cuerpo.

Su aliento cálido se funde y condensa en la piel hirviendo de Edmund y Eyra recuerda cada vez que su mano rozó las de sus hermanos al darles el pan cada mañana. Esas pieles tan frías y tan blancas. Tan frágiles como seda de telaraña en comparación con la tez dorada y tersa de Edmund. Como si el frío de la isla congelada fuere incapaz de perturbar las briznas del dios Apolo trenzadas que relumbraban con el baile de las llamas de la chimenea al reflejo de sus pómulos.

Inspira la esencia dulce y cálida de Eyra una vez más y permite que sus dedos segmenten los mechones de su cabello de oro mientras su espalda femenina se arquea con deleite, y la sonrisa del joven demonio se ensancha cuando siente su aliento temblar contra su oído y su cuerpo tomar más y más temperatura hasta que su voz suave se quiebra en un intento delicioso por pronunciar su nombre antes de que su mente se torna en blanco.
Eyra apenas tiene tiempo de procesar el calor que se forja en su abdomen cuando Edmund vuelve a besarla y separa su pecho incandescente del de ella.

⠀⠀⠀—Buenas noches.

Un último beso en su frente y cuando la vista borrosa disipa su niebla en los ojos grises de Eyra, Edmund ya no está.

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Querido Calcio:

Son dos hermanas. Aunque la pequeña se parece más al recipiente del corazón de la zorra fundadora que a su hermana mayor. Sé que me observan.

El recipiente es rubia. Es una niña. Una niñita inocente y pura y adorable y casta que tiene los ojos de alguien que no murió cuando debió hacerlo y ahora se enfrenta las consecuencias de no haber atravesado su propia muerte. Sus andares son rectos pero cansados con el paso de los días. Ella es la única persona de la que se bebe en esta casa. Las otras dos tienen el cuello intacto. La apodan con todo tipo de improperios pero se llama Yui.

La primera hermana es un poco más alta que la otra. Y de vez en cuando suelta frases en latín para comprobar si sé o no sé hablarlo. Ya que siempre estoy presente, intuyo que busca una forma de hablar con su hermana sin que yo me entere. Ha intentado griego, latín, inglés y francés. Creo que por la forma en la que me mira, ya ha llegado a la conclusión de que debería inventarse un idioma propio si quiere hablar sobre mí cuando estoy presente. Tiene los ojos más raros que he visto en mi vida, Calcio. Si pudiera se los sacaría y los metería en dos botellitas de cristal para dártelos intactos. La llaman Annie. Pero creo que esto es solo un diminutivo.

La segunda hermana siempre sonríe. Nunca tiene una mala palabra para mí. Es servicial, atenta, dulce y risueña. Se lleva bien con todos los hermanos y con Yui. Es despierta y sonrosada. Grácil y gentil como una gota de rocío cayendo de un narciso.
Nada trascendental. No supone una amenaza.
Será la más sencilla de eliminar.

Hasta que tenga más noticias, o hasta que nos volvamos a ver.
Calcio, Hierro y Argón, os quiere:

Escandio.

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Galyenne respira tan despacio y suavemente que parece que no respira. Djavül observa cómo los pájaros se arremolinan en su ventana a observar a su hermana pequeña sopesar el extenso letargo al que fue condenada desde su más tierna juventud. Djavül no sabe si le oye cuando le lee las cartas de Samantha, pero Escandio insistió fuertemente en que le leyese todas y cada una de las cartas cada vez que estas llegaran. Y Samantha no había enviado una carta en meses. La última llegó ayer.

⠀⠀⠀—Se despide de nosotros en clave y... Firma. Poco más, Gal. Parece que no está muy habladora últimamente.

No hay respuesta. Han pasado nueve años desde que la hubo por última vez.
Djavül suspira y deja que los murciélagos y los pájaros continúen observando a Galyenne pacientemente, como si estuvieran esperando a que dejase de respirar para devorarla.
Cuando sale de la habitación de su hermana, las armaduras de cristal lo miran vigilantes y giran a su paso con un chirriar cristalino a medida que cruza el pasillo para dirigirse al salón principal.
Djavül se tapa la boca y la nariz con la palma de la mano y aprieta los dientes con furia.
Dos cabezas de cierva descansan sobre la mesa del comedor.

Matar a los machos es un aviso.
Matar a las hembras era la guerra.

Atacar directamente a su descendencia de una manera tan simbólica jamás había sido tan agresivo como en ese momento. Edmund lo miraba como un lobo a punto de atacar. Las puntas de su cabello estaban encharcadas en sangre, pero esta vez solo sus manos tenían cicatrices, lo que le hizo pensat que por cierva, Hierro había traído por lo menos dos lobos.
Sin embargo había un ademán iracundo y resquebrajado.

⠀⠀⠀—Tienen a Sam y estan matando a nuestras ciervas, Djavül. Es una amenaza.

Djavül suspira y cierra los ojos, observando las pieles de lobo fundador expuestas sobre la chimenea del salón, esperando a ser secadas para que ser curtidas posteriormente, sin embargo Edmund no va a dejar el tema así como así.

⠀⠀⠀—Ya sabes lo que te voy a decir, Djavül.

⠀⠀⠀—No te humilles así, cállate.

⠀⠀⠀—Tienen un ángel, Djavül.

Los ojos pardos de Djavül se entrecierran con burla, y aparta la cabeza de una de las hermosas ciervas blanquecinas para agarrar una manzana y darle un mordisco que Edmund interpreta como la más burda provocación. Los ojos cansados del joven miran al mayor del los Khyanson con los aires de superioridad que tuvo desde que nació.

⠀⠀⠀—Un ángel... Ya... Un ángel con su arpa y su túnica blanca, y su aureola y los ricitos ridículos y la cara regordeta y fácil de patear.

⠀⠀⠀—No hay más ciego que el que no quiere ver. Tú también has leído sus cartas. Tienen un ángel en esa casa, Djavül y tú lo sabes tanto como yo. Y si Galyenne estuviera aquí...

⠀⠀⠀—Galyenne está aquí. Ed. ¿Recuerdas? Está ahí mismo. Quinto pasillo a la izquierda y después todo recto a la derecha. Lo sé porque yo soy quien se dedica a leerle todas las cartas de Samantha. Quizá deberías hacerlo más a menudo. Quizá leyéndolo en alto te quitarías tu estúpida teoría del ángel al escucharte.

Edmund mantiene la calma ante la posición altanera de Djavül. Una calma fría y certera como la amenaza de un oráculo. Entrecierra sus ojos azul cobalto y alza la barbilla en una muestra señorial más propia de un rey que de un cazador.

⠀⠀⠀—Samantha está en peligro, Djavül.

El joven se termina la manzana y la tira al suelo. Acaricia las pieles de lobo y le dedica una última mirada a su hermano antes de irse a dormir.

⠀⠀⠀—No necesitamos más pieles de chucho apestoso en esta casa. La próxima que mates un lobo déjalo pudrirse en la nieve.

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𝐒𝐢𝐥𝐯𝐞𝐫 𝐁𝐥𝐨𝐨𝐝𝐥𝐢𝐧𝐞 ⚜ 𝐃𝐢𝐚𝐛𝐨𝐥𝐢𝐤 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐫𝐬 𝐱 𝐎𝐜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora