Olía a verano, y nuestra ciudad se llenaba de turistas provenientes de todo el mundo. Las terrazas y las playas estaban abarrotadas de gente disfrutando de bebidas frías.
El inicio del verano traía consigo el final de las clases, algo que nuestras hijas adoraban, pero que para mi mujer era más bien un calvario. En dos semanas y cinco días, las vacaciones comenzarían.
Elsa se encontraba en el despacho de Angie.
—¿¡Cómo que el último día!? —exclamó Elsa, sorprendida.
—Sí. —afirmó Angie, calmada—. El curso se acaba.
—¿Y qué tú te des de baja también? No quiero a otro. No me gustan los cambios y seguro que no sabrá comprenderme, ni me conocerá como tú. —respondió, visiblemente molesta—. ¡No puedes irte!
—Yolanda y yo hemos llegado a un acuerdo con mi baja. No te preocupes, después de una larga conversación, hemos decidido que ya no irás con el orientador, sea conmigo o el nuevo.
—¿¡Y qué va a pasar conmigo!? ¡No me puedes abandonar! —gritó Elsa, casi en pánico.
—Elsa, cariño, vivimos en la misma casa. —le dijo Angie con calma.
—Pues es verdad... —respondió Elsa, ya más tranquila—. Me voy a clase.
La niña salió del despacho sin decir una palabra más. Pero antes de cerrar la puerta, volvió a abrirla y abrazó a Angie con cariño. Elsa no era de abrazos ni de contacto físico, pero sabía que esa era la manera en que los demás demostraban cariño, y se esforzaba por hacernos ver que nos quería.
Las personas neurodivergentes, en especial aquellas con autismo, no expresan el amor de la misma forma. Es algo que poca gente entiende, pero es importante seguir avanzando con nuestra historia.
Esa mañana, el inicio de las vacaciones se respiraba en el aire, y nuestras hijas lo notaban. Se levantaban con emoción, incluso con alegría, un lunes por la mañana. Pero hoy nos vamos a centrar en Sara, porque por fin era el momento de que la escayola desapareciera de su pierna.
Me encargué de llevar a las demás al colegio mientras Angie se ocupaba de llevar a Sara.
—¿Con quién chateas tanto? Si acaba de empezar las clases. —preguntó Angie.
—Para ser exactos, son las 08:28, así que aún queda. Además, los profesores siempre tardan al menos cinco minutos en llegar. —Sara no levantó la vista del móvil—. Estaba hablando con el grupo de mis hermanas, y ahora con Noah. Por cierto, el jueves viene a casa para practicar el baile final, porque es este viernes. Como me rompí la pierna, no lo hemos vuelto a practicar... Mamá, tiene que salir perfecto.
—Sara, no sé si podrás bailar. —respondió Angie, preocupada.
—Papá y tú vais a venir, ¿verdad? —Sara preguntó con esperanza—. Es que Noah me pregunta para avisar a Salvador y a Yolanda.
—¿Me has escuchado? —dijo Angie, algo molesta.
—Sí, pero... ¿Venís? ¿Verdad?
—Iremos. —respondió Angie con un suspiro.
—Genial, pues una cosa menos. —Sara sonrió, satisfecha.
—¿El jueves no va a ser un poco apurado? —preguntó Angie, algo preocupada.
—Sí, pero entre los exámenes y que Noah tiene extraescolares, es el único día que podemos.
Los médicos le dijeron a Sara que, aunque la escayola ya no estuviera, debía reposar la pierna mínimo una semana. Pero ya sabemos cómo son los niños... A veces, los adultos hablamos con las paredes.

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Nuestras Aventuras
De TodoAdrián y Angie llevan una vida aparentemente normal como padres de una numerosa y peculiar familia. Sin embargo, detrás de las risas, los desafíos cotidianos y los secretos bien guardados, están presentes es sus vidas. Pero la familia lo es todo y...