Mi mejor amigo

22 | En la puerta de enfrente

Mientras la familia Jackson-Chase se acercaba a la puerta de su departamento, risas suaves y el eco de las palabras amorosas aún flotaban en el aire. Sin embargo, su atención fue capturada por el movimiento en el pasillo. Justo enfrente de su puerta, una mujer joven, de largo cabello color caramelo, luchaba por mantener el equilibrio mientras cargaba una caja visiblemente pesada.

—Parece que tenemos nuevos vecinos —murmuró Annabeth, observando con curiosidad y cierta cautela a la joven que, a pesar del esfuerzo, mantenía una expresión serena en su rostro.

Percy, siempre dispuesto a ayudar, no dudó en dar un paso adelante.

—Voy a ver si necesita ayuda —dijo, soltando la mano de Azul con suavidad y dirigiéndose hacia la mujer.

—¡Hola! —exclamó Percy con su característica amabilidad, mientras se acercaba a la joven—. Eso parece pesado. ¿Te gustaría que te eche una mano?

La joven levantó la mirada, y sus ojos color canela, se encontraron con los de Percy. Por un momento, su expresión cambió, mostrando una mezcla de sorpresa y algo más. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, una que parecía estar dirigida exclusivamente a Percy, cargada de una sutileza que no pasó desapercibida para Annabeth.

—Oh, gracias, sí, realmente me vendría bien algo de ayuda —respondió ella, entregándole la caja a Percy, sus dedos rozando deliberadamente los suyos mientras lo hacía—. Soy Calypso, acabo de mudarme al departamento de enfrente.

Percy tomó la caja con facilidad, sin notar el ligero rubor en las mejillas de Calypso ni la intensidad con la que ella lo observaba. Él, siempre educado y amable, le devolvió la sonrisa, presentándose con naturalidad.

—Es un placer conocerte, Calypso. Yo soy Percy, y estas son mi esposa, Annabeth, y nuestra hija, Azul —dijo, señalando hacia su familia que observaba desde la puerta.

Annabeth levantó una mano en un saludo amistoso, aunque sus ojos, agudos y observadores, no perdieron detalle de la interacción. Algo en la forma en que Calypso miraba a Percy hizo que un destello de incomodidad pasara fugazmente por su mente. Por otro lado, Azul, siempre curiosa, se escondía tímidamente detrás de su madre, pero aún espiaba a la nueva vecina con ojos grandes y atentos ojos verde mar.

Calypso les devolvió el saludo, pero Annabeth no pudo evitar notar que su sonrisa era más amplia cuando miraba a Percy.

—Es un placer conocerlos —dijo Calypso, inclinando ligeramente la cabeza, pero su mirada volvió a Percy con una intensidad sutil—. Espero que no cause demasiadas molestias con la mudanza. Aún estoy tratando de acostumbrarme al lugar.

Percy, ajeno a la tensión que Annabeth empezaba a sentir, asintió mientras cargaba la caja.

—No te preocupes por eso. Mudarse siempre es complicado. Si necesitas cualquier cosa, no dudes en llamarnos. Estamos justo al frente.

Calypso asintió, sus ojos brillando con un interés que Percy no percibió, pero que Annabeth no pudo ignorar. Mientras él la ayudaba a llevar la caja al interior de su nuevo departamento, Annabeth sintió una ligera punzada de incomodidad. Había algo en la forma en que Calypso interactuaba con Percy que despertaba sus instintos de alarma.

Cuando Percy regresó a su departamento, Annabeth lo observó en silencio, su mente trabajando rápidamente mientras Azul se aferraba de nuevo a su mano.

—Es bueno tener nuevos vecinos, ¿verdad? —comentó Annabeth, su tono ligero, pero sus ojos buscaban alguna señal en Percy, alguna indicación de que él también había notado lo que ella había visto.

Percy asintió con una sonrisa despreocupada, sin percibir la inquietud de su esposa.

—Sí, lo es. Y parece que Calypso se instalará bien aquí —dijo con naturalidad, pero había un matiz en sus palabras que hizo que Annabeth apretara los labios.

Con una última mirada al pasillo ahora vacío, la familia Jackson-Chase finalmente se adentró en su hogar, aunque Annabeth no pudo sacudirse la sensación de que algo había cambiado. Mientras Percy se alejaba hacia la cocina con Azul, Annabeth se quedó por un momento en la entrada, su mente llena de preguntas y una ligera preocupación que no logró disipar.