27 | Deja que hablen

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Percy se quedó en el sofá durante varios minutos, intentando calmar los pensamientos que se arremolinaban en su mente. La conversación con Calypso lo había dejado intranquilo, no solo por su comportamiento insinuante, sino también por el comentario hiriente sobre su relación con Annabeth. Mientras se pasaba las manos por el rostro, escuchó la puerta abrirse y las voces animadas de Annabeth y Azul llenaron el departamento.

—¡Papi! —gritó Azul, corriendo hacia él con una sonrisa brillante—. ¡Mami y yo trajimos helado!

Percy forzó una sonrisa y la abrazó con fuerza, sintiendo un alivio temporal al tenerla cerca. Annabeth, al ver la expresión en el rostro de Percy, frunció ligeramente el ceño.

—Voy a dejar el helado en el congelador —dijo Annabeth a Azul—. ¿Por qué no vas a elegir una película para que veamos después?

Azul asintió con entusiasmo mientras se dirigía a buscar la película, dejando a Percy y Annabeth solos en la cocina. Annabeth, siempre atenta a los cambios en el ánimo de Percy, se acercó a él con preocupación.

—Percy, ¿qué pasó? —preguntó, su voz suave pero firme.

Percy la miró, tomando una profunda respiración antes de comenzar.

—Calypso vino a pedirme ayuda para mover unos muebles en su departamento —empezó, tratando de mantener su tono tranquilo, aunque sabía que lo que venía después sería más difícil de decir—. La acompañé y... bueno, las cosas se pusieron un poco incómodas.

Annabeth lo miró con una mezcla de preocupación y una pizca de sospecha, esperando que continuara.

—¿Qué quieres decir con "incómodas"? —preguntó, aunque parecía que ya intuía la respuesta.

Percy se pasó una mano por el cabello, sintiendo una oleada de frustración consigo mismo.

—Annabeth, creo que tenías razón. Calypso hizo algunos comentarios... insinuaciones. Fue sutil, pero bastante claro. Me di cuenta de que estaba tratando de acercarse de una manera que no me gusta en absoluto —dijo, su voz baja pero cargada de sinceridad.

Annabeth asintió lentamente, su expresión se volvió seria, pero no sorprendida. Sin embargo, Percy continuó, sabiendo que aún no había llegado a la parte que más lo había molestado.

—Y luego dijo algo que realmente me afectó —continuó Percy, su voz temblando ligeramente por la rabia contenida—. Mencionó un chisme que había escuchado en el pueblo... sobre nosotros.

Annabeth frunció el ceño, alarmada.

—¿Qué chisme? —preguntó, su voz ahora con un toque de dureza.

—Dijo que la gente comenta que le fui infiel a Rachel contigo, y que solo sigo casado contigo porque te dejé embarazada de Azul —dijo Percy, sintiendo cómo la ira se mezclaba con la ansiedad mientras lo decía—. Y lo que más me molesta, Annabeth, es que alguien pueda pensar que no estoy contigo porque te amo.

Annabeth lo miró en silencio por un momento, procesando lo que Percy había dicho. Sabía que los chismes podían ser crueles, pero no esperaba que después de tanto tiempo aun sus vidas siguieran en boca de todos. Dio un paso adelante y tomó las manos de Percy entre las suyas.

—Percy, sabes que esos chismes solo son eso, simples habladurías —dijo, mirándolo a los ojos—. La gente siempre va a hablar, especialmente en un lugar pequeño como este. Pero lo que importa es que nosotros sabemos la verdad.

Percy asintió, pero su ansiedad no desaparecía del todo.

—Lo sé, Annabeth, pero... escuchar esas cosas me hizo sentir... —Percy hizo una pausa, buscando las palabras—. Me hizo sentir que necesito demostrarte cuánto te amo, cuánto significas para mí. Porque no quiero que ni por un segundo dudes de mis sentimientos.

Annabeth suavizó su expresión, entendiendo ahora por qué Percy estaba tan afectado. Se acercó más y lo abrazó, apoyando su cabeza en su pecho.

—Nunca he dudado de ti, Percy. Sé que me amas, lo veo en todo lo que haces, en cómo cuidas de mí y de Azul, en cómo estás siempre ahí para nosotras. No necesitas demostrarme nada más —le dijo con una voz cargada de ternura—. Estoy contigo porque te amo, y sé que tú estás conmigo por la misma razón.

Percy sintió que la tensión en su cuerpo comenzaba a desvanecerse mientras abrazaba a Annabeth más fuerte.

—Lo sé, Annabeth, y eso es lo que me sostiene. Pero escuchar esas cosas... me hizo darme cuenta de cuánto te valoro, y cuánto odio la idea de que alguien pueda pensar lo contrario —respondió, su voz un poco más tranquila ahora.

Annabeth se apartó ligeramente para poder mirarlo a los ojos, su mirada llena de amor y determinación.

—No podemos controlar lo que los demás piensan o dicen, pero podemos seguir demostrando, a nosotros mismos y a nuestra hija, que nuestra relación se basa en algo real, algo fuerte —dijo Annabeth, acariciando suavemente la mejilla de Percy—. Eso es lo único que importa.

Percy la miró, sintiéndose increíblemente afortunado de tener a alguien como Annabeth a su lado. Asintió, dándole un beso suave en la frente.

—Tienes razón. Lo único que importa es lo que nosotros sabemos —dijo Percy, su voz llena de convicción renovada.

Annabeth sonrió y lo abrazó de nuevo, esta vez con un suspiro de alivio.

—Y en nuestros corazones, Percy, sé que siempre estaremos juntos, pase lo que pase —respondió, su voz suave pero firme.

Después de unos momentos en silencio, simplemente disfrutando de la cercanía del otro, Percy habló de nuevo, su tono ahora más ligero.

—Gracias por recordármelo. No sé qué haría sin ti, Annabeth —dijo con una sonrisa, esta vez más genuina.

Annabeth se rio suavemente, inclinándose hacia él.

—Afortunadamente, no tienes que descubrirlo —respondió, sus ojos brillando con amor—. Ahora, vayamos con Azul. Estoy segura de que está lista para ver esa película.

Percy asintió, pero antes de que se dirigieran a la sala donde Azul, ya estaba esperando con la película elegida, Percy besó a Annabeth profundamente para demostrarle no solo con palabras lo mucho que la amaba. Después de eso se dirigieron a la sala y mientras se sentaban junto a su hija en el sofá, Percy sintió que, a pesar de los chismes y las insinuaciones, lo que realmente importaba estaba justo aquí, en su hogar, con Annabeth y Azul. Sabía que su amor por ellas era genuino y fuerte, y que nada, ni siquiera los comentarios maliciosos de la gente, podría cambiar eso.

Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora