Primera Vista

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Era la primera vez que veríamos al bebé con una forma más humana, y estábamos emocionados.

Angie seguía dormida cuando sentí algo húmedo y áspero recorriéndome la cara. Abrí los ojos y me encontré con Aslan, que me estaba llenando de lametones. En cuanto vio que ya estaba despierto, se marchó tranquilamente, como si nada.

Siempre me indignaba que solo me hiciera eso a mí.

Me giré hacia Angie, que dormía de lado, con la pequeña curva de su vientre apenas sobresaliendo bajo las sábanas. Aún era pequeño, pero no dejaba de maravillarme cómo alguien podía crecer ahí dentro. La mujer tiene el don de crear vida, y eso sí que es alucinante. Cómo un gusanito se convierte en un ser humano digno.

No pude resistirme. Me acerqué más y, con una sonrisa, comencé a hablarle a Número 6.

—Sé que aún no puedes escucharme, pero de todas maneras voy a hacerlo —susurré para no despertar a mi mujer—. No sabes las ganas que tenemos de conocerte. Tus hermanas ya están discutiendo si serás niño o niña, si te gustará el fútbol tanto como a Sara o si serás Swiftie como Paula... Mía es muy pequeña, pero siempre intenta abrazarte.

Respiré hondo, recordando los anteriores embarazos de Angie. Realmente, si ignorábamos la barriga del tamaño de una sandía, no parecía embarazada.

Seguía usando sus andamios —sus tacones— aunque no se pusiera los más altos. A pesar de que no paraba de quejarse de la hinchazón de pies y el dolor, no renunciaba a sus alturas.

Yo insistía en que usara zapatos planos, pero ella se negaba. Decía que perdería la esencia del outfit y que no pensaba comprarse un zapato plano solo para un par de meses... Nunca entendí a las mujeres.

—Hoy iremos toda la Trupe a verte —murmuré, riendo—. Porque como les digamos que no a tus hermanas, te aseguro que no salimos vivos. No miento cuando digo que todos tenemos ganas de que estés aquí con nosotros.

Sentí unas manos acariciándome el pelo y, al levantar la vista, me encontré con los intensos ojos azules de mi mujer.

—Buenos días, Rubita —dije antes de subir a besarla.

—Buenos días, Poli... ¿Qué hacías?

—Hablar con Número 6.

—¿Ah, sí? ¿Y de qué hablabais?

—De las ganas que tengo de que esté con nosotros.

Ella sonrió y me besó antes de levantarse. Debíamos llegar a tiempo a la cita con el ginecólogo, así que no nos entretuvimos demasiado en la cama.

Paula apareció en nuestra habitación, sentada en la cama de cualquier manera, contándole sus dramas a su madre, mientras Angie luchaba por cerrarse el pantalón. No la dejaban ni vestirse tranquila. Siempre estaban con ella, incluso cuando se duchaba, sentadas en el suelo del baño como si fuera un evento social.

Ser madre = no tener privacidad.

Aprovechando que Número 6 ya se hacía notar, Paula sacó su iPhone y le tomó una foto a Angie, justo en el momento en que ella, frustrada, decidió doblarse el pantalón en lugar de intentar cerrarlo.

—Estoy emocionada por ver a Número 6 —dijo Paula desde su asiento en el coche.

—¿Por qué le dices así, si un bebé no es un número? —intervino Elsa.

—No es que sea un número, "Els", es solo cómo lo llamamos hasta que decidamos su nombre.

—Pues pongámosle un nombre neutro y ya vale para luego... —propuso—. Y me llamo Elsa, no "Els".

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