Angie rebuscaba en la despensa con desesperación, removiendo paquetes y latas en busca de aceitunas sin hueso rellenas de anchoa. Las necesitaba de verdad, pero no había ni rastro de ellas.
Frunció el ceño y suspiró con frustración antes de tomar papel y bolígrafo para hacer la lista de la compra. No tardó en notar que no solo faltaban sus ansiadas aceitunas, sino prácticamente de todo. Éramos demasiados en casa y, para variar, ninguno cooperaba cuando se trataba de avisar de lo que se estaba acabando.
Como siempre, Angie terminaba haciéndose cargo del asunto. Luego, por supuesto, nos caía el sermón. Y con razón.
Mientras anotaba, Sara apareció con sus muletas hasta su madre, con un papel en la mano.
—¿Qué es esto? —preguntó Angie con curiosidad.
—Un tema sin importancia del colegio —respondió Sara con naturalidad—. ¿Podrías echarme un autógrafo?
Angie la miró con suspicacia antes de tomar el papel y leerlo.
—Espero que no te haya vuelto a escribir otra nota Yolanda... —murmuró, hasta que sus ojos se toparon con el texto. Entonces alzó las cejas con fingida sorpresa—. ¿Hemos llegado a un nivel en el que "Estimada Angelique Ferrer" es el sello del colegio? ¡¿Le has llamado "arpía" a la profesora de economía?!
Sara resopló y puso cara de víctima.
—Encima de que me levanté con todo mi esfuerzo, y una pierna rota... me dice que si lo único que sé hacer es llamar la atención. Así que yo solo le respondí.
Angie la fulminó con la mirada.
—Debería castigarte por esto.
—Pero no fue culpa mía... Bueno, no del todo... —intentó justificarse Sara.
—Contigo nunca es culpa tuya —gruñó Angie, cruzándose de brazos—. No puedes insultar a un profesor, por poca razón que tenga. Para eso estamos Yolanda y yo.
—¿Podéis insultar a los profesores? —preguntó Sara con genuina emoción.
—No exactamente —aclaró Angie—, pero tenemos el poder de darles un toque de atención. Pero Chispitas... Ya es tarde para eso. —Suspiró y tomó un bolígrafo del estuche de su hija—. Ojalá yo tuviera un sello con mi firma.
Al día siguiente, en el colegio, Iván y Paula estaban tan acaramelados en el pasillo que resultaba empalagoso. Parecía que la pelirroja había dejado atrás todo lo ocurrido con su amiga Martina semanas antes.
Ambos habían decidido mantener su relación en secreto, al menos de momento. Yo no sabía nada oficialmente... Aunque uno no es tonto. Pero tampoco quería criar a mis hijos en una burbuja.
—Te amo tanto, Sirenita... —susurró Iván.
—Y yo a ti... —respondió Paula con dulzura.
Sara, que esperaba impaciente junto a Elsa y Noah, soltó un largo suspiro, invocando toda su paciencia.
—¡Paula! —espetó, molesta.
—Tengo que irme, te veo luego —dijo Paula, entrelazando las manos de Iván antes de despedirse.
Aún se demoraron unos segundos más, mirándose con adoración. Si existiera un filtro de corazones flotando, estarían cubiertos de ellos.
—¡Zanahoria, o mueves tu culo o te prometo que te achicharro el pelo cobrizo con mi mano! —la amenazó Sara, perdiendo la paciencia.
—Ni que tuviera poderes para hacer eso... —murmuró Iván, divertido.
—Sí, ¿verdad? —rio Paula, algo nerviosa—. Qué ingenua mi melliza... Adiós.

ESTÁS LEYENDO
Nuestras Aventuras
عشوائيAdrián y Angie llevan una vida aparentemente normal como padres de una numerosa y peculiar familia. Sin embargo, detrás de las risas, los desafíos cotidianos y los secretos bien guardados, están presentes es sus vidas. Pero la familia lo es todo y...