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Había pasado poco más de una hora desde que Percy llegó, y ambos se encontraban en la sala, específicamente en el sillón. Annabeth, después de haber descargado sus emociones y haberle contado todo lo que había pasado con Luke, desde el descubrimiento de su infidelidad hasta la ruptura, ya estaba más tranquila. Ahora, el silencio entre ellos era reconfortante, una pausa en medio de todo ese desastre.

Annabeth apoyó su cabeza en el pecho de Percy, sintiendo su calor y su calma. Él la rodeaba con un brazo, sosteniéndola con un gesto protector que siempre había significado tanto para ella.

—Percy, antes de que llegaras me enviaste un mensaje diciendo que querías contarme algo —recordó Annabeth, levantando ligeramente la cabeza para mirarlo.

Percy suspiró, su agotamiento evidente en la forma en que sus hombros se hundieron un poco más en el sillón.

—Sí, pero podemos hablar de eso después —dijo, intentando posponer lo inevitable.

—Percy —insistió Annabeth, su mirada preocupada encontrando la de él—. Estoy bien. Puedes decírmelo, sabes que estoy aquí para escucharte.

Percy cerró los ojos por un momento, buscando las palabras adecuadas. Al abrirlos, la vulnerabilidad en su mirada hizo que Annabeth sintiera un nudo en el estómago.

—Rachel terminó conmigo —dijo al fin, su voz cargada de una tristeza resignada.

—¿Qué? —Annabeth frunció el ceño, sorprendida y preocupada—. ¿Por qué?

Percy rodó los ojos con un gesto de frustración mezclado con cansancio.

—Ella está celosa de todas las mujeres con las que me cruzo —explicó—, especialmente de ti. Me puso entre la espada y la pared, tratando de hacerme elegir entre seguir nuestra relación o mi amistad contigo.

Annabeth sintió una oleada de culpa y dolor. No quería ser la causa de los problemas de Percy, pero tampoco podía imaginar su vida sin él.

—No sé qué decir —murmuró, bajando la mirada.

Percy apretó una de sus manos con firmeza, transmitiéndole toda la determinación que sentía.

—No hay nada que decir —respondió, su voz más suave ahora—. Eres demasiado importante para mí como para perderte. Puedo superar mi ruptura con Rachel, pero no podría superar perderte a ti.

Annabeth sintió que las lágrimas llenaban sus ojos, pero esta vez no eran de tristeza. Apretó la mano de Percy, agradecida por su lealtad y su amor incondicional.

—Gracias, Percy —susurró, apoyando su frente contra la de él—. Siempre has estado ahí para mí. Prometo que siempre estaré aquí para ti también.

Percy sonrió levemente, sintiendo un alivio que no había experimentado en todo el día. Abrazó a Annabeth con más fuerza, sintiendo que, a pesar de todo, mientras estuvieran juntos, podrían superar cualquier cosa.

—Ya basta —dijo Annabeth, pasando sus pulgares por las mejillas de Percy para eliminar las pequeñas lágrimas que habían escapado de sus ojos. Ella le sonrió, tratando de reconfortarlo—. Superaremos esto y, cuando menos lo esperemos, llegará alguien que nos dé la felicidad que merecemos.

—Sí —él coincidió, devolviéndole la sonrisa.

Annabeth se separó de él y se puso de pie.

—¿Quieres un café? —ofreció.

—Creo que necesito algo más fuerte que un café —admitió Percy con una sonrisa cansada.

—Déjame ver qué encuentro —respondió Annabeth, devolviéndole la sonrisa antes de dirigirse a la cocina. Poco después, regresó con una botella de tequila y dos vasos pequeños—. Parece que tienes suerte —dijo, levantando la botella—. Encontré esta y otra más por si es necesario.

Percy dejó escapar una risa, sintiendo cómo la tensión se aliviaba ligeramente.

—Esperemos que sea suficiente —dijo con un tono más ligero, mientras Annabeth servía el tequila.

Ella le pasó uno de los vasos y levantó el suyo en un brindis improvisado.

—Por superar esto juntos —dijo Annabeth, mirándolo a los ojos con determinación y cariño.

Percy chocó su vaso con el de ella.

—Por siempre estar el uno para el otro —añadió, sintiendo una nueva esperanza.

Ambos bebieron, sintiendo el calor del tequila y el consuelo de su mutua compañía. En ese momento, supieron que mientras se tuvieran el uno al otro, podrían enfrentar cualquier desafío.

***

A la mañana siguiente, el sol comenzaba a filtrarse tímidamente por las cortinas, iluminando la habitación con una luz suave y dorada. Percy yacía en la cama, apenas emergiendo de un sueño agitado, cuando el grito de Annabeth resonó como un eco alarmante, rompiendo la tranquilidad matutina y sacándolo bruscamente de su letargo.

—¡¿Qué pasa?! —exclamó Percy, su voz aún entrecortada por el sueño, mientras luchaba por despejar su mente nublada y comprender qué estaba sucediendo. El dolor punzante en su cabeza no ayudaba en absoluto.

Annabeth, sentada en la cama con una expresión de desconcierto y temor, se aferraba a las sábanas con fuerza, como si buscara algún tipo de anclaje en la realidad.

—Percy —dijo, su voz temblorosa revelando una mezcla de miedo y confusión—. ¿Qué fue lo que hicimos?

Percy sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esas palabras. Un millón de pensamientos tumultuosos se agolparon en su mente, pero ninguno de ellos parecía encontrar coherencia. Miró a su alrededor, tratando de reconstruir los eventos de la noche anterior, pero solo encontró fragmentos borrosos y confusos golpeaban su mente.

—¿Qué cosa hicimos? —preguntó, su voz apenas un susurro, mientras intentaba procesar la realidad que se revelaba ante él.

Annabeth bajó la mirada, incapaz de sostener su mirada. Su rostro estaba pálido, sus ojos llenos de una angustia que cortaba como un cuchillo.

—Annabeth... —murmuró Percy, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, mientras el pánico comenzaba a apoderarse de él. Lentamente, dejó caer la mirada hacia su propio cuerpo y, al notar su desnudez, el impacto de la noche anterior lo golpeó como una ola.

—Mierda —exclamó, su voz temblorosa, mientras una mezcla de vergüenza y desesperación se apoderaba de él.

Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora