Mi mejor amigo

31 | La nueva confidente

Percy salió del departamento, cerrando la puerta de golpe detrás de él. El sonido resonó por el pasillo, y por un momento solo pudo escuchar su propia respiración agitada. Se pasó una mano por el cabello, sintiendo el calor de la rabia todavía ardiendo en su pecho. Sabía que había cruzado una línea con Annabeth, pero el orgullo y la frustración no lo dejaban regresar. Necesitaba espacio para calmarse, para alejarse de la discusión que aún resonaba en sus oídos.

Mientras caminaba hacia las escaleras, escuchó una voz suave detrás de él.

—Percy, ¿todo está bien? —preguntó Calypso, que estaba parada frente a la puerta de su propio departamento. Tenía una expresión de preocupación genuina en el rostro, sus ojos castaños observándolo con atención.

Percy se detuvo, sorprendido de verla allí. No había notado que Calypso estaba en el pasillo, pero ahora que la veía, parecía estar esperándolo, como si hubiera sentido su tensión desde el otro lado de la puerta. Llevaba un suéter ligero y jeans, su cabello cayendo en ondas suaves sobre sus hombros, dándole un aire despreocupado.

—Oh, hola, Calypso —dijo Percy, forzando una sonrisa tensa—. Sí, estoy bien. Solo... necesitaba salir un momento.

Calypso lo miró con simpatía y dio un par de pasos hacia él, reduciendo la distancia entre ambos.

—No pareces estar bien —dijo ella con suavidad, inclinando ligeramente la cabeza—. ¿Te gustaría entrar a tomar un café? A veces hablar puede ayudar. No parece que sea un buen momento para regresar a casa todavía.

Percy dudó, mirando hacia la puerta de su departamento. La imagen de Annabeth, furiosa y dolida, apareció en su mente, y sintió una punzada de culpabilidad mezclada con la rabia que aún hervía en su interior. No estaba listo para volver a enfrentarla, no mientras aún sentía el peso de sus propias inseguridades aplastándolo.

—Está bien —dijo finalmente, dejando escapar un suspiro cansado—. Un café suena bien.

Calypso le dedicó una sonrisa cálida y comprensiva. Abrió la puerta de su departamento e hizo un gesto para que pasara. Percy entró, agradecido por la distracción. El interior era acogedor, decorado con tonos suaves y detalles elegantes. Había un aroma a café recién hecho mezclado con el sutil olor a vainilla, creando un ambiente que invitaba a relajarse.

—Siéntate, ponte cómodo —dijo Calypso mientras se dirigía a la cocina—. Prepararé café para los dos. No hay prisa.

Percy se dejó caer en el sofá, apoyando los codos en sus rodillas y frotándose las sienes. La discusión con Annabeth aún resonaba en su cabeza como un eco doloroso. Había dicho cosas que no debía, y aunque sabía que había estado mal, no podía evitar sentir que sus celos tenían una base. ¿Y si Chrisaor realmente estaba intentando algo con Annabeth? La sola idea lo consumía, encendiendo nuevamente el fuego de la rabia en su pecho.

—Aquí tienes —dijo Calypso suavemente, interrumpiendo sus pensamientos. Colocó una taza de café frente a él y se sentó a su lado, cruzando las piernas y apoyando la espalda contra el sofá—. Espero que te guste con un poco de canela. Es mi toque especial.

—Gracias —murmuró Percy, tomando un sorbo del café. El calor del líquido proporcionó un alivio temporal, aunque el nudo en su estómago permanecía.

Calypso lo observó con atención, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y compasión. Se inclinó un poco hacia él, como si intentara entender lo que estaba pasando por su mente.

—Percy, no quiero entrometerme, pero pareces muy tenso —dijo ella con voz suave—. ¿Ocurrió algo en casa? Sé que es difícil hablar de estas cosas, pero a veces es bueno desahogarse con alguien imparcial.