10 | Una charla con papá

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Algunos días habían pasado desde la cena donde Annabeth y Percy les habían contado a sus padres sobre su futuro hijo. A pesar de que para entonces ellos ya habían tomado una decisión sobre cómo llevarían el tema de su hijo, Percy no podía sacarse de la cabeza las palabras de su padre. Sentía un torbellino de emociones, cada una más desgarradora que la anterior. Las advertencias de Poseidón y Atenea resonaban constantemente en su mente, alimentando sus dudas y temores.

Sabía que Villa Half-blood siempre había sido su hogar, un refugio lleno de recuerdos y personas queridas. Pero también sabía que era un lugar pequeño, donde los chismes se propagaban como incendios y las miradas críticas podían ser asfixiantes. Percy estaba atrapado entre lo que su corazón deseaba y lo que el sentido del deber le dictaba.

Un suspiro de cansancio salió de él cuando llamaron a su puerta. Se levantó con pesadez, cada paso cargado de una ansiedad creciente. Al abrirla, vio a la última persona que esperaba encontrar allí.

—Papá, ¿qué haces aquí? —Percy sintió una mezcla de sorpresa y aprehensión.

—Vine a hablar contigo, sobre mi nieto —dijo Poseidón con una serenidad que solo parecía acentuar la tensión en el aire.

Percy no quería hablar de ese tema con su padre. En realidad, no quería hablar de ningún tema con él. Sentía que cualquier conversación solo abriría viejas heridas. Pero también sabía que no podía cerrarle la puerta en la cara. No esta vez.

—Pasa —dijo finalmente, tratando de ocultar su reticencia.

Ambos tomaron asiento, eligiendo instintivamente los extremos opuestos del pequeño salón, como si la distancia física pudiera mitigar la emocional.

—¿Annabeth y tú han llegado a algún nuevo acuerdo? —preguntó Poseidón, con una mirada que buscaba algo más que una simple respuesta.

—No —respondió Percy, evitando el contacto visual—. Todo sigue igual.

Poseidón asintió, aunque su gesto denotaba una desaprobación apenas disimulada.

—En una semana regreso a altamar, pero me gustaría que tuvieras esto —dijo sacando una cajita de terciopelo negro del bolso de su saco.

Poseidón abrió la cajita y la colocó con delicadeza en la mesa que los separaba. Percy miró el anillo con una mezcla de nostalgia y tristeza.

—Es...

—El anillo de compromiso que le di a tu madre —dijo Poseidón, su voz teñida de una melancolía que Percy rara vez había percibido en él—. Sally quería que lo tuvieras y que se lo dieras a la mujer con la que decidieras formar una familia. Así que es tuyo.

Percy sintió un nudo en la garganta al recordar a su madre. Ver aquel anillo le hizo revivir momentos de ternura y amor que parecían tan lejanos ahora.

—Y esperas que se lo dé a Annabeth —dijo Percy, intentando ocultar el temblor en su voz.

—Sí —admitió Poseidón—. Es lo correcto. además no se porque te resistes tanto.  Annabeth es una joven inteligente, amable, hermosa. La conoces desde que eras un niño, y ha sido prácticamente tu otra mitad casi toda tu vida.

—El problema es que no la amo, ni ella a mí —respondió Percy, con una honestidad que dolía.

—¿Estás seguro? —Poseidón sonrió, pero su sonrisa no alcanzó sus ojos—. Recuerdo que cuando eras niño solías decir que te ibas a casar con ella cuando fueran mayores.

—Era un niño, papá. Annabeth era la única niña con la que convivía a diario, es normal que lo dijera.

—Pues tu madre estaba convencida de que tarde o temprano ustedes terminarían juntos. Ella y yo siempre coincidimos en que Annabeth era una buena pareja para ti.

—Mamá ya no está —dijo Percy, con una tristeza que le oprimía el pecho.

—Y sin embargo, vas a tener un hijo con Annabeth.

—No fue por amor. Annabeth y yo nos pasamos de copas y cometimos un error.

—Un error que tuvo consecuencias —dijo Poseidón, su tono firme pero no exento de comprensión—. Consecuencias de las que ahora debes hacerte responsable.

Percy cambió abruptamente de tema, con una pregunta que parecía surgir de lo más profundo de su ser.

—¿Amas a Anfitrite?

Poseidón se quedó un momento en silencio, sorprendido por la pregunta. Finalmente, respondió.

—Anfitrite ha sido una buena compañera para mí estos últimos años.

—Pero, ¿la amas tanto como amabas a mamá?

—Nunca voy a amar a nadie como amé a tu madre —admitió Poseidón, con una sinceridad que desnudaba su alma.

—Entonces, no amas a Anfitrite —murmuró Percy, mirando a su padre directamente.

—¿A qué viene tu interés por mi relación con ella?

—A que sabes perfectamente por qué te casaste con Anfitrite.

Poseidón miró directamente a su hijo y, sin titubeos, respondió.

—Me casé con ella porque no iba a permitir que Tyson naciera fuera de una familia y sin un padre que lo respaldara.

—A lo que voy es que, a pesar de que han pasado casi nueve años y que Anfitrite es una mujer inteligente, amable y hermosa, no has podido enamorarte de ella aunque te dio un hijo.

—No compares tu relación con Annabeth a la mía con Anfitrite, porque si a esas vamos tu relación con ella se parece más a la mía con tu madre —dijo Poseidón, con el dolor colándose en su sistema al recordar la pérdida de Sally—. Tu madre y yo nos conocimos siendo muy jóvenes y ella fue mi mejor amiga antes de enamorarnos. La amé tanto que jamás voy a poder olvidarla... Amo a Anfitrite, pero no de la misma forma en que aún amo a tu madre.

Percy asintió, comprendiendo finalmente la complejidad de los sentimientos de su padre. Aunque el peso de las expectativas y las responsabilidades seguía siendo abrumador.

Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora