La mirada de Annabeth recorría el salón repleto de hermosos vestidos de novia. Las luces brillantes se reflejaban en los espejos, haciendo que cada vestido reluciera con una gracia etérea. Junto a ella estaban su madre y Anfitrite.
—Me parece que este es bastante lindo —comentó Anfitrite, observando un hermoso vestido corte de sirena—. ¿Qué te parece, Annabeth?
Annabeth miró el vestido por un segundo antes de que su mirada se desviara inconscientemente hacia el anillo en su dedo anular. A veces, sentía que quemaba su piel, recordándole la promesa que había hecho más por obligación que por amor.
Habían pasado dos semanas desde que aceptó casarse con Percy, y cada día era una montaña rusa de emociones. La noticia de su embarazo lo había cambiado todo. Aunque amaba a Percy, no estaba segura de que el matrimonio apresurado fuera la mejor decisión para ellos. ¿Estaban realmente preparados para construir una vida juntos, o simplemente estaban respondiendo al peso de las circunstancias?
—¿Estás bien, hija? —le preguntó Atenea, tocando suavemente su brazo.
Annabeth sintió un nudo en la garganta. Quería confesar sus miedos, pero no podía. En cambio, forzó una sonrisa.
—Sí, estoy bien —dijo, aunque su voz apenas era un susurro.
—¿Segura? —Los ojos grises de Atenea la observaban con profundidad—. No pareces muy entusiasmada.
Annabeth apartó la mirada, jugando nerviosamente con el anillo en su dedo.
—Estoy bien, mamá —repitió, pero su voz temblaba—. Solo... son los nervios.
Las palabras "nervios" no alcanzaban a describir el torbellino de emociones que sentía. El temor a un futuro incierto, la presión de tomar la decisión correcta para el bebé, y el miedo de perder la esencia de su relación con Percy, todo se mezclaba en su mente.
—Hija, si no estás segura... —Atenea se detuvo al ver la mirada suplicante de Annabeth, que le pedía no continuar—. Solo quiero que sepas que, decidas lo que decidas, tienes mi apoyo.
Annabeth sintió una oleada de alivio y tristeza a la vez. La comprensión de su madre era un bálsamo, pero también un recordatorio de la seriedad de su situación. Las lágrimas amenazaban con brotar, pero las contuvo, asintiendo ligeramente.
—Gracias, mamá —dijo, su voz apenas audible.
Mientras Annabeth volvía a mirar los vestidos, se preguntó si algún día podría llevar uno de ellos con verdadera alegría, sin el peso de las dudas y los "¿qué pasaría si?" aplastando su corazón.
***
Annabeth se dirigió al probador con un vestido en la mano, sus pasos lentos y pesados, como si estuviera caminando hacia un destino inevitable. Se detuvo frente al espejo, el vestido de novia colgando frente a ella, y se forzó a tomar una respiración profunda antes de deslizarse en la prenda. Sentir la suave seda contra su piel debería haber sido reconfortante, pero en cambio, la hizo sentir atrapada.
Cuando finalmente estuvo lista, se miró en el espejo. El vestido era perfecto: encaje delicado, una falda que fluía como un río, y un corpiño adornado con perlas. Sin embargo, la imagen reflejada no le devolvía una mirada de felicidad, sino una de angustia. Sus ojos estaban vidriosos, sus manos temblaban ligeramente.
Anfitrite y Atenea esperaban afuera, y cuando Annabeth salió del probador, sus rostros se iluminaron.
—Annabeth, te ves tan hermosa —dijo Anfitrite, con una sonrisa cálida.
Atenea asintió, aunque sus ojos seguían fijos en los de su hija, buscando cualquier señal de duda.
Annabeth forzó una sonrisa, pero sentía como si su corazón estuviera a punto de colapsar bajo el peso de sus emociones.
La imagen de Percy aparecía en su mente, su sonrisa, sus ojos llenos de amor y esperanza, y se preguntaba si él también tenía las mismas dudas que ella.
—¿Te sientes bien, hija? —preguntó Atenea, su voz suave y llena de preocupación.
Annabeth tragó saliva y asintió lentamente.
—Sí, estoy bien —murmuró, aunque su voz apenas era un susurro.
Pero entonces, los pensamientos se arremolinaron en su mente: el bebé, el futuro incierto, el miedo a que su amistad con Percy se destruyera bajo la presión del matrimonio. Ella sentía que estaba a punto de colapsar, que sus piernas no la sostendrían más. Su respiración se volvió errática y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.
"No puedes colapsar ahora", se dijo a sí misma con firmeza. "Tienes que ser fuerte. Casarse es lo mejor para el bebé, para todos".
Cerró los ojos y se obligó a respirar profundamente, intentando calmarse. Repitió esas palabras una y otra vez, como un mantra, hasta que su respiración se estabilizó y las lágrimas retrocedieron.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? —insistió Atenea, y en su voz había una ternura que Annabeth muy pocas veces había escuchado en ella.
Annabeth abrió los ojos y se encontró con la mirada comprensiva de su madre. Asintió, más para convencerse a sí misma que para convencerla a ella.
—Sí, mamá. Estoy segura —respondió, esta vez con más firmeza en su voz—. Esto es lo mejor.
Atenea la abrazó, y en ese momento, Annabeth permitió que una pequeña parte de su tensión se desvaneciera. Sabía que aún tenía un largo camino por delante, pero que aquello era correcto. Tenía que ser lo correcto.

ESTÁS LEYENDO
Mi mejor amigo
FanfictionPercy y Annabeth han sido mejores amigos desde niños hasta que un evento inesperado cambia para siempre la relación que hasta ahora habían tenido. #1 en Percabeth 14/08/24 Actualizaciones diarias